Derecho a la manifestación pública y libre expresión del colectivo social perdió sentido en la radicalización de un Comité Nacional del Paro, incapaz de comprender que arengas, movilizaciones y bloqueos son un contrasentido para demostrar voluntad de diálogo en la mesa. Destrucción política, económica y social de la nación, como eje articulador de la desestabilización institucional y democrática, lejos de ser un llamado de atención para todos, se constituyó en un lastre para Colombia con consecuencias peores a las dejadas por los desastres naturales, el terrorismo, la guerrilla, el narcotráfico, la corrupción, la delincuencia e incluso la propia pandemia. Millonarias pérdidas que se reportan en las finanzas del sector público y privado, delinean que equivocado fue el camino, que emprendió la oposición, para incendiar el país en su camino a las urnas en el 2022.

Mes y medio parece no haber servido de nada para un pueblo volcado en las calles, múltiples son las sensaciones tras un ejercicio dinámico de exorcismo de incomodidad, angustia y rabia que se desdibujó y perdió sentido con el vandalismo llevado al extremo y la confrontación indiscriminada con la fuerza pública. La queja como caja de resonancia debe estar acompañada de propuestas políticas que inciten a la acción de cambio, parálisis que hundió a la nación en una profunda crisis llama a dejar la apatía y oposición a la protesta para salir adelante como nación. Capacidad de diálogo y empatía son fundamentales para construir acuerdos, reconocer que la primera desavenencia está en la visión extrema que se tiene de país, permitirá crear y aprovechar rutas de trabajo que conduzcan al progreso como sociedad.

Dilación del diálogo solo ha atizado una alteración psicológica en la población, sensación de miedo sustentada en la violencia que trajo consigo los bloqueos y las aglomeraciones. Cansancio frente al comportamiento insensato de la masa sindical obrera, la minga indígena, los colectivos estudiantiles y las organizaciones sociales se encumbró con las restricciones a la movilidad y la angustia propia que invade al ciudadano ante las dificultades que impactan el trabajo diario y, por ende, el ingreso familiar. Peticiones irracionales, ilógicas y cuestionables de los promotores del paro evidencian que no hay interés de conversar y llegar a acuerdos, en el corto tiempo, sin ningún tipo de imposiciones; cortinas de humo y búsqueda de pretextos constantes, para mantener el desacuerdo, denota la voluntad de fuerzas oscuras para encontrar detonantes que incrementen la inestabilidad.

Rencor de los extremos ideológicos pulverizó la reactivación económica de los colombianos, vacunación, que avanza al ritmo que muchos no esperaban, trata de vencer a dos enemigos: la Covid–19 y las discrepancias políticas que, a la fuerza, sin propuestas y argumentos concretos, se quiere imponer. Movimiento del pueblo, que levantó su voz y se hizo sentir, está ajustado a las divergencias conceptuales que se miran bajo el ojo generacional de los ciudadanos, y la proximidad a ideas de partidos, movimientos o caudillos políticos. Efectiva sanación requiere de dos partes dispuestas a escuchar y ceder, pero a su vez a reconocer los errores propios y plantear con argumentos propuestas realizables en el corto, mediano y largo plazo. Aproximarse a ese ideal posible de país que plantea la marcha protestante, recomponer el rumbo de la nación, empieza con la efectiva sanción para quienes han protagonizado hechos de violencia, irrespeto a los derechos humanos y destrucción de lo que es de todos.

Una sociedad rica en pensamientos, pero sin educación difícilmente tendrá futuro y nación, codicia de las fuerzas sindicales resta representación y visibilidad a la masa protestante en manos de objetivos políticos. Conversación nacional debe estar distante de la desestabilización democrática de la figura presidencial hoy representada en la extrema derecha; el país está por encima de las diferencias ideológicas que polarizan el ambiente. El momento político, económico y social de Colombia exalta la urgente necesidad de dejar de lado las diferencias y ponerse en actitud para trabajar y recuperar lo perdido por la pandemia y la protesta; el país no se puede paralizar al vaivén y ansias de poder de humanistas a los que no les importa llevarse por delante las finanzas, el empleo y la estabilidad democrática de la nación. 

Contundencia y coraje contra el delito, los bloqueos, el vandalismo y el terrorismo, que no se pueden justificar en el ejercicio de la manifestación pública, encausa la zozobra y daño que han hecho los bloqueos. Declaración de guerra, contra gran parte de los territorios y la ciudadanía, invita a decir las cosas como son, el país sucumbe como rehén del Comité Nacional del Paro. Intento anacrónico de extorsión encarnado ahora en los cabildos indígenas, o las capas más jóvenes de los colombianos, busca imponer una visión política al grueso de la población nacional. Abismo de odio no puede negar lo evidente, con disciplina, estudio, trabajo y respeto por el otro, se puede soñar con una patria mas incluyente, sin hambre y oportunidades para todos.

En el país hay más cosas dignas de admirar que por odiar, ensañamiento contra estatuas, monumentos y símbolos indica que Colombia merece tener un mejor lugar en la historia; estela de destrucción, muerte, desolación, lágrimas y miles de contagios que deja la protesta abre heridas a una nación que necesita perdonar para avanzar. Quema y devastación del Cauca y el Valle del Cauca son la mejor evidencia de un afán por destruir para luego victimizarse y encontrar el respaldo de ONG’s y organismos multilaterales que solo ven una parte de los hechos. Políticas de Estado en favor de campesinos y pobladores de las zonas rurales exigen un diálogo que permita llegar a acuerdos, abandonando egos y discursos pomposos que no dejan absolutamente nada.

Colombia necesita avanzar urgentemente, es imperioso regresar a la vida laboral y evitar a toda costa la destrucción del empleo; las piedras que ahora se lanzan deben quedar en tierra y ser el estandarte para construir la nueva normalidad. Narrativa de polarización política solo acrecienta las brechas de desigualdad económica y social, movilización continua acaba con la vida, la paz y el Estado. El llamado responsable es a que todos se unan a la causa de trabajar para salir de la inviabilidad y la intolerancia, se debe de dejar la excusa o el pretexto diario para parar y protestar por el simple hecho de protestar. Es momento de poner los pies en la tierra, dejar de lado los radicalismos y encontrar el punto medio para lograr acuerdos perdurables y cumplibles que conlleven a los colombianos a reconstruir la institucionalidad y el estamento de una sociedad democrática como es Colombia.

Desproporción de la protesta hizo parte del paisaje el despertar del pueblo que desde sus reclamos pide solventar los problemas desde su raíz, ausencia de oportunidades e indolencia de la clase política y el ente gubernamental debe ser el músculo de acción del objetivo electoral que persigue el Comité Nacional del Paro de cara a los comicios de 2022. Imposición que se quiere llevar a la mesa de dialogo debe someterse a las urnas y seguir el trámite legislativo que le corresponde. Los excesos están mandados a recoger, el diálogo es la base de toda negociación y consenso, pero requiere de la disposición de escuchar y a su vez ceder para concertar soluciones viables. El llamado es para todos, Colombia no puede caer en las macabras intenciones de quienes fungen de próceres de un pacto histórico por la democracia y la institucionalidad.

Antes que exigir hay que mostrar actitud de negociación y capacidad de proposición y argumentación, es cierto que el país debe hacer frente al inconformismo social, pero a su vez educar a la sociedad para que las expresiones del colectivo colombiano no se constituyan en vías de hecho y un constante problema de orden público. La expresión democrática adquirirá la visibilidad que requiere en el momento en que las organizaciones sindicales, los cabildos indígenas, los colectivos estudiantiles y las fuerzas sociales comprendan que sus convocatorias y movilizaciones deben estar alejadas de disturbios. Construcción de país se hace desde el diálogo, el entendimiento y apropiación de la identidad nacional con una sociedad justa y equitativa. 

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