El uso de la tecnología y sus avances, unido a la innovación misma del ser humano puesta en acción, está súper comprobado que nos conduce a tiempos de oportunidades, aun en medio de todos los desafíos que se atraviesan en el crecimiento y desarrollo de las sociedades; sin embargo, en el aire queda un aroma de que todavía no es suficiente y hay mucho por corregir, más en el hombre que en las máquinas.  

Es tan complejo que, desde la aparición del internet, la vida dejó de girar en torno al sol para hacerlo en la órbita de la gran revolución tecnológica, llegando al punto en que millones de personas solo le dan importancia a la gran esfera de fuego como filtro fotográfico para generar fotosíntesis a sus redes sociales y así mantenerse vivos en la paralela realidad digital… aprovechando antes de que Bill Gates consiga “taparlo”.

Ha sido tan grande esa evolución que los estilos de vida ahora parecen mucho más sencillos, pero complejos de analizar. Los modelos y acciones de negocios, los cambios demográficos, la urbanización y demás, están siendo objeto de estudio de una población en envejecimiento, que creció con un impacto industrial totalmente distinto al que hoy se encuentran quienes nacieron, crecieron y se desarrollan a la par de la convergencia tecnológica, que así como de ella se alimentan, también desperdician.

Tres años atrás, durante un conversatorio universitario con Orlando Ayala, ex vicepresidente ejecutivo mundial de Microsoft, conservé de aquella charla un dato llamativo que guardé en mi libreta: En 20 años no existirán el 40% de las profesiones.

Suena algo aterrador, se podrían preguntar: ¿cuáles son?, ¿a qué se van a dedicar las personas? Es tan simple como pensar que las maquinas nos van a suplantar y, aunque resulte una idea futurista, es la era con la cual podríamos chocar a la vuelta de la esquina y la que moldean quienes tienen el poder adquisitivo.

¿Pasaremos a ser la versión real de ‘Robot’ o seremos la representación de la humanidad perezosa y obesa de WALL-E? En lo personal me rehúso a considerar que llegaremos a esos casos extremos, a pesar de que la inteligencia artificial nos mira fijamente a los ojos y desafía a no estar sin ella, con todo y que hemos llegado a entablar un lenguaje natural con los objetos que ahora son capaces de comprendernos en cualquier contexto.

También, en un renglón aparte está el gran desafío ético, que claramente empieza por quienes tienen el control y lo ponen a disposición de las sociedades bajo sus políticas, condiciones e intereses. Por esto, el llamado es a que las plataformas y grandes estructuras, incluyendo a los gobiernos, manejen una transparencia con la población devolviéndole su credibilidad.

En el caso de Colombia, la consideración está en que el país le apueste a una formación temprana en cultura y liderazgo, acompañado de una revolución educativa, donde las habilidades prácticas en ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas y demás, sean complemento perfecto de un impacto en la creación de oportunidades. 

En esa línea y dentro de lo que me compete, el oficio del periodismo se ha visto marcado positivamente por la digitalización, sin negarnos al sentido de que igualmente trajo consigo una amplia ventana que abre hacia la evaluación de las maneras y formas de llevarlo a cabo, con sus puntos a favor y en contra.

Por tanto, en la situación actual me atrevo a decir que ninguno, por muy visionario que sea, habría imaginado que una pandemia incrementaría inescrupulosamente los cambios que ya venían presentándose, elevando el consumo digital y permitiendo que hasta las mesas de redacción se realizaran con sus integrantes en cualquier lugar del mundo (teletrabajo).

Tratando esos puntos en conversación con Daniel “El Buzo” Aguirre Piedrahíta, periodista con más de diez años de experiencia y empresario cartagenero, se llegó a la conclusión de que aun con todos los avances tecnológicos que estén disponibles, el profesional no puede perder la empatía ni desarraigarse de su sentido humano hacía con la gente.

“La cuota inicial para ser periodista es empezar por ser reportero y le aconsejo a los futuros colegas no quedarse sumergidos en el mundo digital sin generar la experiencia del roce con la gente. Las redes sociales son una gran herramienta, pero cada uno debe atreverse, tocar puertas y generar contenido de valor para la sociedad”, fueron las palabras del director del programa ‘La hora del buzo’ de RCN La Cariñosa.

Efectivamente ese es un reto para los nuevos periodistas y comunicadores sociales, estudiantes y recién graduados, pero estos no son consejos que solo los cubre a ellos, pues el hecho de reinventarse para ejercer la profesión aplica para todos.

Es el caso de los periodistas deportivos en Cartagena y el departamento de Bolívar, quienes el pasado año tuvieron que afrontar nuevos desafíos y sucumbir ante la merma de actividades físicas profesionales, semiprofesionales y del deporte espectáculo debido a la pandemia.   

Al preguntarle a Juan Carlos Revollo, periodista y presidente de la entidad Gremial Acord Bolívar, sobre las mejoras que se deben hacer para este 2021, él responde diciendo que lo primero en cambiar debe ser la falta de apoyo por parte de las entidades del Estado y las empresas privadas hacia el deporte, pues menciona que la falta de incentivos a nivel empresarial ha disminuido ostensiblemente. 

Por otra parte, menciona que vienen desarrollando el trabajo desde sus casas a través de las herramientas tecnológicas y tratando de hacer lo mejor posible cuando tocan las notas en campo, eso motivado también a la medida en que los deportistas se mantengan saludables. 

Su crítica es la siguiente: “Muchos se meten al periodismo sin ser profesionales de la carrera porque a través de las redes pueden tener los espacios; pero, quienes sí lo son deben preservar sus valores estructurales y acompañar de las redes sociales a los medios tradicionales que coexisten en el desarrollo tecnológico”.

Así las cosas, la discusión se extiende y la reflexión acerca del desarrollo de la vida en un planeta globalizado, dentro del avance de dos realidades que ahora marchan de la mano (vida natural y vida artificial), se queda corta; sin embargo, este es un intento de querer mostrar que la interrelación entre ambas vidas están negadas a separarse, ahora más que nunca.

La labor está en encontrar el equilibrio.

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