Florence, que llegó a soplar con vientos de 220 kilómetros por hora, ha perdido en las últimas 24 horas dos categorías de intensidad, de 4 a 2, en la escala Saffir-Simpson, de un máximo de 5.

Entre tanto, residentes de un parque de casas prefabricadas cerca de Wilmington, Carolina del Norte, se apresuraban a empacar sus pertenencias antes de que el huracán toque tierra, sin saber si tendrán un techo cuando regresen. Parece un camping de verano, pero alberga familias de bajos ingresos que viven en precarias estructuras de madera de unos pocos metros cuadrados.

A medida que la intensidad del viento aumentaba en la tarde del miércoles anunciando la inminente llegada de Florence, voluntarios de una iglesia hispana golpeaban en cada puerta urgiendo a los residentes a refugiarse en otra parte.

Oscar Pérez, residente del lugar, decidió irse: “Vamos a tomar algo de comida para sobrevivir unos días con los niños y no sabemos qué esperar. Lo más importante es mantenerse vivo. Lo material es secundario”, afirmó, mientras colocaba un tablón en una de las ventanas de su casa.

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En su último boletín, el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos informó que el ojo del huracán avanza en dirección noroeste a 28 kilómetros (17 millas) por hora con vientos máximos sostenidos de hasta 175 kilómetros (110 millas) por hora.

Según el NHC, “se esperan pocos cambios en la fuerza antes de que el centro llegue a la costa”, algo que podría pasar entre la tarde del viernes y la mañana del sábado.

Florence “se acercará a las costas de Las Carolinas este jueves” y “luego se moverá cerca o por sobre” de la línea costera entre el jueves por la noche y el viernes, indicó el NHC.