El triunfo de este domingo de Gustavo Petro y Rodolfo Hernández en las elecciones presidenciales de Colombia confirmó lo que venían diciendo las encuestas sobre su ascendente aceptación entre el electorado, y también lo que venía sugiriendo la cada vez menos representativa estampa del expresidente Álvaro Uribe.

Sin rodeos, el resultado favorable de las elecciones para el candidato de la izquierda radical y el exalcalde de Bucaramanga implica necesariamente la derrota de la derecha en el país, de la cual ha sido epítome por muchos años el exmandatario. Petro y Uribe, irreconciliables enemigos, vienen enfrentándose desde hace años hasta con duros encontronazos cuando coincidieron como senadores en el Congreso.

Atrás quedó ese tiempo en que la voz de Uribe retumbaba, especialmente durante sus dos mandatos (2002-2010), y que también se hizo fuerte y muy incómoda en la férrea oposición que le hizo a Juan Manuel Santos (2010-2018), y cuyo eco se extendió hasta las elecciones de 2018, en las que hizo carrera eso de que muchos votarían por “el que diga Uribe”.

En las encuestas, su popularidad empezó a marcar una curva descendente, principalmente por el peso de su situación judicial en el pleito que tiene con el senador Iván Cepeda y por el cual pasó de acusador a acusado de manipular testigos, para luego ser llamado a juicio. También de conclusiones como la de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), que estableció que en Colombia hubo 6.402 casos de ejecuciones conocidas como falsos positivos entre 2002 y 2008, periodo de mandato de Uribe.

Uribismo no tenía candidato oficial y se quedó sin el más cercano

Algunos residuos de la influencia del también exsenador se extendieron hasta estas elecciones, al punto de que muchos aseguraron que Federico ‘Fico’ Gutiérrez era su candidato. El Centro Democrático, partido del expresidente, decidió que iría a los comicios representado por Óscar Iván Zuluaga, pero se desinfló muy pronto, se retiró y anunció su respaldo a Gutiérrez, lo que muchos leyeron como una posición de partido.

El Centro Democrático optó por mantenerse sin manifestar apoyo explícito a ningún candidato, y ‘Fico’ también mantuvo su distancia con ese conglomerado para que no lo relacionaran directamente con el expresidente, aunque siempre fue claro que muchos de sus militantes lo apoyaron.

(Vea también: ¿Traición? Integrante del Centro Democrático apoya al candidato Rodolfo Hernández)

La imagen de Uribe se había tornado tan incómoda que, cuando Zuluaga, el candidato de su partido, intentó ingresar a la Coalición Equipo por Colombia, algunos de los aspirantes de este grupo lo rechazaron temiendo que su llegada pudiera ser asociada por los electores con el arribo del expresidente a esa coalición. La consigna del equipo, conformado principalmente por exalcaldes, era que no los asociaran con la política tradicional, sino con la experiencia que ofrecían.

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En realidad, Uribe, que en los últimos 20 años se convirtió en la figura más influyente de la política colombiana, en el elector más importante debajo de cuya sombra decenas hacían fila para acomodarse y decir con orgullo que tenían su respaldo, así no fuera expreso, pasó a convertirse en la persona con la que nadie quería salir ni en fotografías. En la campaña para la primera vuelta, brilló por su absoluta ausencia.

El aislamiento de Uribe quedó simbolizado con sus prolongadas estancias en El Ubérrimo, en donde también pasó un tiempo detenido por orden judicial. El ambiente político del país, que tuvo graves expresiones como la del paro nacional, con jornadas violentas, forjó una situación en la que respiraron a pulmón henchido sus detractores y les dio aire para expeler expresiones en su contra.

Consciente de que las elecciones parlamentarias eran cruciales para su proyecto político, se animó a salir a las calles a repartir volantes. “He escrito desde el corazón unos renglones a mis compatriotas, y he empezado a repartirlos hoy personalmente […], invitando a mis compatriotas a que nos apoyen, […] a que luchemos por un país libre de violencia, libre de terroristas, […] libre de droga, […] libre de inequidad, que supere la pobreza, […] libre de politiquería, […] con libertad de empresa, […] con libertad de prensa. Resolvamos lo social sin revocar las libertades”, dijo en un establecimiento de Planeta Rica (Córdoba), a comienzos de año.

El resultado no fue el mejor. De principal fuerza política en el Congreso, el Centro Democrático pasó a ser uno de esos partidos de media tabla. El Pacto Histórico de Petro y el Partido Conservador se quedaron en el Senado con las bancadas mayoritarias (16 curules cada uno), seguidos por el Partido Liberal (15). Después quedó el Centro Democrático que obtuvo 14 curules, las mismas de la coalición Alianza Verde-Centro Esperanza. En la Cámara de Representantes ocurrió algo parecido: el Partido Liberal fue primero con 32 curules, seguido por el Pacto Histórico (25), el Partido Conservador (25), y después el Centro Democrático (16).

Eso no quiere decir que Uribe y sus huestes estén derrotados. Si bien el expresidente disfrutó, gracias a la modificación que hizo de la Constitución, de las mieles del poder durante ocho años, también sabe hacer oposición, y muy dura, como la que encabezó, también durante ocho años, contra Juan Manuel Santos. Su partido, muy disciplinado y monolítico, con seguridad sabrá moverse, bajo su dirección, en las agitadas aguas del Congreso para cerrarles el pasó a las iniciativas de Gustavo Petro o Rodolfo Hernández.

Así que no es por la llegada de uno de los dos aspirantes ganadores a la presidencia que Uribe puede perder el poder. Lo seguirá ejerciendo como lo ha hecho en los últimos meses: con discreción. Si ocurre, será por un cúmulo de circunstancias que el expresidente viene cargando como fardos. Es el devenir de la vida. Petro o Hernández, si mucho, podrían convertirse apenas en los broches de cierre de un capítulo en la historia de Colombia llamado Álvaro Uribe, cuyo talante no dejará que se resigne a dejar de luchar.