Hoy les quiero contar las ventajas que yo le veo a ser novia. Ustedes verán si están de acuerdo, si les parece que son ventajas o si, por el contrario, están más cómodos en el lado de ser esposas. Yo no poseo la verdad revelada, aunque sí estoy aquí para da y compartir mi opinión. He sido esposa por diez años, y por el resto de mi vida he sido novia intermitente (porque también he estado soltera). Hoy hablo de mi experiencia en calidad de novia y de esposa.

  1. La novia no tiene que cumplir con los suegros o cuñados

Esto, señoras y señores, es una panacea. Quiero ser clara. Yo vi a los que fueron mis suegros (de mi era de casada) cada día de por medio en mi matrimonio. Así me tocó a mí. Yo he pasado más tardes con mi suegro que con mi papá. Y bueno, hoy en día tengo muchos recuerdos de mis suegros, pero honestamente siento que había una relación más estrecha de lo que a mí me hubiese gustado. Está claro que uno a los suegros no los puede echar de casa (o no está muy bien hacerlo) y yo me quedé un poco agobiada de tanto suegro y tanta suegra. Por fortuna, el man con el que yo me casé es hijo único, así que cuñados y cuñadas: cero patatero. Ahora, en mi noviazgo, yo no tengo que pasar tantos días con los papás de mi novio y tampoco son suegros. Son personas maravillosas que veo cada dos meses o cada equis tiempo porque no estamos en la misma ciudad. Alguna vez tuve un novio que tenía un hermano, lástima que no pueda decir nada bueno de él. La familia política en mi experiencia no ha sido un regalo del cielo sino más bien como un reto. Cuanto menos, para mí, es mejor.

  1. Cada uno tiene su casa

Esto es una delicia. Mi novio trabaja de 8 a 8 de la noche y tiene unas campestres aficiones de fin de semana que practica solo. Yo, por mi parte, soy un ser social y trabajo con unos horarios mucho más variables y flexibles según el volumen de trabajo que me llega. Esto quiere decir que a veces uno de los dos está más cansado, o tiene compromisos, o directamente lo único que desea es meterse en la cama y roncar. Cuando estamos en cualquier situación de cambio de ritmos, lo que hemos aprendido es que es ideal que cada uno duerma en su casa. Esto también aporta espacio, independencia y muchísimas ganas de volvernos a encontrar.

  1. Dos economías separadas (¡y sanas!)

Mi novio tiene su trabajo y lo que gana por él yo ni siquiera lo sé. No le pregunto en qué se gasta la plata o cuánto le costaron unos zapatos. En mi caso es lo mismo. Mi plata es mía y hago con ella lo que mejor me parece. Si vamos a un restaurante pagamos a medias, si vamos a un viaje, la misma cosa. Ni él me paga nada, ni yo le pago nada. Economía saneada y listo. No les puedo decir lo bien que sienta que nadie le pide prestado a nadie, y tenemos un tren de vida que para el otro es parecido, con lo cual en ese aspecto no hay sorpresas.

  1. Los problemas de nuestros hijos no nos conciernen

Yo tengo dos hijos y él tiene uno. Los míos son adolescentes. Como fieles exponentes de estas edades pasan por cambios, reacciones y digamos que plantean más desafíos que cuando no habían superado la barrera de los doce, como su hijo. Pues lo mejor de ser novios es que ni yo me meto en los temas padre-hijo ni él se inmiscuye en la relación madre-hijos. Pasamos algún tiempo con los niños pero, en el porcentaje de nuestro noviazgo, no llega al 20%  del total. Ideal de pies a cabeza porque no tenemos que “criar hijos ajenos”, que es un asunto que me provoca cero y que jamás me ha interesado.

Comentamos por encima, como solemos hacer los periodistas, lo que nos pasa, pero el papel de cada uno es el de oyente, ni un centímetro más. Al no tener hijos compartidos, nuestra vida de novios es como estar en una luna de miel prorrogable que nos mantiene la energía a tope.

  1. Nos mantenemos más activos y yo diría que más atractivos

Ver a mi novio es una delicia. Me apetece que venga mi casa o yo ir a la suya. Pasamos franjas de tiempo juntos, pero al no estar casados nos ajustamos al tiempo que tenemos y nos hacemos la vida agradable. Él me cocina mucho y hace platitos con amor. Yo le acaricio las canas y soy tan cursi que le pinto corazones en la ducha con jabón, también le corto rosas por la calle y se las pongo en casa. Tenemos una vida ajetreada, movidita, propia de los que están viviendo sus cuarenta años a tope y son padres, pero no somos esposos, no entendemos de monotonía y no llevamos una rutina espartana. Él me ve divina y yo no lo cambio por Clonney.

Es un modelo para personas algo más libres, como nosotros, y creo que es el que nos permite amarnos sin sentirnos presionados. ¡Salud! ¡Y que vivan los novios!

¡Ánimo! Si necesitas una consulta privada conmigo puedes escribirme a este WhatsApp. Todas mis consultas son ‘online’, desde la comodidad de tu teléfono.

En febrero publicaré otra carta de los lectores que me escriban. Sígueme en Facebook: María Pasión la Doctora Corazón o en Instagram @mariapasionlove

Encuentra todas las columnas de María Pasión en este enlace.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.