Más temprano, la policía usó gases lacrimógenos para hacer retroceder a manifestantes en una calle adyacente a los Campos Elíseos, cerca del Arco del Triunfo, epicentro de los disturbios del fin de semana pasado. Algunos manifestantes replicaron lanzando proyectiles y petardos.

Alrededor de 1.500 personas se manifestaban en la célebre avenida parisina, según la prefectura de París, en donde casi todos los comercios están cerrados y sus entradas protegidas con tablas de madera para prevenir saqueos.

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En toda Francia se han desplegado medidas de seguridad excepcionales, sobre todo en París, donde las escenas de guerrilla urbana del pasado sábado impactaron al país y al mundo. Cerca de 90.000 policías están movilizados en todo el territorio. Además, por primera vez en más de una década, se veían en la capital vehículos blindados de la gendarmería.

Todo el oeste de París, donde se encuentra el Palacio del Elíseo (sede de la presidencia) y la mayoría de ministerios, estaba cubierto de azul, el color de los furgones de la policía. Las patrullas bloqueaban el acceso a las principales plazas de la capital, incluida la de la Concordia, uno de los extremos de la avenida de los Campos Elíseos que va hasta el Arco del Triunfo.

La Torre Eiffel, el museo del Louvre y las tiendas del barrio de la Opera mantendrán sus puertas cerradas.

Denis, de 30 años, vino a París desde Caen. “¡El objetivo es ir al Elíseo!, dice. “Hago esto por el futuro de mi hijo, no puedo permitir que viva en un país en el que otros se enriquecen a nuestra costa”.

Muchos de los “chalecos amarillos” se manifiestan sin violencia. Hace una semana, los más radicalizados y sobre todo miembros de grupos de extrema derecha y extrema izquierda irrumpieron en las protestas y se enfrentaron a la policía.

Carreteras bloqueadas

Los manifestantes bloqueaban varias carreteras del país. La autopista que conecta París con Burdeos (suroeste) estaba totalmente paralizada después de que un centenar de personas prendieran fuego a palés de madera y a neumáticos.

En la frontera franco-española, los ‘chalecos amarillos’ montaron una barricada selectiva que bloqueaba el paso de los camiones procedentes de España, informó la prefectura de los Pirineos Atlánticos.

En Marsella, 2.000 ‘chalecos amarillos’ desfilaban por el centro de esta ciudad del sureste de Francia. “Es la primera vez que me manifiesto. Recibo 1.248 euros de jubilación y son mis cuatro hijos los que me tienen que ayudar”, señala Sylvia Paloma, de 70 años.

En algunas regiones de Francia, las autoridades prohibieron las manifestaciones, así como la venta y transporte de gasolina, los artificios pirotécnicos y productos inflamables o químicos.

Macron cedió esta semana a algunas de las demandas de los manifestantes. Anuló el alza del gravamen a los combustibles, que formaba parte de un plan para combatir el cambio climático, y congeló los precios del gas y la electricidad durante los próximos meses.

Estas medidas no han sido suficientes para apagar la cólera de un movimiento sin estructura ni dirigentes, que expresa el hartazgo de la clase media por la pérdida de poder adquisitivo.

La fiscalía de París abrió una investigación después de que se filtrara parte del plan de seguridad para hacer frente a las protestas.

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Macron, cuya popularidad se ha derrumbado, se mantiene en silencio, en medio de la peor crisis de su presidencia. Está previsto que hable la próxima semana.

La crispación en el país es extrema. Muchos ciudadanos están descontentos con Macron, al que acusan de ser el presidente de los ricos, y desconfían de los políticos por considerar que están desconectados de la realidad.

En este contexto, varios colaborados de Macron recibieron amenazas de muerte. El diputado Benoit Potterie afirma haber recibido una bala por correo.