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0     Jun 11, 2024 - 10:50 am

Nos encontramos ante una de las grandes promesas de la literatura latinoamericana. Sí. Estamos frente a Alejandro Moreno Sarmiento (1995) y su ópera prima El sentido del orden (Taller de Edición Rocca, 2024).

Alejandro es abogado de la Universidad Javeriana, con énfasis en justicia social y derechos humanos, cronista y escritor y ha sido colaborador de la sección cultural del diario El Espectador y de otras publicaciones. Ha publicado textos en Relatto, un portal especializado en crónica. En la actualidad es investigador y coordinador de contenido en derechos digitales en LinternaVerde.org y se encuentra haciendo una maestría en Escritura Creativa en la UNTREF en Buenos Aires, maestría a la que llegó por consejo de su amiga Laura Ortiz (autora de un libro de cuentos estupendo, llamado Sofoco, bellamente editado por Laguna Libros).

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El libro que hoy reseño es un “duelo narrativo en ocho tiempos”, como lo define su autor. Su nombre: El sentido del Orden, y fue la obra ganadora del Premio Nacional de Cuentos Julio Paredes 2023, premio impulsado por IDARTES.

Es una bellísima edición que salió el pasado mes de abril en Colombia y que, para mí, es un hondo y profundo poema de dos estrofas:

Suena la canción de las monedas

Antes de que el sol caiga

Como palabras dobladas

En el medio de un precipicio

Un lenguaje de sugerencias (en voz femenina)

Sin traducción posible

Brilla bajo el agua

El sentido del orden

La obra tiene dos partes, como las dos estrofas, y los anteriores versos son los títulos de los 8 cuentos, lo que por supuesto, nos anticipa la intención deliciosamente oculta del autor y su sentido del orden.

Chesterton, citado por la escritora argentina María Gainz en su gran libro Un puñado de flechas (Anagrama, 2024), nos decía que el cerebro de cada artista tiene su propia arquitectura. Y el cerebro de Alejandro es privilegiado, tal como lo evidencia no solo el orden, trama y estructura de sus cuentos; todos con secretos que tratamos de adivinar y no podremos, sino el relato mismo que le da el nombre al libro El sentido del Orden, una oda a las bibliotecas personales y a los duelos expandidos en el tiempo.

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Y sí, el libro es un concierto de narraciones cortas, cada una fuertemente cohesionada y armada, con secretos indecibles, y detalles, frases y finales inolvidables. Ninguno puede pasar inadvertido y, en algunos casos, seguro inducirán sueños lúcidos al lector/a, que tratará de imaginar cual fue realmente el desenlace. Como coincidimos con Alejandro en querer despertar entusiasmos con la promoción de las letras, debo decirles que este es uno de esos libros que, necesariamente, hay que leer.

Y mi cuento preferido, definitivamente, es Un lenguaje de sugerencias, aquel en el que una voz femenina, la de Isabel, nos narra una historia de oficina, con una infidelidad de por medio, y con muertes inesperadas, duelos pasados y futuros, una historia que nos deja sin aliento… en la que solo nos queda por delante una carretera en descenso… La voz femenina está construida de forma impecable y nos cuenta el autor que la posibilidad de escribir ficción permite crear justamente ese ir explorando y descubriendo zonas sin transitar para crear cuerpos, pensamientos o vidas que no nos pertenecen, y ello sin contar que él ha crecido entre mujeres y que le ha sido mucho más fácil relacionarse con ellas.

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A pesar de ser abogado – Alejandro nos cuenta que estudió la carrera de derecho pasando como un turista, para ver de allí que podía servir a su verdadera pasión por la literatura y la escritura, pero nunca para ejercerlo, salvo en lo tocante a la libertad de expresión – en el libro no encontramos ni un solo asomo de legalidad o juridicidad, algo que agradecemos inmensamente los abogados/as que leemos ficción. Sus cuentos son literatura pura.

Nos cuenta Alejandro que su cuento más personal, aunque no autobiográfico – aunque el espacio en el que ocurre si fue la casa de la infancia, los abuelos maternos – es el que le da el título al libro y el que no podría haber estado en otro lugar de la obra, pues es el broche de oro. Nos cuenta que su papá, también lector empedernido y escritor, murió cuando él tenía apenas 10 años, y quedó la biblioteca de la casa sola, rodeada de libros… tantos que no se podía deshacer de ellos… eran una presencia inevitable vs. una ausencia de su dueño que, a su madre y a él, les saltaba a los ojos todo el tiempo.

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Así pues, a través de la lectura del cuento, entendemos que la aproximación de Alejandro, y del protagonista del cuento a los libros, fue a través de la pregunta de quién era su dueño y de qué podrían decirle esos libros sobre su papá. Y comprender cuál era el orden de esa biblioteca. Y, como todas las bibliotecas personales, tenía un orden arbitrario, personal y que sí decía algo.

Ese cuento, cuya primera versión estuvo lista a finales de 2018 y respecto del que no había, inicialmente, ningún interés en que fuera parte de una colección, fue el inicio de unos relatos que, por coincidencia y no intencionalmente, tenían que ver con muertes y duelos. Y luego, como narra Alejandro, las historias se fueron torciendo involuntariamente: los elementos muerte y duelo fueron apareciendo, y así, al entender que era un tema del que no podía escapar, que lo atravesaba, no sólo por la temprana perdida de su padre, sino por la muerte de personas cercanas, era más que claro que esa sensación de dislocamiento, de pasar por los ritos funerarios, de hacernos las preguntas cuando alguien muere, debían ser explorados hondamente en sus relatos. Así que, en plena pandemia, Alejandro terminó de escribir los demás cuentos que hacen parte de la obra – la mayor parte entre febrero y diciembre de 2020 – y solo más adelante escribió otro de los cuentos.

Todos los cuentos tienen que ver con la muerte, ese tema tan naturalmente antiguo, así como también el duelo y los ritos funerarios, y no es casualidad que la obra literaria fundacional de Occidente termine con los juegos funerarios de Héctor. En uno de los relatos, Como palabras dobladas, nos encontramos con el duelo por la muerte de un escritor que, en vida se dedicó a preparar una antología de discursos para muertos, y como su salud mental y matrimonial se vio comprometida por causa de tal proyecto. En el encontramos una de mis citas favoritas:

“Las razones por las que una persona escribe con un misterio que no pocas veces ha intentado ser resuelto: para recomponer la realidad, se dice, para agregarle algo, para ganar aprecio, para fundar el mundo en un nuevo caos, para refugiarse del dolor y del miedo de los que nunca estamos a salvo, o para tramitar ese dolor y ese miedo ya sobrevenido.” Sin duda, de los cuentos más apasionantes del libro.

El sentido del orden – la obra completa – está fuertemente influenciado por las lecturas que han sido punto de inflexión del autor en diferentes momentos de su vida: Catedral, una inquietante colección de cuentos de Raymond Carver. Dublineses de James Joyce, la novela Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy del irlandés Lawrence Sterne, los cuentos y la obra de Lucía Berlín y, por supuesto, no podían faltar Borges, Cortázar y el Quijote.

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Atrévanse a navegar por este maravilloso libro. Todos, léase bien, todos los cuentos, son francamente estupendos. No se arrepentirán

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