Un enemigo invisible ha provocado estragos en las economías mundiales en 2020, pero existen países que han sabido actuar frente a la crisis. De manera que la recuperación responde a la planificación y organización, sin trasladar los efectos económicos negativos a sus sociedades, sino mediante una inversión eficiente de recursos públicos que generan desarrollo económico.

Nunca antes se había percibido en su magnitud la debilidad de las economías latinoamericanas como ahora. América Latina, en promedio, ha tenido una caída del PIB, del 8,1 %, lo que convierte en por lo menos, preocupante, teniendo en cuenta que el PIB de Estados Unidos cayó en un 3,5 %, mientras que la eurozona fue 6,8 %, para África fue del 3,7 %. El promedio a nivel mundial es del 4,7 %, los mayores niveles de aumento de pobreza y atraso los aportan las economías subdesarrolladas de América Latina.

Mientras Estados Unidos, África, Asia y Europa muestran signos evidentes de recuperación, América Latina sigue cayendo, teniendo a Colombia y Venezuela como los principales protagonistas del desplome de la producción y la inversión, el aumento de la tasa de contagio y el número de muertes diarias, a espera de los picos venideros de la pandemia. China, por ejemplo, ha tenido un aumento del 18 % del PIB en el primer trimestre de 2021, comparado con el mismo de 2020. Para África, el Banco Mundial prevé una recuperación superior al de América Latina. 

Según el DANE, el PIB de Colombia en 2020 estuvo dentro del “rango previsto por el Gobierno, que oscilaba entre el -6,5 % y el -7,2 %.”, siendo los sectores más afectados la construcción (-27,7 %), minas y energía (-15,7 %) y el comercio (-15,7 %).

La sola proyección del “Rango previsto por el gobierno” es perversa, dado que los sectores como la construcción, minas, energía y comercio son quienes preferiblemente tienen los niveles de empleabilidad más altos, pero caracterizados por la informalidad en la contratación o ausencia de garantías laborales y las utilidades como las de mayor concentración. Al obrero generalmente se paga por día laborado, en el sector minas y energía, la mayoría de trabajadores trabajan a destajo, así como en el sector comercio. Una caída del PIB superior al 5 %, hace inviable una economía en desarrollo y su recuperación siempre será a largo plazo, especialmente en economías atrasadas. 

En Colombia se estima que la informalidad en el trabajo se ubica en un 48,7 %, es decir, las personas trabajan un día para comer ese mismo día o para el siguiente, pero carecen de cualquier capacidad de ahorro o beneficios laborales. Según la Organización Internacional del Trabajo, el mercado laboral retrocedió al menos 10 años en nuestro país solo en 2020.

Colombia es el tercer país en el mundo que peor ha llevado la pandemia, tenemos los porcentajes más elevados de contagio en el mundo, junto con Brasil e India, incluso peor que África. El proceso de vacunación más lento e ineficiente lo que permite proyectar un 2021, como de esperanza, pero no de recuperación. 

A lo anterior, podemos sumarle que, en los últimos dos años, Colombia ha sido el país que más se ha endeudado en el mundo, llevando el nivel de deuda al máximo histórico en agosto de 2020, y que sigue aumentando en 2021 con los nuevos empréstitos solicitados por el gobierno a la banca multinacional. Somos el país que más ha aumentado su deuda y el que peor ha invertido esos recursos. 

De cada 100 pesos producidos en Colombia, hace tres años, 40 se destinaban al pago de la deuda externa, hoy se destinan 60, se proyecta 65 para 2021, lo que llevará inexorablemente a efectos económicos impredecibles, que se reflejarán de inmediato en consecuencias sociales, rezago en la inversión y fuga de capitales.

Del presupuesto general de la Nación en 2021 se destinarán más de 70 billones de pesos, para el pago de la deuda. Para tener una idea de la proporción, todo el presupuesto de Bogotá, ronda los 20 billones de pesos al año, el de Cundinamarca 2 billones al año, el de Antioquia 5 billones y el de Atlántico 1,5 billones.

Los grandes y medianos inversionistas protegen su inversión, trasladándola a dólares, llevando sus utilidades al exterior a economías más seguras y estables, lo que genera reducción en la inversión derivada de la percepción de inseguridad.

La pandemia no ha sido la única responsable de los efectos económicos y sociales de América latina, solo nos ha permitido visualizar objetivamente las economías latinoamericanas, que ya mostraban enormes fragilidades y han sido expuestas al resto del mundo y a los mismos latinoamericanos. Es por esto, que los grandes inversionistas, prefieren invertir sus recursos en mercado de dinero o explotación de recursos naturales, que les da un retorno fácil y rápido de la inversión, con enormes utilidades y exenciones tributarias, poca generación de empleo, en detrimento de la inversión en producción, que requiere transformación de materias primas, recurso humano y proyección de capital a mediano y largo plazo.

Columnas anteriores

Las estatuas que hay que derribar

Alternativas al IVA

¿Piensa invertir en dólares?

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.