Durante mis vacaciones dos colombianos que viven en el exterior, y a quienes quiero mucho, me preguntaron qué buenas noticias podía contarles de Colombia. Me quedé en silencio y no supe qué decir. Estamos tan inundados de noticias negativas que es difícil pensar en un hecho positivo que valga la pena contar.

En mi caso y en el de cualquier periodista, quisiera creer que es comprensible pues a diario nos movemos entre titulares de prensa de casos de corrupción, inauditas injusticias, homicidios y muchos otros hechos que ni el más audaz libretista de ‘House of Cards’ podría imaginar. Parece que no tocamos fondo.

Ojo, informar de todo eso no está mal, y una de las razones fundamentales de nuestra labor es denunciar todo aquello que bajo el criterio adecuado, afecta los derechos de la gran mayoría. La denuncia es la materia prima del reportero.

El problema es que para muchos, como el primo de mi esposa que vive en Barcelona y una gran amiga que reside en Madrid, la única forma como se pueden informar de su país es a través de los medios digitales y las emisoras por internet, y las altamente viciadas y poco confiables redes sociales.

Por eso esta columna busca hacer una invitación tanto quienes estamos vinculados a los medios como los que a diario difundimos información y opiniones en las redes: ¿Qué tal si nos damos un respiro y tratamos de dar a conocer una noticia buena así sea por una sola oportunidad?

No se trata de difundir los logros de un funcionario público, ese es su deber. No se trata de alabar las decisiones de un político, eso es fanatismo. No se trata de alegrarse por las fallas o las desgracias de alguien que no nos agrada o con quien no compartimos una ideología, eso es mezquindad.

Se trata de resaltar noticias que por consenso podríamos creer que son positivas: las historias que dan orgullo; los pequeños o grandes logros de líderes anónimos; los hechos que han traído claros beneficios para una sociedad; los avances de nuestras ciudades y regiones, las victorias y reconocimientos de aquellos colombianos que hacen quedar bien el nombre del país en el exterior; y todo aquello que creamos que es #UnaBuenaNoticia.

Qué tal si hablamos de Brian Alexander Angola, un joven que está a punto de cumplir el sueño de ser el primer colombiano en jugar en la NBA.

Comentemos la destacadísima actuación de nuestra querida y siempre alegre Caterine Ibargüen en La Liga de Diamante en Noruega.

Y para que no digan que todo es deporte, hablemos también de cómo los 100 músicos de la Filarmónica Joven de Colombia realizaron su segunda gira por los escenarios más importantes de Europa, y ya se preparan para una nueva.

O, finalmente, qué tal si destacamos las leyes contra el asbesto, la prohibición de plásticos de uso único en San Andrés, las inversiones en tecnología y obras públicas, o la historia de Gabriel Augusto Castillo, el colombiano que logró descubrir la cura para la parálisis del cuerpo.

Sí, seguramente para muchos esto no es tan importante como el caso Santrich, los temas del ex fiscal, las decisiones de los jueces sobre proyectos de las Alcaldías, el último trino de Petro o Uribe, la más reciente polémica por un video descontextualizado en Twitter, o el rating de ‘Germán es el man’. Pero qué tal si le damos la oportunidad a una buena noticia, sin reparos, y sin caer en esa práctica facilista de “buscar el punto negro en la pared blanca”.

Y para usted: ¿Cuál es #UnaBuenaNoticia de Colombia o su ciudad?

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.