La tecnología ha permitido que hoy en día el tomar fotografías de los sitios a donde viajamos sea muchísimo más sencillo, al punto de poder llegar a registrar lugares donde anteriormente parecía imposible llevar una cámara.

Los dispositivos fotográficos antiguos era muy grandes, pesados, complicados de usar y tomaba mucho tiempo poder ver las fotografías. Además, se necesitaba un experto para manejarla, por lo que la gente del común no podía cargar una para donde fuera.

Fotografía
Turistas posando para una fotografía en 1905 / Getty

Es decir, si usted viajaba a París a tomarse una fotografía en los Campos Elíseos, la cámara con la que registrara el momento no iba a ser la suya y mucho menos iba tomarse una selfi.

En las calles de las ciudades, principalmente en los sitios turísticos, se congregaban fotógrafos que ofrecían su trabajo para que las personas pudieran llevarse su registro gráfico pertinente a cambio de algunas monedas.

Pasó el tiempo y las cámaras se fueron haciendo más y más pequeñas, más sencillas para usar, pero igualmente tenían sus complicaciones.

Empezaron a venderse las cámaras compactas (en su momento siendo excesivamente costosas) para que la gente pudieran tomar sus propias fotos sin necesidad de un conocimiento amplio en fotografía.

Estas continuaban con un problema mayúsculo: el rollo. Este limitaba la cantidad de fotografías que uno podría tomar y si se acababa y no llevaba otro en la maleta, sus registros del viaje habían terminado.

Por supuesto, después tocaba ir a algún sitio especializado en revelar, pagar, y después regresar a la tienda a recoger las fotografías.

Existía un riesgo, que alguna de estas se dañara en el proceso químico, y si esto ocurría estaba perdida para siempre. ¡Como sufrían aquellos a los que su mejor imagen se destruía!

Hoy en día, en especial para las nuevas generaciones, toda esta historia parece irrisoria. Los teléfonos celulares son la ‘cámara’ de viaje de la gran mayoría de personas y ofrece la posibilidad de compartirlas en tiempo real con sus amigos a través de las redes sociales, subirlas a la ‘nube’ (es mejor realizar copias por si acaso) e incluso tomarse selfis.

Sin embargo, la segunda década del siglo XXI ha traído mejoras en las cámaras tradicionales, haciéndolas cada vez más pequeñas, como las que se usan para deportes extremos, y mucho más económicas y accesibles.

Si usted es un fotógrafo aficionado o profesional, y quiere mostrar los sitios que visitó más allá de las redes sociales de sus papás y amigos, las cámaras compactas son ideales para su travesía.

Hay muchas opciones para esto, y elegir la correcta a veces puede llegar a ser complicado. Sin embargo, solamente hay que pensar que es lo que usted quiere mostrar (paisajes sencillos, monumentos, o acción mientras realiza deportes extremos, por ejemplo), cuanto es su presupuesto y el espacio disponible en la maleta.