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Escrito por:  Fabián Ramírez
Periodista     Jul 7, 2023 - 10:50 am

No ha pasado ni un año desde que Gustavo Petro asumió como presidente de la República. En aquel momento, con bombos y platillos anunció la política de “paz total”, la cual busca negociar con grupos criminales. Ese ansiado deseo empezó a verse truncado con los frustrados intentos de cese al fuego con el Eln, que solo hasta agosto de 2023 logrará cumplir. 

Otro es el panorama con los demás grupos delincuenciales. Por ejemplo, con el ‘Clan del Golfo’, a Petro le tocó casi que echar para atrás esa negociación por las masacres, desplazamientos forzados y extorsiones que estaban haciendo en la región del Urabá, las cuales se sumaron a los mismos delitos que seguían cometiendo las disidencias de las Farc y otras organizaciones al margen de la ley en diferentes zonas del país.

A Petro no se le puede negar su deseo de buscar la paz, pero esa intención no puede estar lejos de su responsabilidad de garantizar la seguridad en todo el territorio nacional, un problema que se le empezó a agrandar en estos meses de Gobierno y, por no prestarle la suficiente atención, en la mayoría de ciudades y municipios la violencia está desatada y parece que no hay Dios ni ley.

Así lo expusieron los gobernadores del Valle, Sucre, Meta y Norte de Santander, quienes en revista Semana coincidieron en que hay una sensación de soledad en los territorios por parte del presidente. Pese a que algunos miembros del Gobierno cumplen con su trabajo, los mandatarios locales sienten que al jefe de Estado le falta apersonarse de los problemas serios de seguridad que tienen los departamentos.

Precisamente, Juan Pappier, subdirector de Human Rights Watch, habló en Caracol Radio y reconoció la gravedad de los hechos que están sucediendo en el país.

“Han aumentado las masacres, los secuestros, el reclutamiento de menores, los homicidios y lo que dicen las comunidades es que los grupos armados delinquen de manera más libre y hoy incluso están en zonas urbanas. Se ha perdido control territorial y eso es muy preocupante. Para que la estrategia de paz funcione, hay que hacerla de forma correcta y acompañarla con un plan firme de seguridad”, dijo.

Uno de los casos que más estremeció al país se produjo en la región del Catatumbo, en donde el Eln asesinó a tres policías, uno atacado por un francotirador y otros ejecutados a mansalva mientras desayunaban en un restaurante.

También, otro caso que tiene conmocionada a Colombia es el vil secuestro a la sargento del Ejército Ghislaine Karina Ramírez y a sus dos hijos en Arauca, de seis y ocho años, uno de ellos con la condición de autismo, quienes fueron retenidos por guerrilleros cuando se desplazaban en el vehículo particular de la militar que viajó desde Melgar, Tolima hacia ese departamento a donde fue trasladada.

Para hacer solo un recuento, la situación más grave en la actualidad la tiene Buenaventura, donde los grupos armados conocidos como los ‘Shottas’ y los ‘Espartanos’ tienen sumida en la violencia a esa ciudad. De hecho, en redes sociales han circulado videos de delincuentes deambulando con armas por las calles mientras van amenazando con extorsiones a los habitantes y se enfrentan entre sí por la disputa territorial y de narcotráfico. 

Como si fuera poco, la gravedad de la violencia en el país vuelve asomarse en Bogotá, desde las grandes organizaciones criminales que estarían disputando su ingreso por la región del Sumapaz, hasta la delincuencia común que sigue en ascenso con robos y asesinatos. De hecho, durante esta semana aparecieron en varias localidades pancartas de las disidencias de las Farc.

Esos carteles desataron el pánico entre los bogotanos, que sienten que en la capital no hay una autoridad que asuma la responsabilidad de la seguridad, pues la alcaldesa Claudia López le tira la bola al Gobierno al decir que le incumplieron con el número de policías que le habían prometido.

El tema de las ciudades no es exclusivo de la capital y eso quedó en evidencia con las situaciones que se han presentado en Bucaramanga y Barranquilla, en donde el orden público se vio alterado, no ya por los grupos armados organizados, sino por delincuencia común que también hace de las suyas ante la guardia baja del Gobierno Nacional.

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Lo cierto es que a Petro la guerra le tiene embolatada la paz que tanto promulga y deberá prestarle atención a esa situación, pues el país no aguanta más estar sumido en un ambiente de caos y peligro, que hace recordar las épocas más dolorosas de la historia de Colombia.

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