Inicialmente iba a reseñar un libro de Liliana Blum (Durango, México 1974) publicado recientemente en Colombia por Seix Barral – Cara de Liebre. Sin embargo, después de haber entrevistado a Liliana, me decidí por un libro fundacional, uno de los últimos que ha escrito, que me cautivó y no pude dejar de leer. Su nombre: El extraño caso de Lenny Goleman (Planeta, 2022), que, por demás, contiene ciertas claves de sus demás novelas, incluyendo personajes que después nos encontraremos, en su infancia o en su adultez.

No hace falta decir que Liliana es una de las voces más interesantes que hay en Latinoamérica y este libro es su incursión en el género de la literatura juvenil. Aunque, para ser franca, el libro no puede encasillarse en este tipo de literatura, pues es un libro que los adultos podrán disfrutar enormemente.

En la preparatoria, Liliana empezó a escribir piezas literarias que la llevaron a ganar un par de premios, lo que la motivó a seguir adelante. Cuando terminó la secundaria, su padre le dijo que solamente le pagaría una carrera universitaria en Durango, en donde no había nada relacionado con letras – que, por supuesto, era lo que a ella le apasionaba – así que, con la ayuda de un maestro norteamericano consiguió una beca en la Universidad de Kansas y, sin entender del todo el inglés, se fue a realizar sus estudios literarios (literatura comparada) en Estados Unidos.

Con la ayuda de su madre y familia materna, logró pagarse la manutención allí y consiguió un trabajo en una biblioteca con lo que logró finalizar su carrera. En Kansas empezó a escribir en español, y posteriormente hizo una maestría en educación con énfasis en humanidades en el Instituto Tecnológico de Monterrey. Pero donde realmente aprendió a escribir fue en los breves talleres que hizo de escritura.

Y es así como tenemos una escritora de talla mundial, que nos trae una novela que se aleja del terror que ha manejado en sus otros relatos, pero que nos lleva por los vericuetos de la depresión oculta, del duelo, pero también de la amistad y el amor.

El inicio del libro que hoy reseñamos no es pacífico en lo mas mínimo. Un joven llamado Daniel, que cursa tercer año de secundaria, se ha suicidado a causa del bullying que sufría por parte de algunos compañeros del colegio – Mauricio y sus amigotes -, y Alina, la mejor amiga de Daniel, desolada, triste, iracunda, pero, sobre todo, impactada como nunca en su vida, a pesar de su timidez e introspección, decide tomar justicia por propia mano ante la insensibilidad de las directivas del colegio y de sus demás compañeros, sin saber por dónde empezar.

Si bien sus amigas Coni y Pandora – sí, la Pandora protagonista de libro del mismo nombre escrito por Liliana en 2020 (Tusquets Editores) – la acompañan en el difícil proceso de duelo, es su abuela Bube, Emma Zunz, un personaje amoroso y sabio del libro, quien es su más fuerte pilar. Bube está inspirada en la abuela de Liliana, y a través de ella descubrimos ese amor profundo entre abuela y nieta – a falta de unos padres que vivan pendientes de Alina- y una guía que le traza un camino con sabiduría y ternura.

(A la maestra de clases, esa que ignoró el bullyng, la encontraremos también en Cara de liebre como una adulta asesina, pero eso será motivo de otra reseña). Bube le habla del Golem, una criatura legendaria, mística, mágica, que actúa como una especie de vengador ancestral, de origen judío –como ella – y le enseña a Alina como darle vida a uno. Acudimos así al nacimiento de Lenny Goleman, una especie de Rogu al que hay que enseñarle a actuar y es Bube quien le va enseñando a Alina y a su Golem, el sentido de la justicia y la responsabilidad.

El abordaje de temas sensibles, a nivel social y sicológico, relacionado con las conductas adolescentes que, por años se han tolerado en colegios y escuelas del mundo, es la columna vertebral del libro. Alina tendrá que aprender la responsabilidad de cada persona sobre su propia vida y sobre la vida de los demás con sus actos y omisiones, y que la justicia no es un concepto maniqueo.

Liliana quería hacer una novela que no se sintiera en clave de un discurso moral de una madre – nos dice que los adolescentes ya no quieren saber más de padres/maestros -, entonces quiso volver a sentirse adolescente y escribir desde allí, incluidos sus dos intentos de suicidio en su juventud, y escribir también como víctima del bullying del que fue objeto, tanto en su casa como en su escuela; desde ese lugar de una adolescente que no encontraba refugio en ninguna parte. Y quiso construir a Alina desde su vulnerabilidad, pero siempre con esperanza y decisión.

Muchos elementos autobiográficos encontramos en el libro. Así, la relación de Liliana con la literatura empezó en su infancia, cuando era una niña bastante introvertida – como Alina – y dado que el trabajo de su padre los obligaba a moverse de ciudad, casi siempre estaba sola, lo que la llevó a refugiarse en los libros, en todos los que caían en sus manos. Al mismo tiempo, empezó a hacer historias con sus animales de peluche. Con ello lograba mitigar su soledad y la dolorosa situación con un padre violento y maltratador en su hogar, que le decía día a día “lo estúpida” o “lo mala” que era. Cuando su padre leyó alguno de los cuentos que escribió, se limitó a decir que eran una “porquería”. Tal vez por eso siempre ha querido entender la parte oscura de los seres humanos y la consecuencia que esa oscuridad deja sobre las victimas que, en su caso fue una angustia profunda de ser una persona mala.

Liliana Blum ha escrito libros de un terror singular, como El monstruo pentápodo (Tusquets, 2017), Pandora (Tusquets, 2020), Cara de liebre (Seix Barral, 2020), Todos hemos perdido algo (Tusquets, 2020), que permiten escarbar en el fondo de la maldad humana por activa y del profundo sufrimiento que esa maldad causa, por pasiva. Un deleite sicológico desde la ficción literaria.

Por sus escritos Blum ha ganado galardones como el Premio Nacional de Cuento Mérida Beatriz Espejo (2005), el Premio Escribiendo sobre el Conflicto, el Million Writers Award de StorySouth y ha sido beneficiaria de varias becas creativas.

Así que, estaremos muy pendientes de esta generación de escritoras latinoamericanas como Liliana, como Mariana Enriquez, Maria Fernanda Ampuero, Liliana Ojeda, Samantha Schweblin, Socorro Vanegas, las “marvelitas” colombianas, y muchas más mujeres valiosas que están escribiendo relatos maravillosos que nos hacen reflexionar sobre las dicotomías de los seres humanos.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.