Cuando Lucho Garzón fue elegido, Bogotá quería un alcalde que le diera un carácter social a una ciudad que venía en ascenso en temas de cultura ciudadana e infraestructura, luego de las dos administraciones de Antanas Mockus y la primera de Enrique Peñalosa. El tema que definió la campaña en el 2003 fue la inversión social.

Cuando Samuel Moreno fue elegido, Bogotá no quería que se interrumpieran las políticas sociales de Lucho, y que la ciudad tuviera proyectos de largo plazo como el Metro. El tema que definió la campaña en 2007 fue la continuidad.

Cuando Gustavo Petro fue elegido, Bogotá  estaba golpeada por el ‘carrusel de la contratacion’ y devastada por el saqueo asqueroso ejecutado por Samuel, su hermano Iván, y un batallón de contratistas, abogados y funcionarios. El tema que definió la campaña en 2011 fue la lucha contra la corrupción.

Cuando Enrique Peñalosa fue elegido por segunda vez, Bogotá quería pasar la página de las obras que nunca se hicieron, de las marchas y protestas, de las decisiones autoritarias y de las promesas incumplidas. El tema que definió la campaña en 2015 fue la ejecución.

Federico Ortega

Artículo relacionado

Menos miedo, más fútbol

Ahora Bogotá, ad portas de una nueva contienda electoral, está cansada de la polarización, división y odio que cunde en las redes sociales y escenarios públicos, y que se ha convertido en el pan de cada día de la política nacional.

Todos, absolutamente todos, estamos cansados de esa división entre izquierda y derecha, Petrismo y Uribismo, Santismo y Duquismo, Petro y Peñalosa, etcétera, etcétera, etcétera. ¡No más!

Bogotá no puede seguir con gobiernos que reciben a penas, y en el mejor de los casos, el apoyo del 30 o 35 por ciento de los electores. Por eso, y no es un secreto, las dos últimas alcaldías han sufrido de esa presión que no los dejó gobernar, que criticó lo bueno y lo malo, y que buscó destruir cualquier política pública o decisión por intereses particulares. Gobernar con 2 tercios de la población en contra es sinónimo de dificultades.

Por eso, y bien lo han entendido los candidatos, el tema que definirá la campaña a la Alcaldía será la unidad.

Bogotá quiere un alcalde de unidad, que la aleje de las disputas políticas nacionales que no la dejan avanzar, que construya sobre lo construido, y que permita recuperar ese orgullo y amor por la ciudad que hoy está perdido.

Estoy seguro que Bogotá no quiere un alcalde conflictivo, que ‘case peleas’ con todos, que le eche leña al fuego de la discordia en cada declaración, que juzgue a unos y a otros con argumentos políticos o sectarios, y que destruya lo mucho o poco que han dejado sus antecesores, incluyendo lo hecho por el actual. No queremos un alcalde sordo. Tampoco uno que se vea como un mesías. Menos un adalid de la moral pública que señale por doquier. Nadie tiene la única verdad.

Federico Ortega

Artículo relacionado

Más allá de Transmilenio

Basta con leer los lemas de varias campañas para saber que los candidatos ya entendieron que el discurso es por ahí, y que el camino a la victoria es presentarse como una opción de unidad y moderación, que logré captar los votos de quienes están cansados de las peleas. Pero eso no será fácil. En Bogotá no comemos cuento, y sabemos quién representa y quien no representa la unidad.

Lucho Garzón, Miguel Uribe, Antonio Navarro, Ángela Garzón, Luis Ernesto Gómez y Claudia López, la última en lanzarse, ya han coincidido en los discursos de unidad. Los que vendrán, como Carlos Fernando Galán y Juan Carlos Pinzón, seguro irán por el mismo camino.

Amancerá y veremos, pues sabemos que dentro del grupo de candidatos hay más de un ‘fosforito’ que, como dicen en la calle, se prende con nada. Los debates estarán para alquilar balcón.

Hablar de unidad es fácil, pero representarla no. Del dicho al hecho hay mucho trecho.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.