[…] en España. Diez minutos de juego y un gol fueron suficientes para que intentaran destrozar su moral.

Seguro no lo lograron. A Falcao García se le ve un hombre impetuoso, aguerrido, grandioso. Poderoso. Hecho en roca y forjado a punta de una inmensa fe, del tamaño de un “granito de mostaza”. Suficiente.

Obstáculos en su carrera deportiva, que se creían imposible de superar, fueron vencidos con sabiduría, paciencia y creencia cristiana. Creencia en Dios.

Hace 7 años, en un partido en Francia, un futbolista se llevó la rodilla izquierda de Falcao, provocándole una de las más difíciles lesiones de un futbolista: rotura de ligamento cruzado anterior.

Se perdió el Mundial de Brasil del año 2014. Pasó de ser catalogado el mejor ‘9’ del mundo a ser llamado exfutbolista.  Y él, ahí en silencio y con la fortaleza que solo un grande puede tener, volvió a rugir en las canchas y hoy, no solamente sigue haciendo historia en la Selección Colombia, también es el líder del Rayo Vallecano.

Pero volver a la cima le costó. Así no lo diga. Así no lo demuestre. Así lo cargue en su inmenso corazón.

Y es que un deportista de alto rendimiento puede ser, irónicamente, muy frágil. Largas jornadas de entrenamiento, tiempo alargado de recuperación, rígida alimentación, peso vigilado, sueño controlado. Su cuerpo y su mente, su propia máquina laboral que debe cuidar, proteger, conservar. Que debe preparar. Que se desgasta con el uso y, más, con el abuso. Pero que algunos le dan alargue, por más años que tengan, hasta sacarle el último brillo.

Ahí está Falcao. Con sus años y sigue en pie con esa bomba de talento y la templanza de su corazón. Por eso, no importa si tiene 35 años o más. ¿Y es que a quién no le pasa el tiempo? No se pretende negar que con los años nuestro cuerpo envejece y pasa factura; en algunos casos, con cargos extras. Y en otros, en cambio, se ve con reservas de gasolina y hasta de aceite.

A un deportista le pasa igual y hasta más. Su cuerpo es tu templo. Con los años, nos volvemos menos veloces, más vulnerables a lesiones, menos reactivos; pero con una experiencia y madurez mental capaz de superar los obstáculos físicos.

Como ven, el problema entonces no es Falcao. El grave error es el ´árbitro´ que está juzgando. El que se arremete a criticar desde un banco o desde una silla. Quien no ha sido atleta de alto rendimiento, y solo conoce el deporte por medio del olfato y no del sabor, no conoce lo que realmente es ser atleta.

Cortesía
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En el deporte se gana y se pierde. Se avanza. O se declina. Pero también se sufre, se llora, se encarniza. En el deporte se suda y se derrama la sangre.

Un deportista es lucha constante, es dolor, es fortaleza y también debilidad. Es sacrificio. Es vehemencia.

Por eso, la familia, la hinchada y los propios periodistas o comentaristas deben es reconocer, animar, avivar. Alagar. Se sale a una cancha, a una pista, a un rodeo, a un cuadrilátero o a un rin a entregar el último de los suspiros. Y no propiamente por la Nación; sino por el deseo propio. Quien es o ha sido deportista de alto rendimiento lo hace es por amor, pasión y disciplina; de lo contrario, sería un masoquista en pleno combate.

Entonces, lo que menos merece mi admirado Falcao es felicitaciones: por su entrega, el compromiso, el respeto a los equipos que llega, su impecable responsabilidad con su vida deportiva, familiar y pública. Un caballero en la cancha y fuera de ella.

Defiendo y me solidarizo con el Tigre, al igual que con quienes son o han sido deportistas de alto rendimiento y son calificados brutalmente por su edad.

Alago a los deportistas que siguen en pie sin importar la crítica deportiva, la crítica que acaba, que ensucia, que te desborona, que te hace caer. Ellos nos inspiran.

Estoy segura de que como a Falcao, quien los mantiene en pie es Dios. Su creencia en Él y en esa fe indestructible.

Tigre Falcao Gracias por ser instrumento de Dios y dejarnos ver que la fe sí mueve montañas. Que sigas derramando rugidos en la cancha y fuera de ella.

Eres ejemplo de familia, de misericordia, de cordura. Que sigas siendo un ídolo y que cuando seas una leyenda recuerdes que tienes la gracia: la gracia de Dios.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.