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0     Jun 21, 2023 - 9:35 am

Hace poco nos sorprendió la noticia la partida de un ser monumental en el humanismo moderno, Nuccio Ordine (Diamante, Italia, 1958).

Tuve la oportunidad de entrevistarlo hace menos de dos meses, en el marco de la FILBo 2023 en Bogotá, y su vitalidad e inteligencia me parecieron arrolladoras. Pensé: ¡Qué bueno que habrá más Nuncio para rato!. Desafortunadamente la parca no respeta y actúa autónomamente. Me impresionó en grado sumo su actitud de felicidad, su alegre sapiencia, su plenitud intelectual. Y también pensé: ¿Cómo lo habrá logrado? Y justo lo tenía – lo tuve – frente a mí con gran parte de las respuestas.

“Los hombres no son islas: los clásicos nos ayudan a vivir” (2023, Acantilado) es una obra magnífica que complementa y enriquece la trilogía escrita por Nuccio Ordine, destacado filósofo y profesor italiano y con la que cierra con broche de oro una trilogía compuesta también por “La utilidad de lo inútil” (2013) y “ Clásicos para la vida (2017)“; juntas, estas tres obras se convierten en una invitación a reflexionar sobre la importancia de los valores humanos traducidos en humanismo y la cultura en nuestra sociedad. Se trata del tercer tomo de la “biblioteca ideal”, un ensayo, en breves capítulos, en el que el autor nos invita a leer más libros clásicos relacionados con la importancia de la solidaridad y de la vida en común.

Para comprender el impacto de “Los hombres no son islas” (2022), es fundamental tener en cuenta la biografía de Nuccio Ordine. Como profesor de literatura y filosofía de la Universidad de Calabria, Ordine dedicó su vida a promover el valor del conocimiento y la sabiduría en un mundo que a menudo se inclina hacia la utilidad y la productividad. Su pasión por la filosofía se refleja en cada página de esta obra, donde nos invita a contemplar la riqueza de la experiencia humana y la necesidad de la interacción y la colaboración entre las personas.

En esta trilogía, y especialmente en “Los hombres no son islas”, Ordine destaca la importancia de labrar una cultura basada en el conocimiento, la curiosidad y la belleza, pero no solo a nivel individual sino, necesariamente y más que nada, a nivel colectivo. Argumenta que la sociedad actual se ha vuelto excesivamente pragmática, y que hemos olvidado el valor intrínseco de las humanidades, las artes y la solidaridad. 

En los dos primeros libros de la trilogía, a través de ejemplos históricos y literarios, el autor nos muestra cómo la literatura, la filosofía y las artes en general, han moldeado y enriquecido nuestra civilización. Sin embargo, en este último libro, “Los hombres no son islas” nos invita a reflexionar sobre la idea de que somos seres sociales y que necesitamos de la interacción con otros para desarrollarnos plenamente como individuos. Ordine argumenta que el aislamiento y el individualismo excesivo -inclusive si es para cultivar las artes y las humanidades – nos privan de la oportunidad de crecer intelectual y emocionalmente. En contraposición, nos presenta ejemplos de grandes pensadores y artistas que, a través de la interacción y el diálogo, han logrado contribuir de manera significativa al desarrollo humano.

Esta obra es una llamada a la acción para preservar y valorar los espacios y las instituciones dedicadas a la cultura, como las bibliotecas, los museos y las universidades. Nuccio Ordine nos recuerda que son estos lugares los que nos permiten expandir nuestros horizontes, aprender de los demás y alimentar nuestra imaginación. Además, nos invita a cultivar el amor por la lectura y la búsqueda constante de conocimiento, reafirmando así su convicción de que la sabiduría y la belleza son elementos esenciales para una vida plena y significativa.

La idea de Ordine es defender la auténtica tarea de la educación, lo cual no significa formar profesionales para ganar la mayor cantidad de dinero posible, pues reducir la educación a este concepto es realmente un crimen, porque la profesión es importante, pero no puede ser el objetivo: normalmente una cosa – el dinero – es un efecto de la otra – una buena educación. “Lo verdaderamente valioso es hacer comprender a los estudiantes que si tú estudias con amor, con disciplina y no necesariamente con la idea de ganar dinero, la calidad ética de tu trabajo será más fuerte y la sociedad podrá tener verdaderamente un desarrollo social, cultural y económico con profesionales que tienen una ética profunda.”, nos dice. 

Con esta trilogía el autor italiano quiso hacer entender a los lectores y, sobre todo, a sus alumnos y a los estudiantes de todo el mundo, qué usualmente no leen a los clásicos, que, justamente, la perdurabilidad de estos libros, su resistencia a la poderosa fuerza del olvido y a la fuerza destructora del tiempo, tiene que ver con que nos hacen comprender los grandes problemas de nuestro presente: los clásicos son siempre nuestros contemporáneos porque responden a las preguntas del hoy y nos permiten comprender nuestra intimidad y el mundo que nos rodea, independientemente del momento histórico en que fueron escritos. 

Mucho se ha escrito de Ordine y del valor que concede a lo gratuito y desinteresado, al placer del trabajo antes que a su ganancia económica, al poema de Cavafis sobre el viaje de Ulises a Ítaca y a sus referencias a la labor artesanal con pescaditos de oro del coronel Aureliano Buendía, que le eran pagados con moneditas de oro que volvía a convertir en más pescaditos de oro, eventos en donde el placer está en el viaje, en el proceso, y no en el provecho del dinero como resultado final. Las palabras, gestos, acciones que son hechas solo para el gusto, son cosas que nos hacen felices.

Escuchar un concierto o música en general, leer un libro, mirar un cuadro son actividades consideradas inútiles porque no producen beneficio económico. Si ello continúa así y no hacemos algo, colectiva e individualmente, la humanidad inevitablemente será una humanidad deshumana, una humanidad que pierde su sentido verdadero, una humanidad no de solidaridad sino de egoísmo”.

En “Los hombres no son islas”, Ordine va más allá. Nos hace un delicioso recorrido que pasa por las “Devociones para circunstancias inminentes (1624), del poeta John Donne, de uno de cuyos poemas toma el nombre del libro, por Francis Bacon y su “de la bondad y la bondad natural”, por la novela experimental “Las Olas”, de Virginia Wolff – la humanidad-océano y el individuo-ola, las “cartas morales a Lucilio” de Séneca en donde se reflexiona sobre que cada uno de nosotros no ha nacido para si mismo sino para los demás; continúa con “EL jardín de las rosas” de Saadi de Shiraz “la raza humana se compone/de hombres creados de la misma fuente/si sufre uno de estos hombres/no deben los demás ser indiferentes”). Y no podía faltar Michel de Montaigne para quien “vivir juntos es una necesidad que compone y une a los hombres” ni Shakespeare con su “Rey Lear” y sus reflexiones sobre poderosos y débiles, ricos y pobres. 

Mención aparte merecen Tolstoi con su libro “Qué hacer” cuya respuesta será: Vivir para los demás y no solo para nosotros mismos, y “El Principito” de Saint-Exupéry, cuyos pensamientos sobre la domesticabilidad” como la “creación de lazos”, nos introducen en profundas emociones sobre la necesidad de vivir para ello, para crear lazos y servir.

Nos recomienda la lectura de “La expulsión de la bestia triunfante” de Giordano Bruno, quemado en la hoguera por la Inquisición y de quien aprendió algo tan importante como la coherencia entre el pensamiento y la manera de vivir: un filósofo que piensa una cosa y que se comporta de manera diferente no es un verdadero filósofo. “Bruno nos enseña que tú puedes quemar los libros, tú puedes quemar los hombres, pero tú no puedes quemar las ideas, porque las ideas circulan siempre, por eso es que los poderosos tienen miedo de la cultura, tienen miedo de la filosofía, tienen miedo del conocimiento, porque el conocimiento es una forma de libertad, es una capacidad de aprender a decir NO en nuestra sociedad. 

Una sociedad que tiene el objetivo implícito de formar soldaditos pasivos, consumidores pasivos que hacen las mismas cosas, piensan las mismas ideas. Y es la educación la que tiene la tarea exactamente contraria, la de hacer comprender que ser consumidores es una manera de perder la propia libertad”.

En suma, Ordine nos pone a navegar entre los libros imprescindibles para subsistir en este océano que es la vida actual, una vida en que, nos recalca, no es posible separar los saberes – como actualmente se pretende hacer por parte de algunas tendencias educativas al servicio de multinacionales que están matando el futuro del saber – y no se puede por tener íntima conexión. Nos recuerda que no debemos olvidar ese Eros y esa seducción que debe transmitir el maestro – coach, jefe, líder- a sus alumnos que hace que ellos puedan seguir con interés y pasión saberes que pueden cambiarles la vida a ellos y a la sociedad en la que impactan. 

La sola rapidez, que hoy en día es el valor máximo de nuestra sociedad -lectura rápida, hacer el amor rápido, las relaciones rápidas-, no puede ser el único valor. “Debemos aprender que para amar, para crear lazos, como decía el zorro del desierto al principito, se necesita tiempo, necesita lentitud y, por eso, con esta trilogía pretendo hacer un elogio a la lentitud”, puntualiza Ordine.

Así pues, lectores, a leer a Ordine, con detenimiento y placer, como una guía de uno de los mayores sensei de nuestra época contemporánea. Es todo un privilegio.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.