El momento en que vivimos es una encrucijada que nos muestra muchos escenarios posibles, desde unos que nos hablan de pronta recuperación económica y concordia mundial, hasta otras posibilidades menos alentadoras que podrían desencadenar una tercera guerra mundial.

El gigante que desde hace un siglo domina el mundo está enfrentando una crisis como pocas veces hemos visto debido a la brutalidad policial. Pero lo de George Floyd es solo la punta del iceberg. EE. UU. nos ha vendido, para conservar su imagen geopolítica, que es un adalid de la libertad y de la igualdad. Pero si analizamos su historia en las últimas décadas no hay nada más alejado de la realidad. El racismo que está instalado en el ADN de su sociedad, ha estallado en varias ocasiones con mucha virulencia.

En 1992, en Los Ángeles, hubo revueltas tras difundirse un video de cómo un grupo de policías daba una paliza a otro hombre de color, Rodney King, y el posterior juicio donde se absolvió a los agentes, provocó 63 muertos y más de 2.000 heridos. Y si me voy hacía atrás la lista podría hacerla casi interminable, Detroit, 1967 (43 muertos), Watts, 1965 (34 muertos)….

El grupo terrorista Ku Klux Klan campa a sus anchas como nunca, gracias al apoyo de soslayo que le da el presidente Trump, ya que nadie duda que sus integrantes y simpatizantes son también sus votantes. Portan banderas nazis y sus capuchas blancas con total impunidad amparándose en la primera enmienda que defiende “la libertad de expresión”. ¿Se imaginan una escena así en la Alemania actual? Obvio no, porque en Europa la sensatez ha hecho que la libertad de expresión, como todas las libertades, tenga límites que nos permitan una convivencia sana y en paz.

Pero no es sólo todo esto y que repito, podría seguir enumerando casos de racismo de suma gravedad sin parar en los EE. UU. El problema del gigante es que por mantener su posición geopolítica mintió falseando un ataque vietnamita en Tonkin, para crear una guerra que provocó más de un millón de muertos. Mintieron cuando se embarcaron en la Segunda Guerra del Golfo atacando a Irak en busca de armas de destrucción masiva que sus servicios de inteligencia sabían que no existían.

Armaron a un grupo de cincuenta mil muyahidines durante la guerra de Afganistán, en la ciudad de Pesawar (Pakistán) y uno de ellos fue Osama Bin Laden. Que aprovechó los fondos del generoso Tío Sam para crear Al Qaeda. No les importó inundar su país de cocaína colombiana, a través de su agente Barry Seal, con la complicidad de Pablo Escobar. Creándose en nuestro país toda una guerra que ha durado hasta nuestros días debido al narcotráfico. Fueron condenados por el Tribunal Penal Internacional a indemnizar con miles de millones de dólares a Nicaragua por las acciones que financiaron con cocaína colombiana… y obvio, nunca pagaron.

Después de esto y más que les podría contar con datos comprobados, son muchos los que todavía se extrañan por el odio que despierta EE. UU. en buena parte del mundo.

Ahora estamos en un momento donde la tensión geopolítica está llegando a extremos nunca vistos entre Estados Unidos y China. Siendo este factor un lastre para una economía mundial que no puede ahora permitírselo. Lo que quiero contar con esta columna, no es que odie a los EE. UU. , sino que la geopolítica mundial tiene que cambiar para que el mundo en que vivimos no se vaya al carajo. Podría escribir otra lista de barbaridades perpetradas por otras potencias como Rusia o China. Y son todas estas potencias las que deben también modificar su manera de actuar.

Escribo todo esto, porque opino que los países deberían fijarse más en sus defectos (todos los tienen), y en terminar con ellos, que en cómo anda el vecino, y cómo lo puedo joder para que a mí me vaya mejor. Actitud por cierto muy humana y que posiblemente nos lleve a nuestro fin. Visto esto, ojalá los extraterrestres vengan a salvarnos… que lo que son los humanos, vamos, pero de culo.

Si quieren más información sobre como la cocaína colombiana financió guerras ilegales aquí les dejo un vídeo de mi canal de Youtube: Oculto tras la sombra.

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