Esa asociación ha resultado fructífera en las antípodas de las tensiones de esas dos potencias en la Tierra, exacerbadas por las crisis en Siria o por la injerencia rusa en las elecciones estadounidenses en 2016.

El certificado de nacimiento de la ISS data del 29 de enero de 1998. Ese día, 16 países firmaron en Washington acuerdos de cooperación para diseñar, construir y utilizar el laboratorio en órbita. También participan en el programa la Unión Europea —con 11 países signatarios—, Japón, Canadá y Brasil.

El primer módulo, una estructura de 419 toneladas, fue puesto en órbita en noviembre de 1998.

“Creo que la asociación entre Estados Unidos y Rusia sobre la ISS ha estado a la altura de casi todas las expectativas”, estimó John Logsdon, exdirector del Washington Space Policy Institute.

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“Estados Unidos y Rusia son los dos países que operan la estación con un centro de control en Houston y uno cerca de Moscú”, explica.

De acuerdo con el experto, estos dos países han proporcionado 80 % de la estructura y de los equipos, principalmente Estados Unidos, aunque Rusia ha aportado elementos importantes.

Sin Soyuz no hay ISS

“La estación no habría podido funcionar durante los últimos siete años sin las naves rusas Soyuz” para transportar a los astronautas estadounidenses, rusos, japoneses y europeos que, en equipos de seis, han asegurado una presencia humana permanente a bordo.

Desde el final de su programa de transbordadores espaciales en 2011, Estados Unidos depende exclusivamente de las Soyuz para sus astronautas.

Washington paga 80 millones de dólares por asiento a la agencia espacial rusa, Roscosmos, mientras que las entidades estadounidenses —la NASA, Boeing y SpaceX— desarrollan sus propias naves de transporte, que deberían estar operativas desde 2019.

“Todo esto hace que la asociación entre Moscú y Washington sea esencial para que Estados Unidos mantenga la viabilidad de la estación” espacial, resume Logsdon.

Como los dos países se necesitan mutuamente, “erigieron un muro alrededor de la estación para evitar que los problemas políticos afecten esta asociación”.

Y eso parece funcionar bien, de acuerdo con Bill Barry, historiador de la agencia espacial estadounidense: “En la vida cotidiana, las relaciones de trabajo en la estación espacial son muy positivas” entre estadounidenses y rusos.

Incluso recuerda que la cooperación espacial entre ambos países se remonta a la Guerra Fría con un acuerdo en 1972 para un uso pacífico del espacio que permitió un vuelo conjunto Apollo-Soyuz en 1975.

Pero fue especialmente en la década de 1990,  después de la disolución de la Unión Soviética, que rusos y estadounidenses intensificaron sus relaciones en el sector aeroespacial, señaló Barry.

Rusia en Occidente

Para Estados Unidos, era un medio de integrar plenamente a Rusia en Occidente y alentar la democratización, mientras disuadía a Moscú de exportar tecnologías sensibles a Corea del Norte, Libia o Irán.

“Las razones detrás de la invitación a Rusia a unirse a la ISS son geopolíticas y técnicas, pues ese país tiene una gran experiencia en vuelos espaciales tripulados de larga duración”, dice Logsdon.

Rusos y estadounidenses esperan continuar su cooperación en la ISS hasta por lo menos 2024.

El funcionario de la NASA a cargo de la exploración tripulada del espacio, Bill Gerstenmaier, indicó la semana pasada al Congreso de Estados Unidos que la entrada en servicio en 2019 de las naves de transporte de astronautas de Boeing y de SpaceX no afectaría las relaciones ruso-estadounidenses en este programa.

“Las operaciones de la estación espacial aún requerirán la presencia de miembros de la tripulación rusos y estadounidenses, así como de las tres naves para transportarlos”, afirmó.

Otra señal de la voluntad de continuar con esta cooperación a largo plazo: estadounidenses y rusos anunciaron en septiembre un acuerdo de principio para cooperar en un programa llamado “Deep Space Gateway”, dirigido por la NASA, para construir la primera estación espacial alrededor de la Luna.

AFP