Por años se ha dicho que la política es dinámica y así como un candidato cambia de partido como si se tratara de una prenda de vestir, no ocurre lo mismo con esas obras emblemáticas en las regiones, que necesitan o se convierten en imprescindibles a punta de discursos populistas.

En Colombia, esa manía de prometer proyectos inviables o viables –pero que en el camino se roban los dineros para ejecutarlos– tristemente hace parte de la folclórica manera de hacer campaña electoral.

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El más reciente episodio lo protagonizó el candidato presidencial Gustavo Petro, el pasado domingo 6 de marzo, en plena plaza pública durante un acto de campaña en Barranquilla (Atlántico).

Allí, en medio del fragor por la multitud, el aspirante de izquierda soltó una perla que, más allá de calificar de populista o no, se convertirá en una de esas promesas de campaña que dará mucho de qué hablar.

En síntesis, Petro habló de un metro eléctrico elevado que conectaría las costas Pacífica y Caribe, a través de los puertos de Buenaventura (Valle) y de Barranquilla (Atlántico).

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“El proyecto arranca en el puerto de Buenaventura en el Pacífico y, a través de un tren elevado, moderno, eléctrico, vincula a Buenaventura con los puertos del Caribe, entre ellos Barranquilla”, dijo el líder de la Colombia Humana.

Petro no es el único que ha sido tentado por soltar propuestas relacionadas con megaproyectos de infraestructura y que a todas luces son consideradas populistas, no porque sean inviables, sino porque en el país se volvió tradición jugar con la ansiedad de las masas en torno a esas obras que tanto añoran.

Ocho décadas esperando el Metro de Bogotá

Metro de Bogotá
Metro de Bogotá

Basta citar el anunciado Metro de Bogotá. Pese a los estudios técnicos, financieros y de viabilidad que existen desde hace 80 años, apenas el año pasado empezaron las obras, y si las cosas salen como está previsto, solo hasta 2028 estará en funcionamiento la primera línea.

Antes de ese gran paso, la propuesta del Metro de Bogotá (cuyas dos líneas tendrán un costo de 26 billones de pesos) hizo parte de la promesa de campaña de varios alcaldes, pasando por el propio Gustavo Petro, Enrique Peñalosa, Samuel Moreno, Jaime Castro y Juan Martín Caicedo, solo por citar a algunos mandatarios.

¿Aeroescándalo?

Lo mismo sucede con otro proyecto de campaña que ha sido considerado como un elefante blanco por los propios ministros de Transporte: el aeropuerto de Palestina (Caldas) o más conocido como Aeropalestina o Aeropuerto del Café.

Lo triste es que, pese a los tropiezos técnicos y financieros que lo tienen frenado, varios gobiernos (Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos, Iván Duque) ya le inyectaron más de 250.000 millones de pesos, representados en un lote con terraplenes (rellenos de tierra para levantar el nivel).

El aeropuerto Santa Ana de Cartago

Aeropuerto de Cartago
Aeropuerto de Cartago

Otro caso absurdo con aeródromos sucede en el municipio de Cartago (Valle). Se trata de un aeropuerto con envidiables condiciones como ubicación, aeronavegabilidad y operación sin problemas climáticos.

Pese a todas esas virtudes, en la actualidad solo genera ingresos por el alquiler de bodegas o el uso de sus instalaciones para una escuela de aviación.

Ese aeropuerto lleva medio siglo intentando despegar y aunque en varios gobiernos (Uribe, Santos y Duque) le han inyectado recursos para el cerramiento, la instalación de luces, equipos de navegación y la adecuación de una sala para pasajeros, allí solo aterrizan las promesas de políticos en campaña.

De hecho, el actual senador liberal Mario Castaño Pérez, señalado por las autoridades de ser el cerebro de un entramado de corrupción consistente en coimas por jalonar proyectos en las regiones, habría viabilizado la entrega de otros 50.000 millones de pesos para el aeropuerto Santa Ana de Cartago.

Senador Mario Castaño Pérez
Senador Mario Castaño Pérez

A cambio de ese favor, varios dirigentes políticos de ese municipio enfilaron baterías para apoyar su reelección en el Congreso.

El ferrocarril del Pacífico

El corredor férreo que conectaría al puerto de Buenaventura (Valle) con el municipio de La Tebaida (Quindío) es una promesa que nació con el entonces presidente Andrés Pastrana y 24 años después sigue inconclusa con casi 150 millones de dólares invertidos.

Andrés Pastrana - Columna de opiniónAndrés Pastrana

Por ese proyecto de 498 kilómetros en vías férreas pasaron cuatro presidentes (Pastrana, Uribe, Santos y Duque), tres consorcios y decenas de inversionistas de Colombia, Estados Unidos, Israel, Bélgica y Suiza.

Nada de ello evitó el fracaso de una concesión que arrancó por 30 años desde 1998 y que por primera vez unía a paisas y vallunos en un mismo sueño.

El túnel de la vergüenza (La Línea)

En este caso no hay duda que el proyecto ya se está disfrutando, pero con algunos asteriscos: no era un túnel sino dos y la obra costó 1,2 billones de pesos, o sea, el doble de lo presupuestado.

Pese a ser considerado el proyecto de infraestructura vial más ambicioso, no estuvo ajeno a los típicos problemas de contratación en Colombia y por esos líos estuvieron en el ojo del huracán tres presidentes (Uribe, Santos, Duque) y cinco ministros del ramo, incluido el vicepresidente Germán Vargas Lleras, que prometieron concluirlo desde 2008.

Túnel de La Línea
Túnel de La Línea

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