Para el ambiente que en la actualidad caracteriza a Colombia, con graves escándalos de corrupción, de alguna manera Francisco ya viene ‘vacunado’, sugiere Sergio Ocampo Madrid, en su columna de El Espectador, porque “está acostumbrado a lidiar con corrupción, con inequidad, con solapados, taimados y mentirosos, en esa leonera que es la curia romana”.

De hecho, relaciona los casos de algunos cardenales como Tarsicio Bertone, que desvió dineros de un hospital pediátrico hace dos años para remodelar su apartamento de 700 metros cuadrados; Domenico Cascagno, apodado ‘Rambo’ por tener colección de rifles y pistolas; Angelo Comastri, con su apartamento de 800 metros; Leonardo Sandri, con uno de 500 metros; y Luigi Capozzi, retenido por la policía en julio por la ruidosa orgía de droga y muchachos en el apartamento del cardenal Coccopalmerio.

Por eso, Ocampo invita a Francisco a que venga a Colombia a “hablar en serio” de los problemas del país, a hacer “política de la buena”, la que propende a la ética, al bien común; a la verdad, la equidad, la justicia. “La que se pone del lado del débil y el desamparado”. Le pide que le devuelva a su iglesia “ese carácter de fuerza moral que todavía guarda en sus bases”, por lo que le recomienda hablar con curas “que practican y aplican el mensaje original de Cristo”, como Francisco de Roux o Diego Jaramillo, más que “con los de las grandes mitras y los altos báculos”.

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Incluso, pide que el papa les diga a las Farc que se pongan serios “pues esta oportunidad histórica de la paz depende de cuánto asimilen ellos que la soberbia es uno de los pecados mayores”; y que hable con Álvaro Uribe, pero que “tenga cuidado”, porque este señor “tiene unos parecidos cada vez más alucinantes con el diabólus bíblico; él es el opositor […], el calumniador […], el gran mentiroso […], la serpiente antigua y disociadora […]”.

También le pide al pontífice que “fustigue durísimo a los corruptos” y les recuerde “que los altos tribunales del cielo son insobornables y que más allá no hay magistrados que se vendan ni abogados torcidos para evitar el castigo”; que hable con Santos para que mande mensajes “más categóricos, más directos contra la corrupción que nos está matando; contra los crímenes de líderes sociales”; y que le grite al “analfabeta” Maduro “que Dios ve con muy malos ojos todo lo que está haciendo para convertir a Venezuela en un cementerio”.

Sobre la vista del papa, Paola Ochoa, en su columna de El Tiempo, dice que soñó que con la llegada de Francisco todos los colombianos sinceraban sus pecados. “Soñé que funcionarios públicos admitían sus ilícitos y las coimas que cobran por debajo. Soñé que decenas de gobernadores confesaban cómo se roban el dinero de transferencias y regalías de un solo tajo”, escribe.

Y hace un listado de los personajes que, cree ella, deben confesarse, comenzando por los exfiscales Iguarán y Montealegre, lo mismo que el actual Néstor Humberto Martínez, sobre los cargos de la Fiscalía que entregaron a magistrados; los exmagistrados Bustos y Ricaurte, sobre qué otros jueces tenían negocios de compra-venta de sentencias; el exfiscal Luis Gustavo Moreno, sobre todas las investigaciones de poderosos congresistas que extorsionaron y manipularon.

El listado lo conforman también las confesiones de Santos y Óscar Iván Zuluaga, sobre cómo se financiaron realmente las campañas políticas de los últimos años; Odebrecht y Corficolombiana, sobre cómo fueron los sobornos de la Ruta del Sol, en el tramo 2. Y sigue un largo etcétera.

Por último, Víctor Diusabá, en su columna de El País, de Cali, se declara a la expectativa de lo que pueda decir el papa, que, considera, de seguro, será un mensaje de reconciliación.

Sin haberlo oído, lo que pueda decir Francisco lo contrasta Diusabá con las “palabras necias” del vicario episcopal de asuntos económicos de la Arquidiócesis de Manizales, Octavio Marcos Fernando Barrientos Gómez, que maldijo a los abogados defensores y a los magistrados que condenaron a la Iglesia a pagar 100 millones de pesos como indemnización por el abuso sexual de un sacerdote a un menor de edad.

“Es eso, la sanción económica, lo que ha despertado la ira santa de Barrientos”, subraya Diusabá. “En cartas con el membrete de la arquidiócesis de la capital de Caldas, el vicario ha disparado su botafuegos contra quienes, en calidad de jueces, fallaron para reparar a las víctimas: el menor y su madre, quien descubrió los abusos. Tampoco se libran de su andanada los abogados de la contraparte”.

“Mejor me quedo con el mensaje que nos trae el buen Jorge Bergoglio, mensajero, él sí, de la reconciliación”, termina su columna. “Bienvenido papa Francisco a esta tierra, tan necesitada de justicia y, sobretodo, de perdón, como bien lo puede ver”.