La mayoría de las historias que nos han contado desde niños y más recientemente las que pudimos ver como la del gran James Rodríguez, Egan Bernal, Caterine Ibargüen y tantos otros ejemplos nos podrían inspirar.

Mejor, nos deberían motivar a seguir esa senda del éxito bueno y no la de exaltar personajes que sobresalieron por su capacidad para hacer el mal, como Pablo Escobar y sus mafiosos. En el mismo andén de la maldad vemos también a un centenar de políticos corruptos, que, durante generaciones, se pasaron el poder de padres a hijos para dejarnos este espiral de violencia del que ha sido imposible salir.

Por eso, es tan importante para las nuevas generaciones enseñarles sobre los verdaderos héroes en el deporte, el conocimiento, la política o el entretenimiento. Todos cuentan con un mismo común denominador: el esfuerzo, la disciplina y el sacrificio.

Si algo he aprendido de los países desarrollados es que a los niños les enseñan en el colegio cómo la guerra, la maldad, la xenofobia y la corrupción perjudicaron a la sociedad. Y este recuerdo es recalcado con la premisa de no volver a cometer los mismos errores para avanzar como sociedad.

No es viendo series como las nuevas generaciones van a entender nuestra realidad. Es a través de la concientización de que podemos cambiar los comportamientos que nos han traído pobreza, desigualdad, sufrimiento y guerra.

El verdadero éxito, el bueno, se traduce en hacer bien lo que nos enamora. Es la suma de intentarlo una y otra vez sin desfallecer y sin caer en el facilismo de la trampa, el camino corto o el delito.

Las personalidades colombianas que lograron el éxito hicieron la tarea. Nunca buscaron el dinero fácil, ni el reconocimiento gaseoso que ahora se aplaude en los influenciadores que ‘gozan’ de notoriedad y dinero por comportamientos erráticos que distorsionan el bien y el mal.

En los verdaderos campeones aplica aquella frase que dice: puedes no tener nada para ser feliz, pero puedes ser feliz sin nada y lograrlo todo.

Y si bien la mayoría de nuestros héroes verdaderos han pasado por difíciles pruebas, largos caminos y vicisitudes, siempre ha sido más fuerte su espíritu para alcanzar metas y objetivos.

Mejorar nuestra patria y la imagen que cargamos es un trabajo de todos. Aún no hemos superado la sombra horrorosa que nos persigue por cuenta del narcotráfico y la guerra. Seguimos siendo discriminados por el color de nuestro pasaporte y somos recibidos como parias solo por el hecho de ser colombianos.

Nos falta un compromiso con nosotros mismos y pedalear todos por un país mejor.

La justicia sigue siendo nuestro talón de Aquiles. Imposible de reformar. Incluso cuando se aprobó una reforma constitucional que la transformaba,  por el Congreso y celebrada por el gobierno como un logro, tuvo que ser hundida ilegalmente para evitar la salida masiva de paramilitares, delincuentes y asesinos de las cárceles.

Aun así, esa misma justicia puso tras las rejas al que fue presidente de la Corte Suprema de Justicia y eso no puede suceder sino aquí. El escándalo ya fue, pero el daño es inmarcesible.  

El manual para alcanzar el éxito no espera que la gente se equivoque, pero sabe que solo a través del error llega la superación y la consecución de metas.

Pero más allá de celebrar logros, tenemos que evaluar y emular su método, su camino, su entrenamiento, su carisma que en últimas es lo que lleva a los buenos resultados.

Llegó el momento de inocular a la sociedad no solo la vacuna contra el Covid-19. Es la hora de aplicar la fórmula ya inventada por los países del primer mundo para alcanzar el cambio e inspirar a las nuevas generaciones a salir del facilismo y trabajar para lograr un verdadero cambio.

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