Fue uno de los delanteros brasileños con más talento y potencia del Siglo XXI. Sin embargo, tuvo varios problemas personales y no se pudo consolidar como uno de los mejores del mundo. Su vida cambió luego de la muerte de su padre y aunque varios intentaron ayudarlo no pudo cambiar el rumbo de su vida.

Adriano creció en una favela de Río de Janeiro y desde niño vivió momentos difíciles. A los 10 años hubo unos disparos y una de las balas terminó en la cabeza de Almir Ribeiro, papá del futbolista. Eso cambió su vida, trabajó lustrando zapatos y mantuvo intacto el sueño de jugar fútbol. La mamá de Adriano empezó a vender dulces para ganar un dinero extra y así pudo pagar la escuela del Flamengo donde empezó a jugar el joven talentoso.

Con solo 18 años debutó en el Flamengo y rápidamente en 2001 lo fichó el Inter de Milán. Luego de 6 meses, y unos pocos partidos, lo cedieron a la Fiorentina y posteriormente al Parma para que terminara de formarse. Con este último club vivió un excelente año y medio al marcar 26 goles. Para comienzo de 2004 el Inter de Milán lo quiso de vuelta y debió pagar cerca de 20 millones de euros al Parma que era copropietario de los derechos deportivos.

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El brasileño se acomodó rápidamente al equipo y empezó a marcar goles en un Inter que terminó cuarto en la Serie A. Dicen que su papá estaba muy pendiente de él, incluso alguna vez Javier Zanetti recordó que lo “vigilaba”. Todo en el buen sentido de la palabra, pues buscaba que su hijo siguiera un camino correcto. A mitad de 2004 se coronó campeón de la Copa América en Perú siendo el goleador del torneo con 7 anotaciones.

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Con solo 22 años ya era uno de los mejores delanteros del mundo. En julio regresó al Inter de Milán para la pretemporada. Allí se encontró con Iván Ramiro Córdoba que ya era un referente del club luego de 5 años de estadía. El plantel estaba lleno de sudamericanos: Fabián Carini, Nicolás Burdisso, Javier Zanetti, Zé Maria, Esteban Cambiasso, Juan Sebastián Verón, ‘Kily’ González y Álvaro Recoba.

Apenas iniciaba agosto y Adriano se encontraba en Bari con el equipo: “Estaba en el autobús con mis compañeros de equipo, y mi teléfono celular sonó: ‘Papá Almir está muerto’. Pensé que era una pesadilla. Esperaba que fuera así. No puedo describir mi desesperación en ese momento. Nunca he sentido un dolor tan horrible e insoportable en mi vida”, recordó Adriano en una carta que escribió para la página web del Inter en 2020.

Almir Ribeiro vivía en un apartamento de Río de Janeiro y lo encontró la mamá de Adriano, su muerte fue por causas naturales y solo tenía 45 años. “Después de ese día, Moratti (presidente del Inter) y yo decidimos acogerlo como un hermano y protegerlo. Durante ese tiempo siguió jugando, marcando y dedicándoselos a su padre mirando al cielo y rezando”, dijo alguna vez el ‘Pupi’ Zanetti. Para el delantero fue la mejor temporada en su carrera al anotar 28 goles.

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Pero no todo era color de rosa: “La muerte de mi padre me dejó un vacío enorme, acabé sintiéndome muy solo y me aislé cuando murió. Fue lo peor. Me vi solo, triste y deprimido en Italia, y es cuando empecé a beber. Solo me sentía feliz bebiendo, todas las noches. Bebía todo lo que me ponían delante: vino, whisky, vodka, cerveza”. Adriano llegaba borracho al entrenamiento y tenían que mandarlo a dormir a la enfermería y decirles a los medios de comunicación que tenía dolores musculares.

Una noche Iván Ramiro Córdoba fue compañero de habitación de Adriano. El colombiano le recordó lo gran jugador que era, hasta lo definió como “una mezcla entre Ronaldo y Zlatan Ibrahimović. Incluso el propio Ronaldo se lo quiso llevar al Real Madrid y el delantero sueco alguna vez dijo que a Adriano “era imposible quitarle el balón”. Córdoba quiso hacerle ver que podría ser le mejor jugador del mundo si se lo proponía.

A pesar de todos estos intentos, el nivel de Adriano fue bajando paulatinamente. Las discusiones con Roberto Mancini eran insostenibles y en 2008 se marchó a Sao Paulo donde volvió su poder goleador. Regresó al Inter de Milán de José Mourinho, pero jamás pudo volver a ser como ese joven de 22 años que cuidaba Almir Ribeiro. El futbolista continuó su carrera en Brasil y acaparando portadas no por su juego sino por sus escándalos.

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