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Este artículo fue curado por pulzo   Dic 5, 2025 - 4:25 am
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Tomó casi un año llegar a esta firma. Un año después del fracaso del encuentro de Luanda, en Angola, donde los dos jefes de Estado ya debían comprometerse con una declaración conjunta. Ahora, hay que intentar materializar estos acuerdos de Washington en el terreno, reporta nuestra corresponsal en Kinshasa, Paulina Zidi.

La desescalada militar aún no es una realidad. Prueba de ello son los violentos enfrentamientos reportados en los últimos días en la provincia de Kivu del Sur y que, una vez, más provocaron desplazamientos de población.

Pero en los textos firmados no hay un mecanismo vinculante. Por ejemplo, no hay sanciones previstas en caso de incumplimiento, y ambos países siguen condicionando la aplicación de los acuerdos a ciertos requisitos previos: la neutralización de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR) del lado de Kigali y el retiro de las tropas ruandesas de la RDC del lado de Kinshasa. “Estamos atentos, pero no pesimistas”, declaró no obstante el presidente congoleño, mientras que su homólogo ruandés advirtió: “Si este acuerdo llegara a fracasar, sería culpa nuestra. Somos nosotros, África, quienes debemos trabajar para consolidar esta paz”.

Tres tipos de acuerdos firmados

No hubo abrazo ni apretón de manos entre Félix Tshisekedi y Paul Kagame. Pero ambos firmaron tres tipos de acuerdos en Washington que conforman la arquitectura completa del proceso. Para entenderlos bien, hay que imaginar tres niveles.

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El primer nivel es el acuerdo de paz. Retoma los textos ya suscritos en los últimos meses. Su objetivo, como lo recordó el mismo Donald Trump, es “poner fin a uno de los conflictos más antiguos del mundo”.

Según él, este paquete de seguridad incluye un alto el fuego permanente, el desarme de las fuerzas no estatales y disposiciones para permitir el retorno de los refugiados. Es la base política y militar: la que debe poner fin a la guerra entre la RDC y Ruanda.

“Todos van a ganar mucho dinero”

El segundo nivel es el marco de integración económica. Se trata del corazón económico del proceso. La idea es abrir, en palabras de Donald Trump, “una nueva era de armonía y cooperación” entre Kinshasa y Kigali, abordando aquello que alimenta el conflicto desde hace décadas: la opacidad de las cadenas de suministro de minerales críticos. Este marco apunta a reorganizar estas cadenas de valor de manera transparente, formal y controlada.

El tercer nivel está compuesto por los acuerdos bilaterales. Son dos: uno entre Kinshasa y Washington, y otro entre Kigali y Washington. Donald Trump resumió su lógica de la siguiente manera: “Hay una riqueza inmensa en esta tierra magnífica”.

Estos acuerdos deben abrir nuevas oportunidades para que Estados Unidos acceda a minerales críticos. El presidente estadounidense prometió enviar “grandes empresas estadounidenses a ambos países. Vamos a extraer algunas de las tierras raras… y pagar. Todos van a ganar mucho dinero”, afirmó. Las alianzas también abarcarán la energía, los transportes y otros sectores estratégicos.

Un proceso largo

El camino hacia una salida duradera de la crisis sigue siendo largo. Porque si bien se firmaron tres tipos de acuerdos, también existen tres tipos de temporalidades en su implementación.

La primera es la de los acuerdos bilaterales, que no esperaron su firma oficial para empezar a generar efectos. En el sector minero, por ejemplo, Kigali y Washington ya avanzaron mucho este año en la exportación de tungsteno. Lo mismo entre Washington y Kinshasa, que progresaron en el proceso de adquisición de un importante yacimiento de litio, así como en la exploración de ciertas zonas de Katanga.

La segunda temporalidad es la del marco de integración económica regional. Aquí, la problemática es distinta, porque aunque está prevista una primera cumbre de evaluación dentro de los seis meses posteriores a la firma, la aplicación real del marco tendrá que esperar, ya que sus disposiciones solo entrarán en vigor tras la ejecución adecuada del concepto de operación, es decir, la neutralización de las FDLR, el retiro de fuerzas y el levantamiento de las “medidas defensivas” de Ruanda. En pocas palabras, la economía solo podrá avanzar después de avances concretos en el plano de seguridad.

Aquí entra en juego la tercera temporalidad: la evolución de los intercambios entre Kinshasa y Kigali, bajo mediación estadounidense, para armonizar sus expectativas.

Queda una pregunta central: ¿los dos países llevarán a cabo juntos operaciones contra las FDLR? Y sobre todo, ¿cuándo? Incluso se podría añadir una cuarta temporalidad: la de las discusiones entre Kinshasa y la AFC (Alianza Río Congo/M23 el grupo rebelde Movimiento 23 de Marzo) en Doha. Hasta hoy, aún no se sabe cuándo las dos partes firmarán el acuerdo de paz definitivo.

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