Puntualmente, Cárdenas precisa en su columna del diario español que Hidroituango representa “el fracaso […] de esa gesta del hacha que, bajo la mitología del individuo y la civilización, ha traído en las últimas décadas destrucción y muerte por todo el país”.

Hidroituango

Artículo relacionado

“En Hidroituango el ánimo de lucro superó las recomendaciones técnicas y científicas”

Para Cárdenas, Hidroituango es “una nueva repetición a gran escala de aquella tragedia atávica de la antioqueñidad”, cuyos “impulsores visibles e invisibles —entre los primeros, el expresidente Álvaro Uribe y el exgobernador de Antioquia Sergio Fajardo— han insistido en mostrar que la construcción de esta obra era algo inevitable, prioritario, esencial y, por supuesto, imposible de detener. En suma, que no había alternativa”.

También hace eco de las denuncias del movimiento Ríos Vivos, que “lleva años denunciando el acoso a las comunidades ribereñas” y sostiene que “se calcula por centenas la cifra de cuerpos de desaparecidos que fueron arrojados al agua durante el largo y violento proceso de instauración del gran proyecto hidroeléctrico en la zona”.

“Pero los responsables del desastre, la EPM (Empresas Públicas de Medellín) y la Gobernación de Antioquia, sus principales inversores, repiten que la hidroeléctrica es indispensable y que se trata de una demostración más de su compromiso con el progreso, cuando toda la evidencia apunta a una oscura cadena de corrupción, crimen, irresponsabilidad y chambonería”, añade Cárdenas.

Pero así como hay voces opuestas a la megaobra y a sus responsables, también las hay que defienden a Hidroituango, como la de David Yanovich, que critica en una columna de El Espectador a los detractores y los califica como “ituangólogos”.

De ellos, dice Yanovich que son “de juicio implacable, de preferencias absolutistas y dogmáticas, de poco análisis y mucho juicio”, por lo que dan la sensación de que “lo que quieren es que el proyecto fracase, para emitir su veredicto final: ‘Sí vieron, les dijimos’”.

En resumen, el “ituangólogo” para Yanovich es “una nueva clase de experto, […] opinador que sin tener ni idea de lo que habla de la noche a la mañana se volvió un experto en ingeniería civil, hidrología, sociología y en ingeniería ambiental”.

“Me cuesta trabajo pensar que EPM, sabiendo del tamaño e importancia que tiene Hidroituango y con base en la amplia experiencia en hidroeléctricas que tiene la compañía, no valoró cuidadosamente los riesgos antes de tomar las decisiones que tomó”, defiende Yanovich. “Que los resultados no hayan sido los esperados es otra cosa”.

Para Yanovich, “el proyecto tiene unos riesgos grandes y […] habrá eventos, como el de la semana pasada, que generan impactos negativos en su área de influencia”, pero que se pueden mitigar. “No se puede claudicar en el intento de salvar a Hidroituango. Tengo la esperanza de que EPM va a dejar a los ituangólogos con los crespos hechos”.

David Santos Gómez utiliza en El Colombiano un término más duro para catalogar a los críticos de Hidroituango: “carroñeros”, les dice, aunque no menciona el nombre del proyecto. Solo dice: “Esta semana que pasó fue particularmente miserable para Colombia. Con las muertes violentas que no dan respiro, con los ríos que se secan, con el incendio en el vecindario. Y al sufrimiento tenemos que sumarle las voces carroñeras. La búsqueda inmediata de responsables por hechos en los que, en muchos casos, ni siquiera hay certeza. Primero se ataca y después se corrobora porque al fin de cuentas la inmediatez facilita el olvido”.

Y responsabiliza al periodismo, porque “ayuda al desmadre en esa búsqueda frenética por cortar cabezas. Da voz a intereses particulares en perjuicio de las verdades y abre micrófonos a un listado de ignorantes que quieren ganar de gritos”.