Programa de investigación periodística emitido en treinta y cinco canales de televisión en el mundo. Con su slogan: historias diferentes, Testigo Directo se convierte en uno de los magazines periodísticos independientes de reconocimiento en la televisión estadounidense y colombiana, como entre los cibernautas.
“Eso me pondría en riesgo”, repite un testigo con la voz distorsionada. No revela su nombre. Ni su rostro. En Maicao, al norte de Colombia, denunciar o hablar con los medios basta para que las bandas delincuenciales tomen represalias.
En esta zona fronteriza con Venezuela, el silencio no es una opción: es una regla de supervivencia. En su más reciente investigación, la periodista Laura Alejandra Ayala recorrió este territorio marcado por el miedo, donde la criminalidad se mezcla con la migración y el abandono estatal.
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Maicao fue alguna vez la vitrina comercial de Colombia. Pero hoy su nombre aparece vinculado al narcotráfico, las extorsiones y el microtráfico. Bandas colombianas y venezolanas — como Yeico Masacre, Los Melean, Los Mercenarios, Los Chacones y el Eln— se disputan su control. Algunas llegaron cruzando la frontera. Otras ya operaban desde hace años. Lo cierto es que hoy Maicao está tomado por el crimen.
El casco urbano parece tranquilo, pero detrás de esa calma hay comerciantes que pagan “vacunas”, familias desplazadas y niños en riesgo de ser reclutados. En La Pista, el mayor asentamiento de migrantes de Latinoamérica, la pobreza extrema convive con la ilegalidad. Allí no se denuncia. Allí se aguanta.
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Las fuerzas militares han intentado hacer presencia con jornadas médicas y operaciones donde se han incautado artefactos explosivos y capturados a capos. Pero la comunidad aún teme a las bandas. “Aquí capturamos miembros del Eln con explosivos”, confirmó el brigadier general César Augusto Martínez.
Andrés Nieto, experto en seguridad, explica que en Maicao, la extorsión se llama “pago por seguridad” y el crimen se mimetiza entre migrantes y locales. La delincuencia no se fue, simplemente cambió de nombre. Porque aquí, el miedo no desaparece… se adapta.
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