Y viene a mi cabeza una remembranza escolar de cuando estudiamos a todos estos tipos del boom latinoamericano: siempre me han parecido una serie de joviales personajes, viajeros, gozones – su único pecado fue nunca admitir a ninguna mujer, excepción hecha de Marvel Moreno, y eso que nunca fue considerada como “igual”; transformaron mi vida literaria y la literatura mundial, de la mano de algo que nos está vedado aun en esta pandemia: los viajes, la experiencia, el “cosmopolitanismo” presencial. Quiero seguir sus pasos para que no se me olvide la deliciosa sensación de lo que es viajar, conocer, compartir, experimentar. Eso no se puede hacer igual por Internet….

Tenemos a Carlos Fuentes nacido en Panamá, que desde pequeño vivió en México, Montevideo, Washington, Río de Janeiro, Quito, Santiago. De adulto vivió en México y Suiza – países en donde estudió Derecho, y en Buenos Aires en donde recibió gran influencia de personajes del ámbito cultural americano. Hablaba fluidamente francés e inglés y su carácter y aspecto cosmopolita, no le impidieron mantenerse al tanto y opinando de la situación política de México.

Por otro lado, está Julio Cortázar, que nace en Bruselas. En 1916, la familia se instala en Suiza para luego, en 1918, regresar a Buenos Aires, castigo y cárcel para un alma de vuelo. En 1948 se titula de traductor de inglés y francés y en 1951, becado por el gobierno francés, viaja a París. En 1954 viaja a Montevideo como traductor. Luego viaja a Italia, donde traduce cuentos de Poe. Publica en México Final del juego, en Puerto Rico hace la traducción de Obras en prosa de Poe, publicadas en Washington y Nueva York. En 1961 viaja a Cuba, que lo influirá grandemente. Posteriormente publica en México, Barcelona, Nueva York, Italia. En 1973 aparece el Libro de Manuel y viaja a Buenos Aires a presentarlo. De paso visita Perú, Ecuador y Chile. Y así seguirá su largo periplo viajero hasta su muerte. Sublimes viajes que emular.

Aparece Gabriel García Márquez, nacido en un pueblo apartado de Colombia, Aracataca. Sin embargo, su estancia en urbes locales menos rurales como Barranquilla en donde trabaja como periodista y se une al “Grupo de Barranquilla” o “La Cueva” le permite acceder a Virginia Woolf, Faulkner, Hemingway, James Joyce. En 1954 viaja a París como corresponsal de El Espectador. En 1959 viaja a La Habana en donde trabaja en la agencia del gobierno cubano Prensa Latina, de la que fue corresponsal en Bogotá y Nueva York, pero ante amenazas de la CIA y de disidentes cubanos se traslada a Ciudad de México en donde publica Cien años de Soledad, su obra cumbre. Meses después viaja a Barcelona. Desde 1986 hasta 1988, García Márquez vivió y trabajó en México, La Habana y Cartagena de Indias y sus viajes fueron interminables hasta su fallecimiento. El caribeño del mundo.

Y el último, el que aún nos deleita con su escritura, un Vargas Llosa que nace en Arequipa (Perú) y pasa su infancia entre Bolivia y Perú. En 1958 viaja becado por la Complutense a Madrid, donde obtiene el título de Doctor en Filosofía y Letras. En 1959 viaja a París, y allí entra a la Agencia France Presse y a Radio Televisión Francesa, donde conoce a numerosos escritores hispanoamericanos. De 1965 a 1971 ejerce como miembro del consejo de redacción de la revista cubana Casa de las Américas. Viaja a Nueva York, invitado al Congreso Mundial del PENClub. Luego reside en Londres, en donde trabaja como profesor, y después es traductor de la UNESCO en Grecia, junto a Cortázar; hasta 1974 vive entre París, Londres y Barcelona. A finales de los ochenta regresa a la reyerta política en Perú y en 1990 vuelve a Londres. Vive en la actualidad en España y su trasegar viajero sigue dando qué hablar. ¿Algo más que envidiar?

Sus obras narrativas son el fiel reflejo de ese mundo personal cosmopolita. Son personas en constante búsqueda de la libertad – esa que tanto añoramos en este encierro, de lo desconocido, de nuevos idiomas que aprender concienzudamente, amantes de la magia en lo cotidiano (el “dejarse ir”), que esperan encontrar para ser volcadas en una nueva escritura que se centra en tramas urbanos con un dejo real–fantástico, con un empleo distorsionado del tiempo y del espacio, herencia del preboom de Carpentier y de Borges.

La ampliación temática es la ampliación de sus propias vidas y horizontes. Como reconoció Carlos Barral, su editor estrella, la temática local se universaliza. Macondo es no solo una ciudad, sino cualquier ciudad.

La distancia geográfica y temporal de cada uno de ellos en relación con sus países de origen les permite ver la magia de la identidad.

En fin, la jovialidad literaria de los autores del boom, que es producto de la jovialidad de sus propias vidas, hace posible comparar la edad del boom con la evolución del ser humano que, primero, para afianzarse, debe pasar por la adolescencia, un período de búsqueda de identidad propia distinta a la de su núcleo parental originario; y luego en la adultez toma la distancia suficiente para disfrutar todo lo que cosechó en la juventud: la adultez es entonces ese proceso de inserción de la identidad encontrada y adquirida, en el contexto de la vida.

Por eso, vale la pena dar una leída a estos autores del boom latinoamericano. Aprovechen cuarentenas, encierros y vacaciones. Son alegres personajes que nos llevarán a mundos inolvidables – los únicos a los que podemos viajar en estos momentos – de los que no querremos salir. Y, de paso, sus vidas nos harán recordar que viajar es vivir.

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