La tercera novela de Jesmyn Ward, ‘La canción de los vivos y los muertos’, (Sexto Piso, 2018) cuyo nombre original es: “Sing, Unburied, Sing”, la llevó a ganar por segunda vez el National Book Award, siendo la primera mujer en recibirlo dos veces en la categoría de ficción. La primera vez fue con ‘Quedan los huesos’ (2011), una novela autobiográfica inspirada en su hermano, asesinado en un accidente de tráfico por un conductor borracho y su grupo de amigos.

Ward es una escritora cuya calidad literaria, mezcla de sencillez, juegos de palabras, amenidad en el relato de un conflicto racial transversal a todo el libro, hace que se despierten las emociones y sienta uno como si una película estuviera pasando con cada letra leída. Pero, increíblemente, ella es una escritora desconocida a nivel latinoamericano y mundial, como sucede con muchos de los de su raza. Y sí, estoy atribuyendo ese ser ignorada al racismo que aún nos carcome como sociedad. En 2017 fueron ella y Margaret Atwood quienes ganaron, ambas, el National Book Award, pero solo fue a Margaret Atwood – a quien admiro, por supuesto, a quien resaltaron los medios en las noticias.

Jesmyn Ward nació en un pequeño poblado rural, DeLisle, en Misisipi, muy similar al escenario de la obra que reseño. Como sus novelas anteriores, nos encontramos ante una obra intimista, en donde se ve retratado el entorno familiar y rural que seguramente rodeo su niñez. ​

Jesmyn tiene esa doble cualidad de ser académica de la literatura (es Licenciada en Lengua Inglesa y Master of Arts en Medios y Comunicación de la Universidad de Stanford, además de Master of Fine Arts en Escritura Creativa de la Universidad de Michigan) y de ser una narradora formidable. Esa mezcla de teoría y práctica literaria, que además ejerce a través de la docencia en la Universidad de Tulane y anteriormente en la Universidad de New Orleans, es definitivamente garantía de una calidad literaria excepcional.

En la novela en cuestión, Jojo, un chico de 13 años, y su hermana menor Kayla, son hijos de una unión interracial entre Leonie y Michael y viven con sus abuelos maternos negros (Pá y Má) en una granja en la costa del Golfo de Misisipi. El padre blanco, Michael, cuya familia ha rechazado esa unión y todo lo que de ella derive – incluyendo los hijos, se encuentra en la cárcel (Parchman Farm), el mismo centro reclusorio en donde Pá fue injustamente recluido en el pasado.

La madre de Jojo y Kayla, Leonie, un ser lejano, sin instinto maternal alguno, cuya existencia está marcada por la ausencia de su hermano Given, asesinado años atrás en una trifulca de bar, vive con ellos, aunque en la práctica es como si estuviera ausente, hasta que definitivamente lo está. El padre de Jojo y Kayla, se encuentra ad portas de salir de la prisión y Leonie emprende un viaje con los niños para recogerlo. Un viaje sin duda azaroso, en donde la convivencia se convertirá en un reto, en donde enfrentarán el racismo policial, y en donde sus vidas interiores quedarán en carne viva, con todo lo bueno y lo malo que ello signifique, y en donde Jojo conocerá la magia de la mano de Richie, un muchacho triste y taciturno del que aprenderá a reconocer su esencia como raza y como individuo.

Las voces de los personajes son realmente sorprendentes, Jojo, el niño que se va convirtiendo en adolescente, la madre Leonie, Má y Pá (los abuelos), Richard, Michael, están tan bien construidas que uno se pregunta si es posible que cada una de ellas haya sido escrita por la misma persona. Diferenciadas, magistrales, encontramos de un lado la ternura de Jojo, su amor protector por su hermana menor Kayla (Micaela), su descubrimiento del mundo y de los muertos, su inocencia, su descubrimiento de la sensación de abandono, la conciencia del pasado de la esclavitud de su raza; y de otro lado la voz de Leonie, de una dureza sin igual, sin instinto maternal alguno, con un trauma no superado por la muerte de su hermano Given, a quien ve en todas partes, capaz de sentir amor solo por el padre de sus hijos, Michael. Y Richie, ese personaje adolescente que aparece en la segunda mitad del libro, un cantor de la vida, un mago, un observador de la naturaleza y del entorno, un personaje que termina haciéndose indispensable en el bello final de la historia.

Es grato saber que en Estados Unidos no se producen solamente trompadas. Es grato saber que existen personas que como Ward, una preciosa mujer, nos hacen conservar la esperanza.

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