El barranquillero hace una breve reseña de la historia de la mensajería en su columna de El Heraldo, y destaca que Rappi ha mejorado la calidad de vida de sus clientes y genera empleo.

El empresario explica que “la saturación del tráfico vehicular y la comodidad son un terreno fértil para Rappi”, no obstante las prácticas de los domiciliarios (llamados rappitenderos) empañan la labor de la empresa.

“Irrumpieron en las calles convirtiéndose en una amenaza de alto riesgo para conductores no preparados a sortear ciclistas en contravía, que ignoran los semáforos, adelantan por la derecha y otras barbaridades como atropellar a los peatones en las aceras”.

El columnista critica además que los inconfundibles chalecos naranja se concentran en los sitios privados y públicos que mejor les parece, demostrando que no hay control de calidad en la empresa, o que este es muy pobre.

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“No es aceptable que, al atender un servicio privado, que impacta lo público, estos ciclistas se expongan a un accidente en el cual el conductor terminará, la mayoría de las veces, siendo injustamente el responsable”, concluye el escritor.