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Un año de la caída del régimen de Bashar al-Assad tras 13 años de una guerra civil y décadas de una misma familia en el poder.
El 8 de diciembre de 2024, tropas del grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS) entraron triunfalmente en Damasco. La capital siria cayó tras una ofensiva relámpago y la huida del presidente Bashar al-Assad.
Unas horas más tarde, Abu Mohammed al-Jolani, artífice de la caída del dictador, hizo una entrada triunfal en la Gran Mezquita de los Omeyas. Un símbolo poderoso, tras un prolongado conflicto. El temido caudillo se dedicó entonces a cultivar una imagen más moderada, y el nuevo hombre fuerte de Damasco cambió su uniforme militar por traje y corbata.
Desde entonces, formalizó su regreso a la vida civil retomando su verdadero nombre: Ahmed al-Sharaa. Desde sus primeras entrevistas con medios internacionales, su tono fue mesurado y sus palabras cuidadosamente elegidas. Pero el presidente de transición sigue generando divisiones. Incluso hoy.
De veterano del yihadismo internacional a presidente de transición
Durante el último año, Ahmed al-Sharaa, como presidente sirio de transición, ha realizado numerosas visitas a Occidente. Tras su discurso en Francia el pasado mayo, se dirigió en septiembre ante la Asamblea General de la ONU, la primera intervención de un presidente sirio desde 1967. Ese día prometió enjuiciar a los responsables del derramamiento de sangre y respetar los derechos humanos. Y el 6 de noviembre, el Consejo de Seguridad decidió levantar las sanciones económicas y celebró el inicio de una “nueva era”.
“Desde los primeros días de su Presidencia, su prioridad fue demostrar a la comunidad internacional que estaba dispuesto a colaborar con ella si se levantaban las sanciones económicas. Es extremadamente pragmático y se muestra muy firme al interactuar con grandes líderes mundiales como Donald Trump, Recep Tayyip Erdogan y Emmanuel Macron”, explica Aghiad Ghanem, doctor en Relaciones Internacionales de Sciences Po.
El pasado noviembre, que el FBI buscaba capturar, fue recibido por Donald Trump en la Casa Blanca. El presidente de Estados Unidos, quien ya lo había descrito como un “joven encantador” unos meses antes, prometió levantar las sanciones impuestas por la denominada Ley César, adoptada en 2019. Esta legislación prohibió a Siria el acceso al sistema bancario internacional y las transacciones en dólares. Hasta la fecha, el Congreso estadounidense aún no ha derogado la ley.
“Solo se suspendió por 180 días, renovables. Esto significa que para proyectos de inversión en el sector energético, donde se requieren meses, incluso años, es demasiado corto (…) Los inversores potenciales no arriesgarían su capital sabiendo que las sanciones podrían reimponerse. Y conocemos el dinamismo de las políticas del presidente estadounidense; puede cambiar de opinión muy rápidamente”, explica el analista Benjamin Fève.
El sector bancario sirio, completamente aislado durante la dictadura de Bashar al-Assad, aún no ha restablecido sus vínculos de correspondencia internacional. “Es muy difícil enviar dinero a Siria (…) Es casi imposible financiar importaciones y exportaciones, por ejemplo. Sin estos vínculos interbancarios, la economía tardará un tiempo en recuperarse”, continuó el analista.
Ante la imposibilidad de reactivar la industria o el sector agroalimentario, el mercado está inundado de productos extranjeros.
“Los productos turcos y chinos, así como la gasolina de contrabando, entran fácilmente en el mercado sirio (…) La industria ha estado paralizada desde diciembre porque, con solo unas pocas horas de electricidad al día y la competencia, no tiene sentido intentar producir nada. No se vende nada”, explicó Fabrice Balanche, especialista en geografía política de Siria y profesor de la Universidad Lyon II.
90% de los sirios por debajo del umbral de pobreza
En la práctica, la vida cotidiana de la población lucha por mejorar. “Persisten las mismas carencias. El acceso a la electricidad ha mejorado ligeramente, pero con una inflación catastrófica”, añade Aghiad Ghanem, al explicar que muchos sirios se quedan sin electricidad porque no pueden pagar la factura.
“El régimen se aseguró de que los sirios estuvieran sin trabajo, sin ingresos, con una inflación y una escasez terribles”
El empobrecimiento de la sociedad continúa. Inexorablemente. “Más sirios cayeron por debajo del umbral de pobreza en 2025, pero este es el legado del régimen de Bashar al-Asad. En los últimos años, establecieron una economía de captura y depredación de los pocos recursos que entraban en Siria debido a la guerra y las sanciones internacionales”, continúa el sociólogo.
“Los comerciantes fueron acosados. El régimen se aseguró de que los sirios estuvieran sin trabajo, sin ingresos, sin electricidad, con una inflación y una escasez terribles. Esto es una continuación de eso”, puntualiza.
Según Benjamin Fève, las arcas del Estado están desesperadamente vacías. El PIB se ha dividido por tres, el país no comercia con nadie y el presupuesto estatal apenas alcanza los dos mil millones de dólares. Es nada.
Si las nuevas autoridades lograron pagar a los funcionarios, fue con la ayuda de Qatar y Arabia Saudita. “Los salarios subieron de 20 a 80 dólares mensuales, pero también despidieron a la mitad de los funcionarios. Se comprometieron a pagarles durante uno o dos años para estabilizar el país”, explica Fabrice Balanche.
Desde la caída del régimen, la libra siria, que había perdido el 99% de su valor durante la guerra, se ha mantenido estable en torno a las 13.000 libras por euro. Sin embargo, hay muy pocos billetes en circulación. “No se permite retirar más de 20 o 30 dólares en libras sirias a la semana”, explica el especialista en Siria, enfatizando el carácter artificial de esta escasez.
Está previsto que los nuevos billetes, sin la imagen de Bashar al-Asad, entren en circulación el 8 de diciembre.
¿Un Estado fuerte y centralizado o un sistema federal?: el eterno dilema
Para lanzar el colosal esfuerzo de reconstrucción, cuyo costo según el Banco Mundial es de 216. 000 millones de dólares, el presidente de transición debe garantizar una situación de seguridad estable, especialmente frente a los grupos yihadistas.
El autodenominado Estado Islámico “es un problema de seguridad nacional para Francia y otros países de Europa y Occidente (…)Incluso a nivel nacional, la lucha contra facciones altamente radicales no sirias, que aún están presentes en el país, también está empezando a generar mucha frustración. Charaa se ve obligado a reaccionar. Una vez más, es una persona muy pragmática”, explica Aghiad Ghanem.
Durante su visita a Washington, el presidente de transición anunció la integración de Siria en la coalición internacional antiyihadista liderada por Estados Unidos. “Esto demuestra la inteligencia política y diplomática”, opina Benjamin Fève.
“Las autoridades tienen información que compartir con los estadounidenses para combatir al ISIS (autodenominado Estado Islámico), y el Gobierno sirio podrá consolidar su poder eliminando esta amenaza. Es una situación en la que todos salen ganando”, agrega.
Esta alianza también se extiende más allá del autodenominado Estado Islámico. El analista señala que los estadounidenses bombardearon campamentos cerca de Idlib, bastión del líder. “Ahmed al-Sharaa no quiere que grupos rivales se desarrollen ni se fortalezcan”. Para Fabrice Balanche, se trata principalmente de una estrategia contra los kurdos. “El objetivo es disolver las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), apoyadas por Estados Unidos y en las que se basa la lucha contra el Estado Islámico”, insiste.
Las relaciones entre Damasco y los kurdos siguen siendo tensas. El líder de las FDS, Mazloum Abdi, se retiró del acuerdo del 10 de marzo que estipulaba su integración en un estado centralizado. Las masacres cometidas contra la minoría alauita, de la que proviene Bashar al-Assad, han alimentado la desconfianza kurda hacia el compromiso de Ahmed al-Sharaa de garantizar los derechos de las minorías sirias. Rechazan un Estado centralizado y autoritario y abogan por el federalismo.
Lo mismo ocurre con los drusos. “Hubo muchas oportunidades para la innovación política y para superar esta dicotomía entre Estado centralizado y federalizado. Los drusos han forjado una forma de autonomía (…) Quizás hubiera sido mejor negociar cómo incorporar esta forma de política al nuevo sistema sirio, en lugar de obligar a todos a elegir entre un Estado fuerte y centralizado y un Estado federal. Es bastante estéril. Así no es como vamos a salir de esto”, indica Aghiad Ghanem.
“Todos los días en Damasco, la gente se reúne y habla, criticando al nuevo Gobierno (…) Esto no tiene precedentes en 70 años”
Un presidente fuerte que lo controla todo, un sistema que recuerda al antiguo régimen, confirmado por la nueva Constitución. “Al-Sharaa no ha pronunciado la palabra ‘democracia’ desde que llegó al poder, y no parece estar entre sus prioridades en absoluto”, añade Aghiad Ghanem.
Además, ya no parece ser una exigencia de los socios occidentales como lo fue en el pasado (con Al-Assad – nota del editor). El uso de estas facciones ilegales recuerda tiempos oscuros del pasado sirio, porque el régimen de Bashar al-Assad sí tenía esta tendencia a tener, por un lado, Fuerzas Armadas legítimas que podían comportarse con mayor o menor eficacia, y por otro, servicios de seguridad, agencias de inteligencia, facciones y milicias en la sombra que cometían las peores atrocidades.
Si bien el pluralismo no es una realidad actualmente a pesar de las elecciones parlamentarias de octubre de 2025, los sirios han recuperado cierta libertad de expresión. “Todos los días en Damasco, la gente se reúne y habla, criticando al nuevo Gobierno (…) Esto no tiene precedentes en 70 años”, subraya Benjamin Fève.
La movilización es popular. “Los sirios se reúnen, sobre todo, en grupos informales de Facebook”, confirma Aghiad Ghanem.
Señala que hablan de lo que significa ser sirio hoy. Hay reuniones en restaurantes, cafés, todo sucede con sencillez. Aunque la nueva Constitución garantiza el derecho a crear partidos políticos, la ley marco tarda en materializarse. “Hoy en día, es imposible crear un partido pluralista e intercomunitario. Si el Gobierno no tiene en cuenta las divisiones políticas, el movimiento de protesta acabará manifestándose en retiradas violentas basadas en la identidad y lastrando considerablemente la transición”, concluye.
Este artículo fue adaptado de su versión original en francés
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