Se suele decir que el cuerpo transmite mucho más que las palabras, por ejemplo: sonreímos para ocultar lo que realmente sentimos, pero para saber si una sonrisa es totalmente sincera hay que fijarse en las arrugas que esta genera, más en los extremos de los ojos. O está el caso de mi amiga, que después de un cepillado sale de la peluquería erguida y sacando pecho porque desapareció el “rucho” de su cabello, lo cual la hace sentir completamente atractiva y segura de sí, aparte de que genera en su rostro una sonrisa que sí es 100% fiel a su estado de ánimo.

Como muchos dicen: “es que con un buen cabello todo cambia”. Pues hacen pensar que antes de cualquier operación estética, si socialmente tu cabello está mal y/o lo consideras feo, lo que inviertas en el resto del cuerpo pasa a un segundo plano.

Ahora bien, quizás se preguntan del por qué hablar de este tema estando situados fuera del salón de belleza, y la respuesta es que la aceptación al cabello que nos tocó debe ser algo que trascienda más allá de las charlas con la peluquera, el peluquero o estilista. Sin embargo, el grosor de este texto estará dedicado al cabello afro o crespo, que si es necesario dejar más en claro, se definirá como: el pelo de las personas negras.

Siendo nacido y criado en la ciudad de Cartagena de Indias, he tenido el privilegio de vivir rodeado y chocando con una multiculturalidad que entre entendida y no, hace de este corralito un lugar especial; pero, donde claramente prevalecen en cantidad y no en aceptación unas raíces afrodescendientes que, al día de hoy, siguen luchando por merecer un mejor espacio, visibilización y aprobación dentro de la sociedad, no solo cartagenera sino nacional hasta internacional.

Eso es tan grave que ha llegado a tener gran impacto dentro de la misma comunidad negra que lucha contra sí misma para sentirse cómoda o acogida entre tantos estigmas, reglas o imposiciones que se normalizaron generación tras generación, y entre muchos de esos casos está la problemática que genera tener el cabello afro.

Empecemos diciendo que entre amistades, frases coloquiales y sin obviar las despectivas, en las conversaciones salen palabras que presuntamente se usan como sinónimos: pelo rucho o pelo apretado. Sin embargo, al decirlo tan folclóricamente no caemos en cuenta de lo que connota una expresión de estas, de la cual lo único que se infiere es que es un rasgo muy poco o para nada deseable, sumándolo a más opresión sobre las personas negras que bastante discriminación reciben tan solo por su color de piel.

Sin embargo, por lo que a mí respecta, lo más desconcertante y abrumador viene por parte de las mismas personas de piel negra que hacen referencia a querer ‘blanquear’ su linaje o imagen, pero que sin necesidad de juzgarlas, son el reflejo de una comunidad que ha sido oprimida desde que tenemos memoria, siendo llevadas a tomar conductas que las despojan de lo que fueron sus antepasados.

Por ejemplo, he sido testigo de expresiones como estas:

“Tengo que ir a plancharme, así con este pelo rucho no puedo salir”, “búsquese una novia que tenga el cabello liso, para que no le salgan los hijos con el pelo tan apretado”, “vaya a quitarse ese afro que eso no le da seriedad”, “lo ven llegar con ese pelo esponjado y no le dan el trabajo”, “tiene el pelo tan apretado que ni agua le entra”.

Así como esas, son muchas las experiencias de rechazo que existen hacia el cabello afro o crespo, debido a la connotación de rebeldía, desorden, desaseo y malacrianza que se le impuso socialmente. Entonces, ¿por qué consideran que es mejor no tenerlo? porque así se sienten menos negros o negras, menos discriminados o discriminadas y un poco más aceptados o aceptadas.

Por poner otro ejemplo: ¿Qué habría sido de las comunidades esclavizadas sin las trenzas de las mujeres negras para poder conseguir la libertad?

San Basilio de Palenque, oficializado como el primer pueblo libre de América, es un corregimiento situado en el municipio de Mahates, el cual en épocas de la colonia batalló como muchos otros por su libertad, hasta conseguirlo de manera especial gracias a los canerows: “peinado trenzado africano en el que se trenza el cabello muy cerca del cuero cabelludo con un movimiento hacia arriba y hacia abajo para crear una sola línea de fila levantada”. (EDTimes).

Resulta que antes de que llegase alguna otra estrategia fallida, Benkos Biohó, un hombre negro de la Guinea, Portuguesa, y que se encontraba esclavizado en el Nuevo Reino de Granada, tuvo la idea de que “las mujeres crearan mapas e incluso entregaran mensajes a través de sus trenzas. Dado que los esclavos rara vez tenían el privilegio de escribir.”

Pero, no conforme con eso, Biohó también hizo “que estas mujeres usaran semillas como decoración en su cabello, estas semillas luego se usaron como una forma para que los esclavos liberados cultivaran sus propios cultivos”. (EDTimes).

Sin embargo, esas son historias de las que poco se habla en el andar popular y el ser de las trenzas, por estos tiempos, ya ha sido resignificado. Ahora, mucho se resalta en las redes sociales de que el empoderamiento de una mujer afro parte desde su cabello y la libertad que a este se le da. En ejemplo está la periodista y presentadora Mábel Lara, quien escribió como pie de foto en una de sus publicaciones de Instagram lo siguiente:

“(…) Pasaron años, más de 20, para volvernos inseparables, ahora lo dejo ser y él me lo agradece fluyendo, a su ritmo; en su tiempo y curvatura”.

 

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Eso en específico, pero he sido testigo en redes sociales de que existe un cambio y que ahora el feed de muchos usuarios, sean mujeres o hombres, está lleno de publicaciones donde dejan ver con orgullo su cabello afro, acompañado de inspiradoras frases que invitan tener un mejor sentido de pertenencia sobre lo que son como afrocolombianos, con un empoderamiento desde la raíz.

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