Esa noche, prácticamente todo lo que pudo salir mal en esta instalación petrolífera del Mar del Norte, operada por la estadounidense Occidental Petroleum y situada a 200 kilómetros de las costas de Aberdeen (noreste de Escocia), lo hizo.

Eran poco más de la diez cuando un escape de gas provocó una explosión a la que siguieron otras y que hicieron que, en pocos minutos, la instalación en su totalidad se convirtiera en una auténtica bola de fuego con llamas de varios metros de altura, que podían verse a más de cien kilómetros de distancia.

De las más de 220 personas a bordo de Piper Alpha, sobrevivieron 62.

El artículo continúa abajo

El espeso humo y las enormes llamas imposibilitaron que los equipos de rescate evacuaran a la gente en helicóptero o bote salvavidas, por lo que muchos trabajadores permanecieron en el área destinada a su alojamiento, una decisión que les costó la vida.

Con la plataforma ardiendo y sumida en explosiones continuas, algunos saltaron al agua desde más de cincuenta metros de altura.

“Fue el peor desastre de la historia en la industria del petróleo y gas que podría haberse evitado con una mejor gestión y más conciencia sobre la prevención de riesgos”, dijo a Efe Stuart Gilfillan, profesor de Geoquímica de la Universidad de Edimburgo.

Afirmó que la gran conmoción que el accidente generó en la opinión pública “llevó a reforzar los controles para que un desastre de ese tipo no se volviese a producir”.

La tragedia abrió un profundo debate en el Reino Unido sobre la necesidad de implementar medidas de seguridad como la instalación de válvulas de cierre automático en las bombas de extracción y puertas cortafuegos, o la amplia separación del área destinada a las operaciones más peligrosas y la de descanso de los trabajadores.

Estas fueron algunas de las 106 recomendaciones de la investigación liderada por Lord Cullen, que se plasmaron en un informe y fueron adoptadas por la industria en su totalidad.

En consecuencia, la política de seguridad en las plataformas de altamar dejó de depender del Ministerio de Energía y se trasladó al Comité de Salud y Seguridad, una decisión acertada, según Gilfillan.

“Pienso que había un conflicto de interés por parte del Gobierno porque el mismo departamento que tenía que trabajar para mejorar la producción debía mirar también por la seguridad”, sostuvo.

El diseño de la plataforma fue uno de los factores que propició la propagación del fuego, según explicó a Efe Trevor Stapleton, responsable de Salud y Seguridad en Oil and Gas UK, un organismo sin ánimo de lucro que representa al sector de los hidrocarburos.

El puesto de control, cercano al lugar donde se originó el incendio, fue de lo primero en arder, lo que no solo hizo desaparecer la radio y los sistemas de megafonía para guiar la evacuación, sino también a los oficiales de alto rango que hubiesen podido liderar una emergencia de este tipo.

Ante la bajada de los precios del petróleo, una tendencia que se mantiene en los últimos años, los sindicatos han advertido de que el afán por reducir los costes y mejorar la eficiencia pueda comprometer la seguridad.

Para Gilfillan, es importante hacer esta advertencia partiendo de que el Mar del Norte “se ha convertido en una zona bastante cara para la producción de hidrocarburos”, ya que a la bajada de los precios, se une que muchas plataformas “van hacia el final de su vida, por lo que requieren mucho gasto en mantenimiento”.

Stapleton, por su parte, resaltó que la tragedia puso de manifiesto la necesidad de “reforzar la cultura sobre la seguridad”.

“Tras el desastre se instauraron nuevas regulaciones que cambiaron cómo hacíamos las cosas. Se situó la seguridad como eje central en los negocios y se hizo conscientes a los trabajadores de los riesgos laborales”, dijo.

Este experto destacó cómo desde entonces “se ha reducido el número de incidentes importantes” gracias a la formación.

Los nombres de las 167 víctimas se leerán en alto durante una ceremonia de homenaje organizada hoy en Aberdeen, a la que acudirán algunos de los supervivientes.