Esta prohibición forma parte de una serie de nuevas reglas que prohíben asimismo los tatuajes y las uñas largas, según un portavoz de la asociación de sumo (JSA) contactado por la AFP. En Japón no resulta extraño que las empresas pidan a sus empleados trabajar afeitados.

Algunos luchadores supersticiosos rechazan abandonar el bigote, los collares, o la barba de tres días en los torneos, convencidos de que ello les dará suerte, pero la JSA no permitirá más esas prácticas.

“Los luchadores deben prestar atención a su higiene. Los responsables y los árbitros estarán vigilantes. La arena es sagrada y es importante que los espectadores no vean nada desagradable”, declaró a la prensa un responsable de la JSA, Oguruma, al término de una reunión de dirigentes.

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El sumo es la disciplina de mayor arraigo en Japón, cuyos orígenes se remontan a hace más de 2.000 años. Pero esa tradición supone a veces para el sumo críticas por la rigidez de las normas. La mujeres, por ejemplo, consideradas “impuras”, no están admitidas en el dojo, la superficie circular del combate, considerada un lugar sagrado.

La inflexibilidad del mundo del sumo en este punto desencadenó un escándalo el año pasado cuando mujeres médicos y enfermeras acudieron al dojo a socorrer a una persona. La asociación de sumo tuvo que pedir “sinceras disculpas” por haberles pedido que saliesen lo antes posible.

Kisenosato vs. Tochiozan
Kisenosato vs. Tochiozan / JIJI PRESS / AFP