Por: El Colombiano

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Este artículo fue curado por Santiago Avila   Oct 30, 2023 - 8:24 pm
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Cuando Luis Díaz nació el 13 de enero de 1997 en Barrancas (La Guajira), una población de 38.000 habitantes, en la que residen múltiples comunidades indígenas, pero que se han visto afectadas a través de la historia por el desplazamiento forzado, las disputas entre grupos ilegales, condiciones de vida extremas como el hambre, la falta de educación y las enfermedades debido a que está inmersa en la pobreza, su padre Luis Manuel iba ser quien direccionara sus pasos hacia el fútbol.

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Pese a la adversidad, desde muy pequeño su papá sabía que lo suyo sería el fútbol y que su vida iba a girar alrededor de un balón. Por eso asumió la tarea de enseñarle a jugar en su pueblo donde rápidamente empezó a mostrar destellos de calidad sobre los demás niños.

Bajo la atenta mirada de Luis Manuel, Lucho jugaba descalzo con el fuerte sol que encandila aquella zona, porque su papá sabía que eso le servía para aislar su pensamiento de la difícil situación económica que atravesaban.

En una entrevista con EL COLOMBIANO, en diciembre de 2021, Luis Manuel contó que había días en que su hijo solo pasaba con su barriga embuchada de agua, porque no tenían ni para comprar un huevo. Por eso, Luis Manuel le inculcó el amor por este deporte. Él era un entrenador de un equipo de niños entre los 5 y 14 años, lo llevaba a entrenar y veía cómo sobresalía entre los demás.

Era distinto a otros padres, ya que jamás le dio la espalda, siempre lo apoyó, lo llevaba a los entrenamientos y lo alentaba, sin dudas de que ese chico iba a llegar muy lejos. Gracias a la admiración de Luis Manuel por el brasileño Ronaldinho, Lucho heredó ese gusto y pasaba horas enteras afuera de la casa tratando de imitar sus gambetas.

Por fin, en 2015, su papá sería testigo de cómo les iba a cambiar la vida, cuando Lucho tenía 18 años. Se anunció un torneo de equipos indígenas de toda Colombia donde se elegiría al seleccionado nacional que haría parte de la Copa América de pueblos indígenas.

Su padre vio allí la gran oportunidad de que Lucho se diera a conocer y le insistió para que ingresara al equipo de fútbol wayuu. “Era una oportunidad inmejorable y no la desaprovechó”, contó emocionado Luis Manuel en el diálogo que sostuvo con este diario en diciembre de 2021.

Además, recordó que con unos cuantos regates y su velocidad deslumbró al cuerpo técnico liderado por Carlos ‘El Pibe’ Valderrama, quien fue el encargado de escoger a los representantes que jugarían el torneo.

“El Pibe me dijo que mi pelao era distinto, que él después de tantos años de fútbol reconocía cuando había un talento diferente. También me manifestó que le recordaba mucho a sus inicios en Pescaíto”, contó Luis Manuel, quien lo acompañó a todos los partidos y veía que el Pibe no se había equivocado, porque su hijo de inmediato sobresalió y terminó como uno de los mejores jugadores gracias a sus grandes actuaciones.

En ese momento, Luis Manuel le dijo a Lucho que no podía dejar pasar una oportunidad tan grande de mostrarse a nivel internacional. Aunque no era un torneo muy reconocido podía servirle de trampolín para cosas más importantes a futuro. Así que le insistió para que mantuviera ese pensamiento y lo demostrara en la cancha. Con ese respaldo de su padre, desde el primer momento empezó a marcar diferencia con respecto a los demás jugadores, tanto compañeros como rivales, anotando cuatro goles en cinco partidos y saliendo subcampeón. Perdieron la final con la selección paraguaya.

A Luis Manuel le tocó pasar ese trago amargo con él, porque Lucho quería ser campeón; fue un momento muy duro para su carrera ya que conoció la derrota teniendo muy cerca la gloria.

Con la ayuda del Pibe Valderrama, Luis Manuel lo llevó al Junior, equipo que lo envió a la filial, el Barranquilla Fútbol Club. Era otro gran paso hacia su sueño y su padre lo daba con él.

Ya en ese club, Luis Díaz pudo empezar a devolverle a su papá y a su mamá lo que habían hecho por él, colaborándoles con dinero y atrás quedaron los días en los que su nevera estaba vacía.

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El esfuerzo y la dedicación de su padre ya estaban dando sus frutos y el 14 de mayo de 2016, Luis anotó su primer gol como profesional frente al Cúcuta. Además, fuera de las canchas conoció a Geraldine Ponce, quien se convirtió en su inseparable compañera de viaje. Una mujer que le cayó muy bien a su papá, por lo que él mismo le insistió que se diera una oportunidad con ella para formar una familia.

En poco tiempo, ese niño que creció entre canchas de lodo y arena, entre inseguridad y muchas carencias, logró lo que todo futbolista quiere: ir a Europa.

Pero hoy Lucho está triste, porque su compañero incansable de la vida, su padre, afronta la crueldad del secuestro, y lo necesita para seguir dándole alegrías a Colombia con su fútbol y goles.

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