EFE/EPA/ANDY RAIN
EFE/EPA/ANDY RAIN

El proyecto proMeteo, una estrategia piloto que se desarrolla en Sevilla, España, es de las primeras experiencias en clasificar y nombrar las olas de calor, un fenómeno meteorológico que tiene cada vez más mayor impacto en la vida de millones de personas en el mundo. Los científicos nombraron a finales de julio la primera ola de calor en el planeta: se llamó Zoe y duró alrededor de una semana.

Las olas de calor, según definió el proyecto, recibirán un nombre propio que comenzará por la ultima letra del alfabeto español. Las cinco primeras serán nombradas como Zoe, Yago, Xenia, Wenceslao y Vega. La idea es clasificar y nombrar las olas de calor en función de sus consecuencias en la salud y su impacto en la vida.

(Vea también: Gesto de rey Felipe VI ante espada de Bolívar en posesión de Petro saca chispas en España)

El proyecto es liderado por expertos del Centro de Resiliencia Adrienne Arsht Rockefeller Fundation y del Ayuntamiento de Sevilla, la Agencia Española de Meteorología, la Universidad de Sevilla, la Universidad Pablo de Olavide, el Instituto Carlos III, la Oficina Española de Cambio Climático, la Alianza para el día Después y LifeWatch Eric. El equipo ha desarrollado un algoritmo que diariamente monitoriza la ola de calor.

ProMETEO ya clasifica y nombra otros fenómenos meteorológicos como huracanes, tornados o tormentas. La idea es evaluar durante un año la viabilidad de implantar un sistema de alertas que avise de la llegada de una ola de calor y de sus posibles afecciones a la salud. Los científicos que lideran el proyecto creen que de esta manera los ciudadanos y los gobiernos podrán tomar medidas efectivas para protegerse.

Lee También

Los españoles están usando cinco niveles de alerta para las olas de calor. Desde el riesgo de impacto bajo, que define episodios de calor cuyo impacto se limita a los colectivos vulnerables (adultos mayores de 65 años, mujeres embarazadas, niños y especialmente bebés, personas con afecciones médicas preexistentes o enfermedades crónicas, personas dependientes o en riesgo de exclusión), hasta riesgo muy elevado, cuyas consecuencias en la salud son de “máxima preocupación”.