Santa Marta es uno de los destinos favoritos por parte de los colombianos y extranjeros cuando es temporada de vacaciones, pues sus playas, lugares turísticos, hoteles de lujo y demás la hacen una de las ciudades más llamativas para visitar.
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Sin embargo, en una de las mejores zonas de la ciudad, cerca al aeropuerto, al centro y con múltiples vías de acceso se encuentra el edificio Lagomar, una construcción que tenía una gran proyección para ser uno de los mejores proyectos de la costa atlántica colombiana, pero múltiples problemas de planeación, judiciales y demás hicieron que nunca se terminara.
Esta construcción llama la atención, principalmente, por su pintura deteriorada, por los apartamentos sin ventanas y porque el piso 14, el último, nunca se terminó y, aunque parece una edificación abandonada, actualmente hay varias familias que viven allí, especialmente de nacionalidad venezolana.
Estas familias están bien en ese lugar, dentro de lo posible, pero hay otras personas que la pasan muy mal y terminan quitándose la vida, aunque está la duda de si es por tristeza por la crisis económica, situaciones que ocurren dentro del edificio o, explican, producto de los “espíritus chocarreros” que deja la santería, según le confirmaron algunos residentes a BBC.
“Aquí nadie está tirando gente por las ventanas. Lo que pasa es que la gente está sufriendo depresión por la situación económica que está pasando“, dijo Yaneth Parra, administradora del edificio, al medio británico.
Sin embargo, más allá de este problema, lo que realmente les preocupa a los ocupantes de este edificio es estar en el centro de atención, ya que les da miedo que lleguen las autoridades y los saquen, los capturen o los deporten.
Pese a que por fuera no se ve bien e incluso parece abandonado, por dentro es como un edificio normal, según explicó la administradora, ya que hay niños jugando en los pasillos, personas mayores pasando sus horas con juegos de mesa, televisores a alto volumen, música y más.
Por otro lado, cabe destacar que en apenas pocos metros hay un encuentro social y económico importante, ya que justo al frente de ese edificio hay unas lujosas casas con varias de las familias con más dinero de la ciudad, quienes construyeron un muro para que no se presenten casos de inseguridad.
Ante esto, Parra le dijo al medio: “La única diferencia con esas cabañas que tú ves ahí es que la gente es rica. Pero si acá somos malandros, al frente son malandros de cuello blanco. Ellos también ponen su música a todo timbal, igual que nosotros”.
Por qué nunca se terminó el edificio Lagomar
Según publicó BBC, el problema venía desde 1950, cuando el gobierno comenzó a impulsar el desarrollo turístico en esta zona y afectó directamente a los indígenas que bajaban desde la Sierra Nevada para conseguir sal.
Luego, en los 90 dejó de ser del gobierno para pasar a ser de privados, causando una ola de violencia por ver a quién le pertenecía cada espacio. De hecho, a hoy aún no se sabe con exactitud de quién es cada metro, por lo que muchos edificios más también se comienzan pero no se terminan.
En el caso específico de Lagomar, la administradora explicó que “alrededor del año 2002 el edificio fue embargado por una supuesta estafa de los primeros constructores a los inversionistas, luego entró en innumerables vericuetos legales y nunca se pudo terminar”.
Finalmente, Parra explicó que luego de varios asuntos legales, los propietarios pudieron hacerse con su apartamento y, aunque nunca se aparecen para conocer a sus inquilinos, son los que arriendan esos espacios a las familias que actualmente viven allí.
Situaciones extrañas que se viven en el edificio Lagomar
Por otro lado, algunos residentes dicen que pasan cosas extrañas allí adentro, por lo que muchos no aguantan y prefieren irse a otro lado.
Por ejemplo, BBC se contactó con una mujer venezolana que vivió durante la pandemia allí, pagando apenas 300.000 pesos mensuales, quien aseguró: “Ahí es tranquilo vivir, la gente tiene problemas de vecinos, del agua, de los servicios, de pagos, hasta hubo riñas, pero en general no es nada fuera de lo común“.
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No obstante, cuando su hijo creció, comenzó a llorar y a decir que habían cosas que lo asustaban, cosas que ella no percibía, así que cuando la situación se volvió recurrente simplemente cogió sus cosas y se fue.
“Es un sitio que no debería ser habitado, porque ahí pasan cosas muy raras. La verdad es que en un momento entré en crisis. Me daba el miedo que el niño se tirara por la ventana”, concluyó la mujer.
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