Columna de opinión de Luis Guillermo Giraldo*

Recuérdese que el laberinto, algo que fascinaba a los antiguos y también a Borges, es sinónimo de una construcción con aleves pasadizos, demenciales caminos circulares, falsas puertas, enajenantes cruces de vías, adelantos y retrocesos que desorientan, diseñados para generarle a quien se hallare dentro de sus recovecos la confusión y el desánimo de una sin salida.  

Así hoy lo traten como a una prima donna de los comicios presidenciales, César Gaviria, en la actualidad, se encuentra en una posición política muy adentro de sus propios laberintos.

(Lea más de Luis Guillermo Giraldo: Petro, ¿un presidente sonámbulo?)

  • LABERINTO UNO: un pasado divisionista que resucita. El Gran Partido Liberal, incluso desde el siglo XIX, siempre tuvo dos tendencias: una hacia la izquierda y otra hacia la derecha. La situación más clara se dio con dos expresidentes del siglo pasado, Alfonso López Pumarejo a la izquierda y Eduardo Santos a la derecha. Pero mientras hubo pan y cocido, como dicen los españoles, es decir, ministerios, embajadas y demás, para unos y otros con una u otra tendencia en el gobierno, no existieron divisiones.

Como en este gobierno no hubo ni pan ni cocido, esos dos sectores han aflorado con fuerza. Los senadores con Federico y los representantes con Petro. Creo que hoy, como están las cosas, César Gaviria no logrará una real unión de voluntades y con ello superar esas dos sensibilidades.

César Gaviria con Gustavo Petro y Federico Gutiérrez
César Gaviria con Gustavo Petro y Federico Gutiérrez
  • LABERINTO DOS: la venganza de la Constituyente del 91. Convocada por César Gaviria, allí, en materia del régimen legal de los partidos, les abrieron las puertas a toda clase de colectividades políticas. Si la consigna fue la de diluir las mayorías liberales, Álvaro Gómez Hurtado y Antonio Navarro Wolff lo consiguieron: en un tiempo inmediato llegó hasta 49 el número de partidos legalizados. Su Constitución, la de Gaviria, fue fatal para el partido que ahora dirige el mismo expresidente.
  • LABERINTO TRES: lo sinuoso de Alejandro Gaviria. Aupado por el Partido Liberal como su candidato, la rara identidad política de este personaje, su no compromiso con su mentor, César, hizo que esa colectividad se quedara sin candidato.
Alejandro Gaviria y César Gaviria, 26 de julio de 2019. Foto: Partido Liberal
Alejandro Gaviria y César Gaviria, 26 de julio de 2019. Foto: Partido Liberal
  • LABERINTO CUATRO: el semáforo en rojo de Fajardo. Temeroso Sergio F. de perder con un Alejandro Gaviria patrocinado por el Liberalismo de César Gaviria, se opuso a su ingreso a la Coalición de la Esperanza. Fajardo, con eso, dio a entender que solo aceptaba maquinarias chiquitas o regionales, como las de Cristo y Amaya, o sea, las que no pusieran en peligro su triunfo interior. Falta de coherencia. Se la cobraron. Todo indica que ganó para dirigirse hacia la derrota.
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  • LABERINTO CINCO: La cerrazón de Iván Duque. Gaviria apoyó a Duque en la segunda vuelta. El posesionado configuró un gabinete aéreo, deletéreo y sidéreo, pensando que el Consejo de Ministros sería, sin más, algo así como una tertulia con sus amigos. Excluyó al liberalismo. Si acaso el ministro Carrasquilla les repartió mermelada, cuantiosa pero selectiva, a algunos congresistas liberales. Ahora Gaviria, César, les cobra a Duque y a su partido el desdén con que este los trató en estos cuatro años. Eso le cierra un poco las puertas para salir hacia el apoyo a Fico Gutiérrez.
Iván Duque y César Gaviria
Iván Duque y César Gaviria
  • LABERINTO SEIS: su propio gobierno. Gaviria fue un buen presidente, pero sus logros, sus banderas y lo esencial de “su” Constitución del 91, estarían muy amenazados si Petro fuera el presidente. Su pasado, el de Gaviria, y su legado, si es coherente, lo obligan a no poder salir del laberinto a través de la puerta Petro.
  • LABERINTO SIETE: las bases lo acorralan. Desde la elección presidencial del 2018, ya las encuestas mostraban que el 62 por ciento de quienes se decían liberales votarían por Petro. Volatilizado. En las consultas del 13 de marzo, este porcentaje debió de ser más elevado. Estos liberales repetirán su voto en la próxima primera vuelta, así no se apoye oficialmente al candidato de la izquierda.
  • LABERINTO OCHO: salida que no es salida. El dejar en libertad a los liberales para que voten por cualquiera de los ocho candidatos del tarjetón sería profundizar la capitis diminutio del liberalismo, e insistir en su vocación volátil, flotante, vaporosa, indefinida ideológicamente, indiferente ante las distintas y tan distanciadas propuestas de los candidatos.

¿Le da lo mismo Petro que Fico? ¿O Rodolfo igual a Milton e iguales estos a Luis Pérez? ¿Le resultan idénticas la izquierda y la derecha? ¿Y el centro también? Negativo mensaje. Es como si ese partido renunciara a la misión que es esencial a todo partido.

A estas alturas, Gaviria deberá estar preguntándose, con Spencer Johnson y su libro, es decir interrogándose: “Quién se ha llevado mi queso”. En este la vida como un laberinto. Y aquí la política más. Y el liberalismo y Gaviria hoy todavía más. Simpático y juvenil ese libro que trae un consejo: “Es más seguro buscar en el laberinto que quedarse en una situación sin queso”. Esa recomendación indicaría que lo peor para esa colectividad política sería dejar en libertad a sus seguidores, pues así Gaviria habría renunciado a continuar buscando en el laberinto. Y con ello arriesga a quedarse otros cuatro años sin el respectivo queso.

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.