Por: France 24

France 24 la componen cuatro cadenas mundiales de información continua (en francés, árabe, inglés y español), que emiten las 24/7 en 355 millones de hogares en los 5 continentes. France 24 cuenta con 61,2 millones de telespectadores semanales (medición realizada en 67 países de los 183 en los que se emite al menos una de las cadenas) y es el primer ca...

Este artículo fue curado por pulzo   Oct 28, 2025 - 3:26 pm
Visitar sitio

El paso de la inundación más letal del siglo en España aún suena en los municipios del sur de Valencia que buscan un regreso a la normalidad, pese a las enfermedades, los traumas, la dificultad para volver a las viviendas y los subsidios insuficientes. Estas son las historias de quienes buscan aflorar entre el lodo tras haberlo perdido todo. Entrega especial. 

Natalio (51 años), Irina (41 años) y Natalia (15 años) regresaron a casa el 25 mayo tras siete meses de reconstrucción y una inversión de más 70.000 euros, después que el paso de la DANA en octubre de 2024 inundara su vivienda en el municipio de Alfafar.

Pero la familia se siente lejos de la normalidad deseada. Irina Bravo, la madre, quien relató a France 24 hace un año la pérdida de su casa y sus recuerdos, asegura, desde el comedor de su vivienda reformada, que “cambiaría todo” por volver a tener la vida de antes.

Regresar a casa no fue fácil. Las primeras dos reformas no se mantuvieron en pie ya que una cámara de aire de más de dos metros de altura debajo de su casa “se había llenado de barro”, relata Irina. 

Lee También

“Cuando pintábamos las paredes, se volvían a humedecer y se nos hundió el suelo dos veces. Era como empezar la casa por el tejado. Un arquitecto del Ayuntamiento nos dijo que el barro estaba seco, que no pasaba nada. Al final, tomé una muestra del barro y se lo puse encima de la mesa para preguntarle si le parecía que estaba seco”, relata Irina Bravo antes de sintetizar: “No te imaginas con cuánta gente nos hemos tenido que pelear”.

Leer tambiénEn cifras: 229 muertos y 17.800 millones de euros en pérdidas, a un año de la DANA

La familia López solo ha recibido 3.000 euros en ayudas del Gobierno regional. El Ejecutivo central “ni ha contestado”, se queja la mujer.

Su esposo, Natalio López, renunció a cualquier opción que no dependa de él para reedificar su vivienda. “Estás tan decaído que dices: ‘Es que no quiero ni reclamar'”, revela. 

Más de 11.000 edificios fueron afectados por la DANA y 1.458 viviendas fueron declaradas inhabitables, según el Instituto Valenciano de la Edificación.

Los inmuebles dispuestos por el Estado para los damnificados rondan los 400.

Amnistía Internacional concluyó en un informe de octubre de 2025 que “el derecho a la vivienda no fue debidamente protegido por las autoridades antes de la DANA y continúa sin serlo en la actualidad”.

Habitar en un techo prestado

Milagro Martínez, vecina del municipio de La Torre, describe una realidad distinta a la de la familia López Bravo. Habla en pasado, mientras recorre su chalet de 300 metros cuadrados con jardín y piscina, todo arrasado por la crecida.

“Aquí había una pared… esto era mi cocina… aquí nos sentábamos a desayunar… este era el lugar de la librería”, recuerda al pasar por las estancias vacías, algunas de las cuales ya no tienen paredes, puertas ni ventanas. 

Milagro, de 61 años, recuerda lo cerca que estuvo de morir en ese lugar un año atrás junto a su esposo, Francisco Javier Martínez (65 años): “Vimos que la DANA venía por encima de los cipreses como una ola” rememora y alterna su narración con vídeos de su teléfono que muestran el jardín de su casa totalmente anegado en la oscuridad.

Ambos  pasaron cinco horas luchando por sobrevivir a la DANA, que los sorprendió en el primer piso de su chalet sin darles tiempo de ponerse a salvo. A oscuras, trataban de avanzar contra la fuerza del fango y el mobiliario de la casa que les arrinconaba hacia las paredes, mientras subía el nivel de la inundación.

Tragaron agua. Se jalaron mutuamente a la superficie las veces que el lodo amenazó con enterrarlos. Al tiempo, forcejeaban por mantener sobre un colchón inflable a Astur, el mastín asturiano de 90 kilos que los acompaña hasta hoy. Tarzán, el otro perro de la familia, murió esa noche de octubre. 

Antes de que saliera el sol, Milagro y Javier lograron subir, “reventados“, por una escalera secundaria hasta la terraza.

Temblando semidesnudos, intentaron en vano hacer señales con la linterna del teléfono. Al borde de la hipotermia, oían crujir el resto de su vida en planta baja: el coche, el inventario de la joyería artesanal que Milagro iba a inaugurar en pocos días, “recuerdos familiares”, muebles del siglo XIX y posesiones de toda una vida de trabajo. Nada se salvó del fango. 

Desde entonces, no han vuelto a dormir allí. El lugar luce derruido, con escombros y objetos regados por el suelo. La humedad, que se siente al respirar, se manifiesta en las paredes como parches que oscurecen la pintura original.

“No puedo tener la ilusión que tenía cuando yo hice esta esta casa”, afirma Milagro, que vive actualmente en un apartamento de 40 metros cuadrados cedido por el Ayuntamiento que pudo amoblar con los 6.000 euros de ayudas que recibió del Gobierno regional. 

En total, el matrimonio ha cobrado 23.000 euros en subvenciones, de los 110.000 euros que, de momento, cuesta rehabilitar la casa.

“Llevo un año tirando de ahorros”, explica Francisco, que había invertida parte de su patrimonio en una reciente reforma de la casa.

Un esquema básico de reconstrucción ha sido rayado en las paredes como una promesa del regreso. “1) Suelo, 2) Electricidad, 3) Baños, 4) Techos, 5) Paredes”. Este plan tardará dos años más en ejecutarse, explica Francisco, antes de matizar que “la casa solamente será habitable cuando no haya humedad”.

No todos respiran aliviados  

Natalio López no era delgado antes de la DANA, pero en el último año ha perdido 31 kilos. Una infección bacteriana le atacó el estómago “por todo el fango” al que estuvo expuesto durante las obras de reconstrucción de su piso.

Los dolores le impedían comer y lo hacían clamar en la madrugada que lo llevaran al hospital. Se tomaba 24 pastillas al día. Finalmente, le rebanaron en un quirófano la parte infectada del estómago. 

La infección de Natalio fue el colofón de un esfuerzo fulminante los meses posteriores a la DANA. Después de trabajar ocho horas como conductor, llegaba en la noche a lo que quedaba de su casa “a sacar capazos enteros de barro” hasta la medianoche. Junto a familiares y vecinos, sacaron 11 toneladas de lodo.

Natalio continúa en exámenes para determinar qué otros problemas de salud padece a consecuencia de la DANA. “Todos los días tengo que estar trabajando y aguantándome el dolor”, afirma, mientras que cruza los puños en el pecho para simular la posición fetal en la que soporta los espasmos. 

Un estudio de la Universidad de Valencia detectó hasta 30 agentes infecciosos en la zona cero de la DANA, posibles causantes de enfermedades gastrointestinales —por el contacto con el lodo y el consumo de agua contaminada— y respiratorias —por altos índices de humedad—. 

El Hospital General de Valencia publicó que en las zonas golpeadas por la riada, el 34,5% de los niños sufrieron coinfecciones (múltiples patógenos simultáneos), en comparación al 4,7% en zonas no afectadas.

Las horas de lucha contra el fango también le dejaron secuelas a Francisco Javier Martínez, que había sido operado dos meses antes de la DANA. Los 72 puntos de la delicada intervención se descosieron en la madrugada de la riada, lo que derivó en una infección y una hernia.

“Era tan grande que me han tenido que poner dos mallas, me han prohibido engordar ni medio kilo porque si me vuelve a salir la hernia, no me pueden volver a operar”, relata Francisco antes de mostrar bajo la camisa la cicatriz que le atraviesa el abdomen.

Secuelas invisibles: “No vas a ser la de antes”

Las consultas —y diagnósticos— por salud mental también han aumentado en los municipios valencianos.

La Generalitat reportó un incremento de más del 25% en las consultas relacionadas con trastornos del estrés y cerca de un 9% por trastornos de ansiedad en el semestre posterior a la tragedia. El documento refleja una mayor incidencia de ambas patologías las localidades del sur de Valencia

Francisco Javier y Milagro asisten terapia a terapia todos los viernes desde hace un año. “Intento tener una vida, hablo muy rápido y vocalizo mal, porque me he quedado con una con un problema de respiración de tanta agua que tragué y porque estoy muy nerviosa”, afirma ella.

La DANA también marcó a Irina Bravo, que no pudo volver a conducir mientras llueve, tal como lo hacía el día de la inundación. Además, tiene que saber “en todo momento” dónde está su hija Natalia, una necesidad que no existía antes del 29 de octubre de 2024.

“No es sano, la chiquilla tiene que hacer su vida, tiene que salir a tomarse una horchata y no puede ser que yo esté 24 horas preguntando dónde está”, reflexiona.

Natalia también ha desarrollado un comportamiento de apego similar hacia su madre. Relata que en ocasiones ha contestado con un “no puedo” a las invitaciones de sus amigos.

“Y en verdad no es que no pudiese, es que me he vuelto superdependiente a mi madre”, confiesa la menor, a quien la DANA sorprendió sola en casa: “Tengo otra vez ese miedo de que me vuelva a pasar y esta vez no poder salir”.

Irina comenta el nerviosismo colectivo que produce el anuncio de cualquier lluvia, principalmente entre los más pequeños. “Los críos están más asustados, principalmente cuando ven caer dos gotas de agua”.

Ella misma lucha por asumir la idea de una nueva vida, más que un regreso a la normalidad. “Algo que le comenté a la psicóloga es que me da miedo no volver a ser la de antes y me contestó: ‘Es que tienes que empezar a asimilar que no vas a ser la de antes”.

El camino “imposible” hacia la normalidad

Milagro relata que su familia estaba “muy bien económicamente” antes de la DANA. Tenían un coche nuevo, habían reformado la casa, Francisco empezaba a recuperarse de la cirugía y ella  planeaba reabrir su joyería en noviembre de 2024 tras años de reunir las piezas y el mobiliario. Pero desde hace un año, ”todo ha cambiado radicalmente”.

“Mi vida ya no existe, mi forma de pensar no es la misma”, confiesa Milagro, quien ha pasado “de comprar la ropa en el Corte Inglés” a “comprar en Temu”.

Como prueba de sus palabras se quita uno de los zapatos blancos que calza. “8 euros” en el gigante asiático, asegura sonriente.

¿Volver a la normalidad? “Es imposible”, responde la vecina de La Torre. “Tienes que tener una expectativa de trabajo que, con mi edad, es inviable”.

Natalio ya no espera recuperar su patrimonio. “Me ha costado 34 años de trabajo. Si ahora tengo 51 años, simplemente no me va a dar”. 

Conrado Giménez Agrela, presidente de la Fundación Madrina, implicada en la respuesta a la DANA, asegura que “la emergencia bajó a todas las familias un escalafón en la pirámide social: personas con poder adquisitivo han caído en la pobreza, mientras que muchas familias vulnerables han quedado en la miseria”.

Los alcaldes de minicipios como Utiel o Aldaia aseguran que la culminación de la reconstrucción tomará años; el de Alfafar ha deslizado que incluso hasta 2029.

Irina Bravo, vecina de esa localidad, tiene un rosario de reclamos a la Administración: “No hay ni un parque para jugar con las criaturas, algunos niños siguen estudiado en barracones y cuando llueve sale el barro por las alcantarillas…¿Cómo puedes avanzar así?”

En el barrio El Raval de Algemesí no ha reabierto el colegio, ni el polideportivo. El único parque infantil ha sido devorado por la maleza y “los mosquitos pican a los niños”, señala un padre que camina con su hijo por el sector.

Las viviendas paralelas al río Magro, devastadas por la crecida, han sido ocupadas por personas sin hogar, a pesar de la orden de demolición que espera a ser ejecutada.

La DANA se juzga en calles y tribunales

Las manifestaciones se han sucedido ininterrumpidamente durante todo el año en múltiples muncipios de la Generalitat Valenciana.

Una de las últimas, convocada el 25 de octubre en el centro de Valencia, reunió a más de 50.000 personas para exigir la dimisión del presidente regional, Carlos Mazón (Partido Popular), a quien acusan de negligencia y lentitud el día de la tragedia.

Mazón estuvo ausente del comité de seguridad extraordinario por la DANA durante las horas más críticas de la emergencia, según se supo después, debido a una reunión con una periodista a la que le ofreció la dirección de la televisión estatal de Valencia.

El líder del Partido Popular llegó al comité de crisis cerca de las 19:30, cuando en algunos municipios ya habían desaparecidos y personas en los techos.

La alerta de la inundación sonó en los teléfonos de los valencianos a las 20:11, cuando más de la mitad de las víctimas estaban enterradas en el fango, según muestran múltiples análisis posteriores como el del diario ‘El País’.

La magistrada Nuria Ruiz Tobarra, conocida como ‘la jueza de la DANA’, instruye un proceso judicial en Catarroja en el que han declarado fuentes cercanas al Gobierno regional, como la exconsellera de Justicia y Emergencias, Salomé Pradas, y el ex secretario autonómico de Emergencias, Emilio Argüeso, ambos en calidad de investigados.

La periodista Maribel Vilaplana, que se reunió con Mazón el día de la DANA, está citada a declarar el 3 de noviembre.

Cosechar entre el fango

Si la DANA marcó a las familias valencianas, ellas intentan que no sea solo para mal.

Natalio reflexiona que tal vez sea momento de priorizar otras cosas.

“¿Trabajar para qué si lo puedes perder todo en un momento?”, pregunta con un chasquido de dedos, mientras se fuma un cigarrillo frente al portal de su edificio.

A Francisco y Milagro la tragedia los ha unido incluso más. “Yo creo  ha servido para tener más unión entre nosotros, le ha dado a la vida de pareja una dimensión diferente. Si antes con una mirada nos entendíamos, ahora no necesitamos ni mirarnos”.

* Pulzo.com se escribe con Z

Lee todas las noticias de mundo hoy aquí.