La andanada de Ochoa contra Diógenes Orjuela (CUT), Julio Roberto Gómez (CGT), Luis Miguel Morantes (CTC) y Nelson Alarcón (Fecode) incluye descalificar (y, por ahí derecho, poner en duda) el “liderazgo” de estos sindicalistas en las jornadas del paro que se adelantan desde el pasado 21 de noviembre en Colombia.

Ese “liderazgo” se lo “abrogaron” los integrantes de este “club de machos sesentones” que “llevan toda una vida disfrutando de las mieles del poder y del dinero que corre por sus venas”, dice Ochoa en su columna de El Tiempo.

Considera que Orjuela, Gómez, Morantes y Alarcón, a quienes mete en lo que denomina “el club de la pelea”, no representan a ninguno de los cinco grupos que, según ella, “se están jugando el pellejo legítimamente con las protestas: los jóvenes, las mujeres, los afros, los indígenas y los pobres”.

Y da unos datos que ponen en entredicho la representatividad de quienes presiden las agremiaciones sindicales más importantes del país: “Son una minoría desde todo punto de vista: los trabajadores sindicalizados son una quinta parte de los trabajadores formales del país, apenas una cuarta parte de los trabajadores del Estado y solo el 7 % de todos los trabajadores que hay en Colombia”.

Dentro de esa “minoría”, para Ochoa, los presidentes de las centrales obreras son “doblemente minoría”, porque sus salarios “son muy superiores al del resto de trabajadores sindicalizados, gracias a que forman parte de las juntas directivas de las cajas de compensación familiar, que remuneran generosamente a sus miembros de consejos”, y pone el ejemplo de Gómez y Cafam.

Lo que resulta paradójico desde esta óptica de Ochoa es que esos líderes sindicales son los que están sentados por estos días discutiendo con los empresarios y con el Gobierno cuál va a ser el salario mínimo de todos los colombianos.

Y desde esa perspectiva su actuación también debería ser sometida a revisión (o evaluación) porque esa discusión, asegura La República en su editorial, está en “decadencia”. Para probar esa afirmación, el diario económico ofrece el siguiente dato: “De 23 reuniones en igual número de años, solo se han puesto de acuerdo en cinco ocasiones”.

“El libreto siempre es el mismo: la Central Unitaria de Trabajadores, la Confederación General del Trabajo y la Confederación de Trabajadores de Colombia proponen dos dígitos de incremento, mientras que la Andi y Fenalco, dos gremios siempre presentes, se ciñen a la fórmula de la inflación proyectada más la productividad que siempre da un porcentaje tres veces inferior al que piden los trabajadores”, agrega el editorial de La República.

El diario especializado también advierte que “no hay concertación ni compromisos y siempre es la misma historia que por ser diciembre se olvida pronto hasta el nuevo año”, por lo que plantea modernizar la comisión que discute cada año el salario mínimo, lo que seguramente debería incluir —aunque no lo dice expresamente, pero se infiere— a los “viejos sesentones” integrantes del “club de la pelea” que ataca con tanta virulencia Ochoa.