Ese es, precisamente, el principal argumento de la ministra del Interior, Alicia Arango, para justificar la decisión de nombrar, en ese ministerio, en la cabeza de la coordinación de víctimas, a Jorge Tovar Vélez, hijo de Rodrigo Tovar Pupo, el temible exparamilitar alias ‘Jorge 40’, que estremeció la Costa Caribe, y que fue excluido de la Ley de Justicia y Paz por incumplir su compromiso con las víctimas y negarse a contar la verdad.

“Su silencio ha impedido reconstruir episodios claves de la historia de la violencia”, reportó Verdad Abierta en su momento. “La Fiscalía fue quien pidió su exclusión argumentando que, desde que fue extraditado a Estados Unidos en 2008, el exjefe paramilitar se ha negado a asistir a 48 diligencias de versión libre”. Ahora, alias ‘Jorge 40’ está a punto de regresar al país.

Por eso, El Espectador considera en su editorial que la discusión se debe dar en el plano de lo simbólico y no en el de los aforismos jurídicos altisonantes y siempre impactantes. Ese diario admite que los hijos no son culpables de los delitos de sus padres, pero subraya que en este caso “lo que se cuestiona es el simbolismo de que alguien tan cercano al paramilitarismo, alguien que ve en su padre un perseguido político, esté en un puesto del Gobierno donde las víctimas del paramilitarismo van a buscar ayuda y protección. Hay una disonancia enorme que no puede ignorarse”.

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El editorial de El Espectador, quizá el único medio que viene opinando sin ambages sobre temas sensibles de la vida nacional (este miércoles criticó duramente al expresidente Álvaro Uribe y a su exministro de Agricultura Andrés Felipe Arias), responde no solo a los argumentos de la ministra Arango, sino a los del propio Tovar Vélez, que ha dicho que no es justo que lo juzguen por lo que hizo su padre.

Para el diario capitalino, Tovar Vélez sí pude trabajar con el Gobierno, aunque hace una pregunta que esclarece y da validez a su planteamiento: “De todos los puestos disponibles, ¿por qué [le dan a Tovar Vélez uno que lo pone] en contacto directo con las víctimas?”.

El rotativo no descalifica a Tovar Vélez ni como persona ni como profesional. De hecho, reconoce que es una víctima más del conflicto colombiano, que ha participado en encuentros de víctimas y con otros victimarios, y que se ha prestado para tender puentes y entablar diálogos con sectores diferentes. Y también rechaza los ataques que ha recibido Tovar Vélez.

Por eso, entiende que el nombramiento de Tovar Vélez obedece a otra dinámica del Gobierno de Iván Duque relacionada con el propósito de enviar “mensajes ambivalentes” a las víctimas, como el de “encargar a un negacionista del conflicto armado”, Darío Acevedo, en la cabeza del Centro Nacional de Memoria Histórica y “en repetidas ocasiones obstaculizar el Acuerdo de Paz firmado en La Habana con las Farc”.