Pensaba en esto cuando me llegó el más reciente libro de Mario Mendoza, ‘Bitácora del naufragio’. Mendoza es sin duda el gran intelectual de nuestros tiempos, y en un futuro, el referente histórico de estos convulsionados años. Su libro inicia con un retrato tan completo y exacto de este año de encierro, que nos hace caer en cuenta de nuestra impermanencia sobre la faz de la tierra. 

El autor nos dice en unos de esos párrafos musicales y descarnados, sobre un científico ruso que vive en Estados Unidos, llamado Peter Turchin, quien pronosticó con eficiencia científica eventos futuros como los que está pasando actualmente en el mundo. Colombia no es la excepción.

Su análisis, me revela cómo la toma del Congreso en Washington es tan solo el inicio de una vuelta en U que está haciendo la humanidad. “Un auténtico cataclismo social…”. Pareciera una película, pero no lo es.

“Difícil no pensar en las predicciones de Turchin viendo a los Proud boys y a sus secuaces ingresando a las malas en las oficinas de los congresistas, ondeando la bandera confederada (que evoca antiguos privilegios de la raza blanca en los estados sureños) y agarrándose a puñetazos y patadas con los agentes que intentaban detenerlos. Una horda de salvajes comandada por un narcisista patológico. Pandillas de enajenados dirigidas por un paciente psiquiátrico en la supuesta democracia más sólida del planeta. Un espectáculo decadente que confirma el punto de inflexión: estamos cayendo ya en el vacío.  No nos encontramos al borde de un abismo, no, sino que soltamos nuestro último asidero y estamos en caída libre hacia lo desconocido”.

Decía otro gran escritor colombiano e intelectual William Ospina en un conversatorio hace poco, que Colombia “es un país sui generis porque el problema no son los males que nos aquejan, sino la formula médica con la que la tratamos”. Y no puedo estar más de acuerdo.

Agregaba que aquí la modernidad llegó al revés, llegaron los carros, pero no las carreteras. De hecho, a muchos, incluyendo a casi todos los políticos de una generación, los vincularon a delitos por mordidas en los contratos de obras que no se hacían. O si se hacían se hacían mal o muy costosas.

Sin embargo, que crean entender lo que está pasando, no sirve. Básicamente, porque más allá de la buena intención del presidente de turno y su corte, a ellos no los afecta la pandemia como a los demás.  Esa es la realidad.

Y después de un año, la gente mamada de tanto desacierto sale a la calle y lo gritan.

Es una molestia insoportable, desagradable y una presión que no se aguanta.

La presentación de la Reforma Tributaria es algo así como ir a un dentista, es decir un cuasi odontólogo, a que te vea una muela que te está haciendo sufrir. Cuando baja la anestesia, aunque hay algo de alivio, se siente apretada, incomoda, insoportable.

¿La pregunta de fondo es por qué la anarquía se apodera de la protesta social? ¿De dónde nace esa necesidad de dañar y herir? ¿Por qué algunos grupos humanos en buena parte del país, tienen tanta ira?

El exministro Carrasquilla no lo entiende. El problema no es que él no sepa cuánto cuestan 12 huevos, seguramente en su vida ha comprado unos, sino lo que significa para la gente, que él no lo sepa.

Claro, el exministro poco sale y si lo hace no se junta con el pueblo. Él no ha ido a Pizarro, Chocó, a sentarse unas horas con los negros que nunca han sido respetados ni aquí, ni en ninguna parte.

Mucho menos conoce cómo la gente debe bandearse su diario vivir comprando 500 pesos de manteca, bolsas de arroz a 1000 y un plátano a 250. El huevo allá es un objeto de lujo.

El líder no tiene derechos solo responsabilidades. Y esta máxima no le gusta a la mayoría, pues son más las obligaciones que trae serlo, que los beneficios que se suponen.

Un líder no lo es por simpatía sino por empatía y responsabilidad. Ser líder tiene un costo personal pues es un apostolado.

No creo que al presidente se le eligiera para hacer retroceder más al país.

Y como casi siempre, los mismos salen hablando del futuro. Ojo al 2022, señalan. ¡Advierten! Mientras los demás, ósea el pueblo, parecemos congelados en el 19 como dice Mendoza en su libro.

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.