Antes de la pandemia, el ecosistema digital estaba constituido como un escenario de información y entretenimiento en el que los usuarios calmaban sus ansias de esparcimiento, a la vez que se relacionaban con sus micro–redes de acción. La tarea educativa era una actividad de menor calado en el ciberespacio, punto de transformación, reinvención y bifurcación en la formación profesional de las nuevas generaciones que, en una maratónica carrera contra el tiempo, ahora impone un reto innovador al cuerpo docente y las Instituciones de Educación Superior, IES.

Plan de contingencia, que cambia el concepto de aula, las prácticas educativas, el modelo pedagógico de enseñanza–aprendizaje, los hábitos del estudiante y la construcción del conocimiento desde la guía del tutor. Incertidumbre de los actores del proceso formativo que establece un paradigma de angustia y expectativa que saca a flote, en redes sociales, acérrimos contradictores de la virtualidad universitaria. Más que un tema de empatía con una educación para todos, desigualdades socioeconómicas palpables en la comunidad académica, acceso diferencial a la información, entre otros factores, se trata de repensar las bases del estamento académico.

La educación no presencial en Colombia ya tiene antecedentes y experiencias de estupenda calidad, connacionales que se formaron por correspondencia –material escrito por vía postal–, esquemas de radio y televisión que ampliaron la cobertura del sistema educativo. La disposición que ahora expide el Ministerio de Educación Nacional, MEN, autorizando a las IES a impartir clases virtuales hasta el 30 de mayo, para mitigar el contagio del Covid–19, impone retos a docentes en el uso de las TIC no solo como material complementario sino como eje de un sistema de aprendizaje interactivo y abierto, y a estudiantes en una actitud activa, creativa y participativa.

La dicotomía entre suspender, cancelar, el semestre o terminarlo de manera virtual pone en discusión la calidad del proceso educativo mediado por la tecnología, el proceso asincrónico en el desarrollo de las clases, la evaluación, la idoneidad de llevar todos los contenidos y carreras al escenario virtual, modificaciones al calendario académico, factores que hacen evidente que no se ha apropiado un cambio de chip para adecuarse a un escenario totalmente diferente al presencial. La sustitución de la planta física por el ecosistema virtual implica, a docentes y estudiantes, incorporarse e interactuar en comunidades virtuales para establecer círculos comunes de acción, instituir en las redes sociales un ambiente para leer, escribir, construir y publicar contenidos colaborativos y de su autoría.

La habilidad y conectividad que tienen los jóvenes para establecer tendencias, generar comunidades y producir contenidos deben ser encausadas para asumir el reto de estudiar en casa desde el smartphone y los dispositivos de pantalla. Colombia, con 50.61 millones de ciudadanos, muestra que la penetración del celular es del 119%, computador 79% y tableta 42%, conectividad que denota 35 millones de usuarios de internet y las redes sociales; consumo de videos (99%), blogs (49%), audición musical (60%), estaciones de radio (57%) y podcast (36%) dan un rango de acción importante para llegar a los sujetos de 13 a 44 años –81% de la población usuaria de la red– en sus 9 horas 10 minutos de conexión diaria al ecosistema digital.

Las clases mediadas por la tecnología, en este momento de coyuntura, es un fenómeno que no solo afronta el colectivo colombiano, el profesor en casa a través de plataformas virtuales sustituye, en este momento en diversos países, el contacto cara a cara de la educación tradicional. Los jóvenes colombianos deben dejar la reticencia y sumarse a los esfuerzos de las IES, y su cuerpo profesoral, por construir país desde las limitaciones del entorno con que tomó a todos esta crisis de la pandemia mundial y el aislamiento que los tiene confinados en sus hogares.

Los docentes adecúan los contenidos de sus asignaturas pensando en los jóvenes, paso de la escuela tradicional a un nuevo esquema de enseñanza–aprendizaje desde un punto de encuentro digital entre unos y otros donde se brinda información de calidad, aquello que interesa y despierta la curiosidad investigativa. Empoderamiento del acto educativo que satisface la duda, estimula el conocimiento y desarrolla competencias desde el perfil de usuario que adquiere cada estudiante. Audiencia, expectante, a la cacería de temas específicos, con capacidad de navegar en varias plataformas al tiempo que desarrolla su tarea; seres a los que captura el interés por explorar en su campo de formación.

Jóvenes educandos que se desprenden de lo temático para cazar información precisa, en redes sociales, de lo que pasa en el mundo con esta pandemia; gestión ‘online’ que pide crear estrategias e implementarlas con contenido atractivo y de calidad. Matriz de publicación que lleva a los docentes a constituirse en una especie de ‘influencers’, sujetos que monitorizan todos los mensajes y novedades del área de formación; ojos y oídos que con criterio clasifican los datos para convencer e involucrar a su comunidad en la consecución de los objetivos trazados en la estrategia de formación con ayudas virtuales.

Relación docente–estudiante que llama a repensar las prácticas, experimentos y laboratorios, desde la creatividad explorar los escenarios virtuales con los cuales poner en práctica la teoría. Respuesta rápida y adecuada en un entorno colaborativo que desarrolla las destrezas individuales y fortalece el trabajo en equipo, técnica novedosa e impactante que da afinidad a las nuevas tecnologías y expande el aprendizaje a nuevas herramientas. Las IES revisten su personalidad de estrategia digital, en este proceso 80% es la táctica y 20% tecnología; el paso a seguir es dar respuesta a las necesidades de los usuarios y los objetivos de cada asignatura y programa académico.

La forma de operar se irá clarificando con el tiempo, por ahora es clave la disposición de todos para hacer frente a las necesidades que plantea el destino; el símil dice que en este momento el contenido es el rey, la interacción es la reina y el análisis es el imperio. El gobierno, por su parte, está llamado a propiciar el entorno para el adecuado establecimiento de este modelo educativo, productivo y social hasta ahora sin explorar por parte de muchos. Fragmentación y segmentación de tiempo que atiende la crisis del momento, pero a su vez vislumbra la ruta a seguir por el ecosistema educativo que antes de la pandemia hacía frente a la retracción de estudiantes en sus aulas.

Alfabetización digital que pide el compromiso de la sociedad, el esfuerzo del estado por amainar las desigualdades tecnológicas y de acceso a la red por parte de los grupos poblacionales. Flujo económico que apoya a las IES y los estudiantes en el desarrollo de actividades educativas en medio de la coyuntura que plantea el coronavirus y la cuarentena en que está Colombia, garantía de proyección y acceso a los contenidos en el tiempo que garanticen la equidad del conocimiento al interior del colectivo nacional. Equilibrio democrático que llama a todos a ser actores protagonistas de este cambio del ecosistema educativo en el que todos apuestan por el #YoSíMeConecto, se derrota el miedo y se mantiene la esperanza en que todos juntos y en colaboración inventarán una nueva forma de hacer las cosas para salir adelante este reto que impuso el destino.

Escucha el podcast que complementa esta columna aquí:

Sígueme en Instagram en @andresbarriosrubio y en Twitter en @atutobarrios.

Columnas anteriores

Solidaridad en tiempo de crisis con el COVID-19

Pandemia de mezquindad

Colorado un rato, pero no descolorido toda la vida

¡Así no, colegas, así no!

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.