Su breve discurso estuvo acompañado por los intensos cacerolazos en los balcones de las principales ciudades que suenan desde hace más de dos semanas en protesta por su postura frente a la pandemia.

Para muchos, aceptar que el coronavirus es algo serio significó una lección de humildad para el mandatario de ultraderecha.

En sus intervenciones, anteriormente pedía el fin de las medidas de cuarentena o de aislamiento social adoptadas por casi la mitad de la población mundial y la mayoría de los estados brasileños, contraponiendo la necesidad de salvar la economía y el empleo con la de salvar personas consideradas de riesgo.

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Este martes, evitó criticar esas medidas y trató de compaginarlas con sus posturas conocidas.

“Tenemos una misión, salvar vidas sin olvidarnos de los empleos (…). Por un lado, tenemos que tener la cautela y la precaución con todos, principalmente con los mayores y con quienes tienen enfermedades preexistentes. Por el otro, tenemos que combatir el desempleo que crece rápidamente, en especial entre los más pobres”, declaró.

“El efecto colateral de las medias de combate al coronavirus no puede ser peor que la propia enfermedad”, subrayó.

Su postura ha contrariado las directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la inmensa mayoría de los especialistas, incluso de su ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta.

Pandemia de coronavirus COVID-19, según la ONU

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Ello le ha valido el enfrentamiento con casi todos los gobernadores, con políticos aliados y con representantes de los poderes Legislativo y Judicial.

Sin embargo, este martes instó a esos dos poderes, a los gobernadores, alcaldes y a la sociedad brasileña a unirse en “un gran pacto para la preservación de la vida y de los empleos”.