Quienes viven alrededor del volcán Cerro Machín comprenden cada uno de sus ruidos y movimientos. Desde sus entrañas él ruge poco antes de un temblor y de tanto en tanto, en su interior, hay golpes que suenan como “lanzar piedras dentro de un tarro”. Para los habitantes del Machín menos que un cerro que amenaza con magma, lava, gases volcánicos o fumarolas, es un integrante más de la familia, incluso, la única voz que es escuchada más allá de las montañas que los rodean. A propósito de las recientes alertas que se presentaron, LA CRÓNICA visitó el sector para conversar con la comunidad.
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El volcán cerro Machín está ubicado sobre la cordillera Central de los Andes colombianos. En línea recta está a 28 kilómetros de Calarcá y 30 de Armenia. Para ir hasta él, LA CRÓNICA partió desde Armenia a las 6:30 a.m. con destino hacia Cajamarca, Tolima. Luego de arribar al municipio tolimense, sobre las 8 a.m., primero tomó la ruta por la institución educativa Agroindustrial de Cajamarca que conduce hasta Toche -un camino de aproximadamente 3 horas-. No obstante, como en el alto de Toche unos obreros construían una placa huella que impedía el paso y las únicas maneras de cruzar era en motocicleta o caminando para hacer transbordo hasta la zona en la que jeeps esperaban, se tomó un camino más largo: Boquerón -un barrio en el sur de Ibagué-, Peñaranda, Tapias, Guaico-veredas- y después de 5 horas, el cerro Machín.
Desde Cajamarca a Ibagué se sumaron 2 horas más y al llegar a Boquerón y trepar la montaña hasta el cerro, pasaron alrededor de 3 horas en las que se recorrió una carretera estrecha, de tierra y piedras, que se extendía abrazando la cordillera. Las casas, en su mayoría distanciadas por varios metros, estaban solo al lado del abismo y en cada una, a sus afueras, con frecuencia se observan varias motocicletas parqueadas.

Hasta la vereda Machín son buses escalera o ‘chivas’, que cubren 3 rutas al día tanto de ida como de regreso, en recorridos que pueden extenderse hasta por 6 horas. Ya en la cúspide de la montaña se encuentran 2 piscinas termales, una tienda y a menos de un kilómetro la laguna de Toche y el poderoso Machín. Son alrededor de 50 kilómetros que separan a este último de Ibagué.
La última gran erupción máxima del volcán fue hace 3.600 años. El volcán ha hecho erupciones menores y la última de estas ocurrió hace unos 870 años. Un volcán es un punto en la superficie terrestre donde se emite magma, es decir, rocas fundidas. Esos magmas generalmente vienen acompañados de gases, entonces pueden tener erupciones de productos líquidos, gaseosos o la mezcla de ambos.
El cráter mide 2.4 kilómetros de diámetro. Es un volcán explosivo. En línea recta, Hernán Gutiérrez, habitante del sector, dice que tarda 40 minutos en subir el cerro. En las paredes hay cenizas volcánicas, el monte es espeso y la maleza enredada. Allí las plantas crecen sin raíz y con frecuencia hay pequeños derrumbes de piedras y arena.
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Armando Espinosa Baquero, geólogo y maestro investigador de la Universidad del Quindío comentó sobre el Machín que: “Es un volcán particular en la medida que, es un edificio taponado, es decir que funciona más o menos como una olla a presión, entonces los gases y productos volcánicos hacen inflar el edificio y se produce una explosión. Por eso es un volcán que los geólogos consideramos más peligroso”.
Víctor Alfonso Santos González, presidente de la junta de acción comunal de la vereda El Guaico, vive en el lomo del volcán, a un kilómetro del cráter. “Vivir acá es complicado porque el volcán desde hace aproximadamente 3 meses se ha venido sintiendo bastante. Nosotros aquí encima de él sentimos cuando tiembla, cuando hace sus erupciones internas, esas grandes explosiones bajo la superficie terrestre. Siempre hay zozobra. Incluso aquí donde yo vivo la casa quedó muy afectada por el sismo que hubo recientemente, hay una pared que está que se cae. También es muy complejo porque no hay una seguridad. Es un sitio bueno para vivir, pero desgraciadamente es inseguro en estos momentos, y no es tanto por el volcán porque él siempre ha existido y va a estar ahí, es más porque no hay un plan de contingencia”.
También contó que el volcán se hizo visible desde el 2008, año en el que se activaron alarmas y alertas. “Pero en este momento se les olvidó hacer mantenimiento en las vías y pedagogía en las comunidades -simulacros de evacuación-. Los caminos que fueron señalados como rutas de evacuación están totalmente en el abandono, cubiertos de maleza. Entonces, si el volcán pasara de alerta amarilla a naranja, no sabemos qué hacer, la gente no sabe cómo manejar este asunto. Hay unas vallas donde señalaban los mapas y las rutas, pero en estos momentos están solo las vallas porque no se ven los mapas, no se ve absolutamente nada”.
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Respecto al turismo que atrae el Machín, dijo: “Acá viene mucho turista a conocer el volcán porque la expectativa de la gente es venir, mirar un cráter, ver lava.
Pero vienen y uno tiene que decirle “este es el volcán”. Usted mira y ve una montaña aparentemente inofensiva porque es un volcán comprimido, pero está teniendo comportamientos muy complejos. Nosotros los que vivimos aquí somos los que sentimos esa situación, los que experimentamos la furia y la potencia del volcán como tal”.
Y expresó: “Para nosotros los campesinos el volcán es nuestra voz porque cada vez que el volcán Cerro Machín se estremece, se nos presta atención y traen audiencia. Al volcán no le toca pedir cita para ser escuchado como lo hacen con nosotros que para hablar con el alcalde o con el gobernador necesitamos citas. Cuando el volcán Cerro Machín se estremece, nosotros decimos que es nuestra voz porque por ese medio se nos escucha y se presta atención a nuestros problemas”.
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Medición del riesgo

El Servicio Geológico Colombiano es el encargado de hacer un monitoreo constante de todos los volcanes activos en el país, con el objetivo de generar alertas tempranas ante las autoridades territoriales para que estas puedan activar los planes de contingencia frente a los fenómenos volcánicos. Esta institución mide el nivel de actividad volcánica mediante 2 escalas, en colores: verde, amarillo, naranja y rojo -el verde representa nivel base de volcán activo hasta el rojo que indica amenaza inevitable de erupción-; y en números romanos: del I al IV -siendo el nivel IV el nivel base de un volcán activo hasta el nivel I que significaría una erupción inminente-.
Una vez se presentan estas alertas, el Servicio Geológico Colombiano notifica a los departamentos vulnerables para que las entidades tomen las decisiones pertinentes para su territorio, en el caso del volcán Machín, la reciente alerta se le fue notificada a los gobernadores de Tolima, Quindío y Cundinamarca desde el 2 de diciembre de 2022.
En el boletín del 6 de diciembre del 2022 emitido por el Servicio Geológico Colombiano informan que: “Durante la última semana continuó el registro de actividad sísmica asociada a fracturamiento de roca alrededor del volcán. Esta actividad sísmica aumentó notablemente el número de sismos registrados y la energía sísmica liberada, en comparación con la semana anterior”. Este boletín se dirige también a los gobernadores de los 3 departamentos ya antes mencionados.
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Actualmente, en este volcán continúa en el nivel de alerta amarilla que corresponde a un nivel III y se presenta cuando un volcán cambia su comportamiento de un nivel base a uno en el que se presentan sismos, emisión de ceniza y gases volcánicos y deslizamientos que pueden comprometer la calidad de vida de las personas que están en el área de influencia del volcán.
Existen 3 amenazas asociadas con la erupción de un volcán. La primera son los lahares, que son avalanchas muy cercanas a las zonas de erupción; la segunda son los piroclastos que pueden viajar kilómetros lejos del punto de erupción y la tercera es el desplazamiento de lava volcánica. De ahí la importancia de los planes de contingencia pues permiten actuar a tiempo para disminuir los riesgos ante estos fenómenos debido a la vulnerabilidad en la que se encuentran los territorios implicados. Las rutas de atención, los organismos de socorro y los centros hospitalarios son entonces fundamentales.
Según expertos, en caso de erupción, los cuerpos de agua, las capas vegetales y los cultivos son los más afectados debido a los químicos provenientes de los procesos de erupción. En las fuentes de agua se podrían encontrar avalanchas por la actividad volcánica, además de los elementos químicos contaminantes que podrían tener repercusiones como el agua no apta para el consumo. Si fuese el volcán Machín, estos elementos químicos podrían quedar presentes hasta por 12 años y directamente se verían afectados el Tolima y el Quindío.
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El Tolima se vería afectado gravemente porque todos los productos sólidos de una posible erupción caerían sobre este departamento y habría grandes afectaciones en la zona de Cajamarca e inundaciones que podrían llegar hasta el río Magdalena. “En el caso del Quindío caería la ceniza que provocaría muchos daños indirectos, pero en caso de una gran erupción del Machín, prácticamente todo el país se vería afectado en la medida que todas las comunicaciones se verían interrumpidas entre todo el oriente y occidente de Colombia”, explicó Espinosa Baquero.
De igual modo, añadió: “el impacto ambiental de nuevo sería muy grave en el Tolima, en el Quindío caerían las cenizas volcánicas que pueden contaminar el agua, hacer colapsar edificaciones, dañar la infraestructura eléctrica. Es decir, una cantidad de daños que directamente no son muy graves, pero indirectamente sí son muy graves porque la región podría prácticamente convertirse en inhabitable. Uno nunca puede pronosticar un fenómeno natural, pero normalmente ese tipo de volcán da muchas señas antes de hacer erupción. El problema en la región es que si el volcán comenzara hoy a dar esas señales no habría cómo tomar medidas frente a eso”.
Por su parte, Manuel Alejandro Jaramillo Giraldo, estudiante de Ingeniería Civil de la universidad del Quindío, explicó: “El departamento del Quindío presenta un riesgo muy alto por la caída de piroclastos con excepción del municipio de Génova. Los piroclastos son las cenizas, rocas y partículas disipadas por la explosión.
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El mapa de amenaza publicado por el Servicio Geológico Colombiano muestra que capas hasta de 30 centímetros de espesor pueden caer en el departamento si el volcán erupciona, siendo los municipios de Calarcá y Armenia, las zonas donde se presentaría la mayor caída de estos piroclastos. Lo anterior, puede generar incendios forestales y de viviendas, contaminaciones químicas de los cuerpos de agua, oscurecimiento del paisaje diurno, intoxicaciones, pérdidas de vida debido a la caída de rocas, obstrucción de vías y colapso de estructuras livianas”.
En cuanto a las medidas de contingencia, Espinosa Baquero, mencionó que: “Las entidades territoriales en el Quindío hacen lo que pueden con la información que tienen, pero no poseen mucha información porque para tomar medidas verdaderas, hay que tener un plan de contingencia y para tener un plan de contingencia hay que hacer unos estudios que en el Quindío no se han hecho. No se pueden tomar medidas si no se conoce exactamente los efectos de una caída de ceniza y eso requiere unos estudios de vulnerabilidad que en el Quindío aún son ausentes”.




Panorama actual para el Quindío
La Oficina Municipal para la Gestión del Riesgo de Desastres, Omgerd, se manifestó a través del geólogo Julio César Quintero: “El sábado pasado hubo 9 sismos en el interior del volcán, los cuales crearon un pánico principalmente en las familias y poblados que quedan cerca del volcán. Es importante mencionar: un volcán es muy diferente a un sismo. Un sismo sucede de un momento a otro, no nos da tiempo de tomar decisiones; el volcán, al contrario, empieza a presentar actividades que pueden ir evolucionando y esa evolución puede durar días, meses y hasta años. Un ejemplo de esto es la alerta amarilla en la que está el volcán desde hace tiempo, desde el 2009 que hubo un sismo fuerte se declaró en alerta amarilla y hoy sigue en alerta amarilla. Quiere decir que no ha habido ningún cambio drástico desde entonces, pasaría de alerta amarilla a naranja si se presentaran una fumarola, olor a azufre, ceniza volcánica”.
También agregó que de hacer erupción el volcán, el Quindío sería afectado solamente por la caída de ceniza volcánica, pero esa ceniza llegaría fría y no creará problemas de personas o cultivos quemados. “Nos caería parte de ceniza volcánica que podrían ser 10 o 20 cm. Entonces en este momento no hay ninguno de estos problemas”.
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