Los viajeros alcanzan velocidades promedio de 120 a 150 kilómetros por hora antes de aterrizar en una plataforma suspendida en medio de la nada, con suelo de vidrio, no apta para cardiacos.

“Es un sueño hecho realidad”, describe Haitham Mattar, el primer ejecutivo de la Autoridad de Desarrollo de Turismo de Ras Al Khaimah, el emirato donde está la impactante tirolesa.

“Y esto es solo una parte de lo que queremos construir como un centro de actividades de aventura”.

La plataforma suspendida tiene un peso de 9 toneladas y media y está anclada a las montañas gracias a ocho cables aéreos.

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Jorge Jorge, director de Toro Verde, hizo parte de la megaobra. Ya lo había hecho en Puerto Rico, en la tirolesa que acaba de perder el título de la más larga del mundo:

“No mucha gente puede decir que construyó los cables más largos del mundo. Es un reto emocionante”, dice con orgullo.