Quería salir con mis amigas de viaje para airearme, descansar del trajín de la casa, de los hijos, de las atenciones al esposo, de las actividades diarias que tiene una madre que, aunque se hacen con amor y responsabilidad, también generan fatiga.

No está mal pensar en viajar sin hijos y esposo, ¿verdad?

Quererse liberar de responsabilidades también hace parte de la normalidad. Aunque la normalidad no indique que es lo correcto, pero cuando lo anhela el corazón y la razón, pues si son dos los que hablan, estamos en lo cierto.

Ah, qué dicha volver a dedicarse a uno. No abrir los ojos y pensar en que pronto saltarán a la cama una o varias bendiciones a pedir el desayuno. Cuesta, cuando la fatiga agobia, dejar esa cama con sábanas calurosas tras la magia nocturna.

Y ni hablar de las sábanas mojadas.

Pero entonces, cuesta arriba llegan el resto de actividades diarias de una mamá: que las loncheras de los hijos, su colegio, sus clases extracurriculares, los recordatorios del celular de los pagos a realizar, el block de notas lleno con la lista de tareas por hacer, la lavadora anunciando que está lista la ropa para doblar, salir de casa al trabajo, atender reuniones, responder llamadas, almorzar en la oficina, cancelar la cita de tus uñas que ya no alcanzas a cumplir y regresar a casa con bastante energía para terminar tu día con las labores de la maternidad.

Entonces extrañas ese tiempo que tanto hoy atesoras y aprecias. Y entiendes que tus momentos son como las perlas en un collar, si cortas el lazo, se dispersan por el piso rodando hacia rincones oscuros donde nunca volverán a ser halladas. Pero con el tiempo dedicado a tus hijos y a tu hogar, incluso, olvidas cómo eran las perlas. Y aun así, eso ya ni cobra importancia.

Que levante la mano el soltero feliz, diría el cantante mexicano. Pero que la levante el casado y el papá también.

La paternidad es una gran responsabilidad con una increíble carga emocional. Uno de los mayores cambios que se viven es entender que el tiempo ya ahora no solo es para ti, ahora debes invertirlo y compartirlo en alguien más. Aprendiendo a ser generosos.

Entonces, emocionarse con una salida para revivir esos momentos en que el tiempo te pertenece, en que no hay acoso, en que los segundos no cuentan, que no existe el reloj y que, por ende, el tiempo para ti se detiene, pues es como conseguir una obra magistral para tu rostro y una inyección para la buena y eterna salud.

Así que sueñas con deleitarte esas horas. Imaginas quedarte en una siesta profunda y sin despertador, o ir a la playa, a un museo sin presuras o simplemente a la casa de tu amiga y saborear un té en medio de carcajadas que descomponen las preocupaciones.

Hasta que tu hija te escucha decir que te irás de viaje un fin de semana para descansar de los hijos.

Y entonces, ella te reclama: ¿Ah, es que estás cansada de mí? Inmediatamente recapitulo, caigo en cuenta, lo digo de nuevo y reafirmo:

Claro, estoy equivocada. Nunca estaré cansada de mis hijos. Por más agotamiento físico y mental que ellos demanden, el cansancio no aparecerá. Y no aparece porque una madre y un padre harán todo por sus hijos, incluso, cuando el cuerpo y la mente estén entrando en camilla por urgencias.

-Tu nunca me cansas, mi amor.

Y en realidad tus hijos no te cansan.

Tus hijos te avivan.

Tus hijos te inspiran.

Tus hijos te emocionan.

Tus hijos te sostienen.

Tus hijos te balancean.

Tus hijos te aterrizan.

Tus hijos te despiertan.

Tus hijos te hacen soñar.

Te enseñan a amar.

Te enseñan a esperar.

Y claro, podré seguir programando un plan sin mis hijos, pero no para descansar de ellos, sino para volver a ver esas perlas con calma, para saborear sin prisa el café de la mañana, para tomar el baño con profunda suavidad, para devorar las pasiones que se han ido a la cama antes de tiempo.

Esa soledad también la necesito. Y no es malo decirlo y pedirlo. Buscarla y tenerla. No lo es.

Porque aun con un cuerpo y mente extenuado, un padre y una madre siempre sacarán sus fuerzas salen a flote como un sol en plena tempestad.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.