Es claro que los primeros días de aislamiento voluntario, medida adoptada por algunas administraciones locales, y cuarentena obligatoria, decretada por el gobierno nacional, salen a flote una serie de personajes que no pueden asumir que la crisis es real y este es el momento de actuar, antes que tener que lamentar una situación aún más compleja. Los ejemplos de Italia, España y Estados Unidos, por solo mencionar algunos, parecen no servir de reflexión para aquellos que todavía quieren menospreciar el tan famoso coronavirus y sus efectos.

Aglomeraciones de ciudadanos que buscan un medio de transporte, servicio público de movilidad colapsado por el número de usuarios, supermercados y tiendas de abastecimiento desbordados en su capacidad, terminales con gran número de personas desesperadas por retornar a sus ciudades de origen, ciudadanos paseando sin razón por la ciudad, entre otros casos, son las acciones que encienden las alarmas y llaman a cuestionar qué está pasando por la cabeza de estas personas. Gestas inconscientes que no acatan las normas de las autoridades y hacen pensar que es clave endurecer las medidas para establecer el control y encausar el desacato civil de algunos pocos.

Proezas mezquinas y estúpidas, en la mayoría de los casos de jóvenes irracionales, abren la puerta a la propagación del virus y sacan a flote las malquerencias de incautos seres ávidos de reconocimiento y afecto.

Ejemplos claros de la irresponsabilidad son Andrea, “@andreaydavidm”, en Twitter y María Alejandra, “@vickasinger”, en Instagram para quienes el confinamiento no pasa de ser una sandez que no impide salir de puente o ir a la calle a “mostrar cómo andar en la ciudad sin que nadie te joda”. Esas mismas que de seguro atacarían con toda la artillería al presidente, Iván Duque Márquez, si en algún momento se atreviera a seguir la línea de Donald Trump o Jair Bolsonaro, negarse a decretar la cuarentena para reactivar la economía y que muera el que tiene que morir.

Lo visto en los últimos días deja en evidencia que hace parte de la esencia de los colombianos el buscar el esguince a la ley, buscar la excepción para no cumplir con la norma. Falta de educación del colectivo social para asumir con responsabilidad y seriedad una crisis desde diferentes perspectivas, acatar instrucciones y no pasar a la historia como aquella generación que no pudo con la simple tarea de permanecer en casa y al lado de sus seres queridos. Es claro que, a la sociedad moderna, en medio de la tecnología y el mundo globalizado, le cuesta recuperar las bases del estamento social, saber que antes que los amigos y lo banal está la familia.

En este momento las diferencias políticas, económicas y sociales quedan de lado, la pandemia no tiene distinción de credo, raza, estratos y edades; todos se pueden ver impactados de manera directa, con familiares y amigos, o indirecta, vecinos y allegados, por el COVID-19. Más que regulaciones en este instante, el entorno pide unión y fuerza de un colectivo social para dejar de lado el pánico y desde la solidaridad construir un escenario que permita sobrellevar esta contingencia alejados de la xenofobia y la aporofobia.

Pedagogía e información es superada por la vulnerabilidad de la población de escasos recursos en Colombia, problemas de abastecimiento alimentario, avaricia de empresarios, necesidad de un ingreso diario que garantice el sustento familiar, las falsas cadenas de mensajes en WhatsApp y redes sociales, entre otros factores genera la salida justificada de los colombianos a la calle escapando a la restricción. Juego de ilusión que genera en el imaginario expectativas que están a la cacería de incautos, la ciudad sigue siendo epicentro de las angustias de migrantes, vendedores informales, habitantes de la calle que representan la necesidad de equidad y oportunidad en el colectivo social.

El presidente Iván Duque Márquez, los mandatarios locales y demás estamentos políticos han dado lección de grandeza, dejaron de lado sus diferencias conceptuales e ideológicas para llamar al país a actuar con responsabilidad frente a la coyuntura que se enfrenta. La alerta ha sido ampliamente explicada, detallada y socializada para comprender que el coronavirus no es un juego, es importante cumplir el aislamiento y dejar la prepotencia para comprender que la solución empieza por cada uno con el autocuidado.

Los comparendos por violar la restricción de movilidad, la cantidad de vehículos inmovilizados, las infracciones de transito, los siniestros viales y los miles de casos expuestos en el ecosistema digital demuestran que la cultura y consciencia ciudadana es una utopía para algunos bárbaros.

La de ahora es una oportunidad de oro para los medios de comunicación y el periodismo, reencontrarse con el público y recuperar su confianza no es una tarea fácil. La trascendencia de la información es la materia prima del día, la radio puede retomar su espacio como medio de compañía, teatro de la imaginación que hace agradable los instantes de este confinamiento, la televisión y su importancia en el ocio toma relevancia para moldear actitudes afectivas y estilos de comportamiento, definir los valores culturales desde lo audiovisual. Consumo dosificado en el que los medios deben cumplir con su responsabilidad social, pues hoy, en su oferta ‘on’ y ‘offline’, se hacen aún más relevantes en su doble dimensión de información y entretenimiento.

La sociedad del COVID-19 cambia sus hábitos, el aislamiento obliga a resurgir, o retomar, formas de actuar para adaptarse a estar 24 horas, 7 días a la semana, en el hogar; el ecosistema digital funge como epicentro para apropiar intereses de aprendizaje y adquirir nuevas habilidades. Las redes sociales están llamadas a ser el escenario de entretenimiento responsable en ‘streaming’, punto de encuentro de servicios y acciones que activen el sentimiento de esperanza, solidaridad y apoyo en comunidad; contribución al bien común en un instante de incertidumbre por la situación económica futura y la crisis de empleo que se avecina.

Como colectivo, los colombianos deben mantener la esperanza; la confianza surge y se sostiene desde los valores y propósitos que son comunes a la comunidad. Se deben aprender de las lecciones que llegan desde los medios y plataformas en general; en la radio, la televisión, la prensa –convencional y virtual–, Internet en general y las redes sociales se tiene un claro espejo, la información e imágenes que llegan de Europa no son propiamente de una película o serie de ciencia ficción son la triste realidad de una sociedad que reaccionó tarde y, en muchos casos, menospreció al letal coronavirus.

El llamado a la ciudadanía es a cumplir con las medidas de aislamiento, el virus no puede seguir avanzando más rápido de lo esperado, de la paciencia y compromiso de todos depende de la laxitud de las normas en medio de la coyuntura.

#YoMeQuedoEnCasa y #YoMeCuidoYoTeCuido son la clave para hacer frente a este momento del desespero que trae consigo el confinamiento en casa, la salud emocional y física de los ciudadanos está conexa a la solidaridad del otro en un tiempo de crisis con el COVID-19. No es momento de parar, todo lo contrario, Colombia requiere de la solidaridad y trabajo colaborativo que den viabilidad a la opción de construir país, la unión, el respaldo y el apoyo es el camino para salir adelante del reto que ahora impone el destino.

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.