El Espectador es el periódico más antiguo del país, fundado el 22 de marzo de 1887 y, bajo la dirección de Fidel Cano, es considerado uno de los periódicos más serios y profesionales por su independencia, credibilidad y objetividad.
La agenda cultural de Bogotá para el 27 y 28 de septiembre de 2025 ofrece un reflejo profundo de la identidad y vitalidad de la capital, articulando manifestaciones artísticas que exploran las raíces del arte popular, la música, el activismo cultural y las tensiones de la vida contemporánea. En el Claustro San Agustín se exhiben las obras de 30 creadores seleccionados a través de una convocatoria que reivindica el llamado “arte popular” como un fenómeno que trasciende lo meramente estético: las imágenes de archivo sobre barrios periféricos, con sus fachadas y paisajes de autoconstrucción, suman un valor simbólico a la vida cotidiana. Esto rescata la dimensión social del arte, reconocida por investigaciones de la Universidad Nacional de Colombia, que identifican estas manifestaciones como partes indispensables del patrimonio colectivo y la memoria de la ciudad.
El Festival Popular al Parque, celebrado en el Parque Simón Bolívar, refuerza este enfoque al destacar la riqueza de la música popular colombiana y latinoamericana. La programación de este año convoca artistas locales y figuras internacionales como Edén Muñoz, y apuesta por la pluralidad y el cruce de fronteras musicales. Según el Ministerio de Cultura de Colombia, estos festivales son reconocidos por su impacto en el tejido social y la visibilización de expresiones tanto tradicionales como emergentes, consolidando la cultura como un elemento de unión y resistencia.
Al tiempo, propuestas artísticas como “Lux Nova” y “El ojo del jaguar: cosmogonías”, también en el Claustro San Agustín, apuestan por una mirada interdisciplinar e inclusiva, donde convergen lo sagrado, lo femenino, lo originario y lo ecológico. Instalaciones audiovisuales y sonoras, que incluyen lenguas indígenas y referencias ecofeministas, ponen en discusión la sostenibilidad y la defensa de saberes ancestrales ante los retos contemporáneos, sintonizando los debates globales por los derechos naturales y la pluralidad de conocimientos.
La crisis ambiental se revela en la exposición “100 jardines incendiados”, en Galería Casa Cuadrada, donde la pintura de Douglas Mendoza dialoga con desastres ecológicos recientes, como los incendios en los páramos de 2025. Estableciendo puentes con figuras históricas de la pintura, Mendoza sitúa el arte como memoria viva y crítica ante la emergencia climática, acentuando la responsabilidad creativa frente a la degradación natural.




Por otro lado, la muestra “El sur es nuestro norte” retoma la inversión cartográfica de Joaquín Torres García y cuestiona las jerarquías culturales impuestas, abogando por una redefinición latinoamericanista de la identidad mediante intervenciones al mapa tradicional. Este ejercicio colectivo se convierte en símbolo de resistencia política y cultural, reafirmando la centralidad del arte en las luchas y narrativas del Sur Global.
¿Cuál es el significado del arte popular según la agenda cultural de Bogotá? Además de presentar obras visuales, la agenda destaca el arte popular como herramienta de crítica social y construcción de memoria colectiva. Esta visión reconoce que el arte nacido en los barrios y los márgenes urbanos recoge experiencias cotidianas, símbolos identitarios y voces históricamente invisibilizadas. El proceso de autoconstrucción y la apropiación de los espacios se convierten en gestos de resistencia y reafirmación cultural frente a los discursos hegemónicos, según lo subrayado por la Universidad Nacional de Colombia y los organizadores del evento.
¿Por qué es importante dialogar entre el arte contemporáneo y los problemas ambientales? El caso de “100 jardines incendiados” evidencia cómo la creación artística puede ser una respuesta crítica ante catástrofes ecológicas recientes, como la quema de páramos. Este tipo de convergencia entre arte y medio ambiente permite visibilizar problemáticas urgentes y construir una memoria colectiva sobre los riesgos que enfrenta el entorno natural. La tradición artística y los lenguajes visuales se convierten así en puentes de reflexión, activismo y denuncia, dotando al arte contemporáneo de una dimensión social y política fundamental en el contexto colombiano y latinoamericano.
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
* Pulzo.com se escribe con Z
LO ÚLTIMO