En estos días en que se están reabriendo nuevamente los sectores económicos, no he podido dejar de pensar en los libros, las editoriales y las librerías. La desabrida FILBO que hizo su mejor esfuerzo por llegar a los hogares colombianos, me dejó ávida de literatura nórdica pero no sació mi ansiedad, y peor aún, los anuncios del recorte del personal destinado a contenidos y programación cultural de dicha feria, me ha turbado profundamente.

Como estoy convencida de que los libros son los que lo escogen a uno – por esas cosas energéticas del universo, los momentos exactos en que las cosas deben pasar y los aprendizajes -, llegaron a mis manos en la misma semana la novela distópica ‘Farenheit 451 (1953) de Ray Bradbury y ‘Con los libreros en Cuba’ (2020) del entrañable librero Álvaro Castillo Granada. Sobre el libro de Álvaro, ya tendré oportunidad de hacer una próxima reseña, pues se trata de unos hermosos relatos que aún sigo leyendo, sobre esos “destineros”, mensajeros y guardianes, en suma, unos ángeles de los libros.

Por lo pronto vamos a ‘Farenheit 451’. Su autor, Ray Bradbury (Waukegan, 1920 – Los Angeles, 2012)​ era un escritor estadounidense de ficción, ciencia terror, ficción, suspenso, misterio, terror, todo al tiempo. Autodidacta – no pudo ir a la universidad por motivos económicos pero se nutrió de todos los libros que pudo leer en las bibliotecas públicas – escribió las famosas ‘Crónicas Marcianas’ (1950) y esta que reseño, además de un sinnúmero de cuentos, relatos, obras de teatro, etc.

Más allá de sus cinematográficas ficciones, estamos frente a un narrador con propósitos morales, y él lo supo y reconoció. Nadie pasa por sus obras y sale indemne. Sus narraciones, generalmente breves, impactan, sellan, marcan, metafísica y moralmente, sin siquiera sentir dolor. Es como una inyección bien puesta después de una palmada: ni se siente porque la palmada dolió más. Así estamos: Después de la experiencia del confinamiento pandémico, ‘Farenheit 451’ nos devuelve a lo esencial: el derecho a disentir, el derecho a las segundas versiones que no son la Versión Oficial de la realidad.

No sé qué hubiera hecho en este confinamiento sin los libros. Sin los periódicos. Sin las Letras. Por eso, cuando uno lee ‘Farenheit 451’ no puede sentir menos que angustia metafísica, y hasta física, de simplemente imaginarse un mundo, no solo sin libros sino donde quien los tiene, es penalizado brutalmente. El mismo Bradbury nos cuenta que la inspiración primigenia de su libro fue un cuento titulado ‘El Peatón’ que ninguna editorial quiso inicialmente publicar, pues se trataba de la tortuosa historia de un mundo en donde las personas tenían prohibido caminar, y hacerlo era ferozmente sancionado. Así que cambió el “caminar” por el “poseer y leer libros”.

Montag es un bombero cuyo destino es aplicar el castigo divino a quienes poseen libros. Pertenece a la brigada No. 451 llamada así porque esa es la temperatura, en grados Farenheit, a la que combustiona el papel. Su función de bombero no es apagar incendios. Es crearlos para destruir lo más preciado de sus dueños: sus libros y sus casas y, de paso, sus vidas.

Los personajes de la esperanza desfilan por el corto tiempo narrado en esta novela breve: su vecina Clarisse es quien le abre los ojos a Montag sobre la verdadera realidad de los bomberos y los libros; el jubilado profesor Faber es quien le enseña que lo que se abandona, se olvida, de lo que él mismo fue testigo cuando en el mundo sencillamente la gente abandonó la lectura; le enseña que lo importante no son los libros sino lo que ellos contienen: un buen libro es el mejor reflejo de la vida;  Y hasta el capitán Beatty, jefe de Montag, de quien presumimos fue un lector en la sombra hasta su muerte, al elegir su destino final rinde un homenaje a quienes deciden abandonar la oficialidad -él lo hace con su muerte- y las versiones únicas.

La obra de Bradbury ha sido clasificada dentro del realismo épico, esa literatura en donde seres humanos ordinarios, viviendo su vida corriente, se enfrentan a acontecimientos extraordinarios, enfrentándolos con heroísmo haciendo de su vida o del acontecimiento, una verdadera epopeya, usualmente ubicados en mundos irreales, estilo ‘La guerra de los dos mundos’ de H.G. Wells, o películas como ‘Kill Bill’ de Quentin Tarantino.

“En mis obras no he tratado de hacer predicciones acerca del futuro, sino avisos. Es curioso, en mi país cada vez que surgía un problema de censura salía a relucir como paradigma de la libertad Fahrenheit 451. Los intelectuales, ya sean de derechas o de izquierdas, siempre tienen miedo a lo fantástico porque les parece tan real ese mundo que creen que estás intentando engañar y, evidentemente, así es.”, nos dice el escritor.

La novela de Bradbury fue objeto de un filme de Truffaut en 1966, el único que el director francés filmó en inglés, protagonizada por Oskar Werner en el papel de Montag. En la película es aún más evidente cómo el gobierno fomenta un estado de felicidad, y sentencia que leer impide ser felices porque llena de angustia al tener 2 versiones o interpretaciones de la misma realidad: el pensamiento, el análisis y el cuestionamiento, se erigen en los mayores obstáculos para la felicidad. Algo muy parecido a entrar a Twitter a disentir de la versión oficial: puedes salir quemado.

En 2018, HBO hizo una adaptación del libro que están transmitiendo por estos días en HBO Signature y HD, y que vale la pena ver, no desde la perspectiva de la fidelidad hacia la novela – que no lo es -, pero si desde el punto de vista del mensaje moral – que es el mismo – para una sociedad del futuro próximo, más cercano de lo que creemos.

No tenemos acá al “Gran Hermano” de Orwell en 1984, pero tenemos al Escuadrón Farenheit 451. La película fue dirigida por Ramin Bahrani y protagonizada por Michael B. Jordan (sí, el mismo deportista que conocemos) y Michael Shannon. En ella, Mildred es reemplazada por una traicionera computadora de nombre Yuxie y eso sí, es de lamentar la ausencia del profesor Faber, mentor y pilar fundamental de Montag en la novela original de Bradbury. A cambio nos crean un personaje nuevo: EL OMNIS. Y no les cuento más. Sólo les digo: léanse el libro y véanse las películas. No habrá mayor reflexión posible y no saldrán intactos: saldrán mejorados.

Columnas anteriores

La mirada de Conchita Montenegro: Hollywood y la Segunda Guerra Mundial

Leonardo Padura y lo duro del paso del tiempo

Elvira Sastre y la poesía en tiempos de coronavirus

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.