Perevertilov, que no llevaba chaleco salvavidas cuando se precipitó por la borda, resistió varias horas nadando hasta que se dirigió hacia un punto negro que divisó a varios kilómetros y que resultó ser una boya a la deriva, “un trozo de basura”, en palabras de su hijo al portal de noticias Stuff de Nueva Zelanda.

El náufrago es maquinista del barco Silver Supporter, que navegaba entre Nueva Zelanda y las islas Pitcairn, un territorio británico en el Pacífico Sur, cuando de madrugada se sintió mareado en la sala de máquinas, salió a cubierta para tomar el aire y cayó al mar, probablemente por un desmayo, sin que el resto de la tripulación se diera cuenta hasta seis horas más tarde.

El capitán ordenó dar media vuelta al percatarse de su ausencia y la tripulación pudo calcular su posición aproximada al comprobar en el registro náutico que seguía a bordo a las cuatro de la madrugada.

Tras varias horas de búsqueda, en la que se implicaron naves francesas que partieron de la cercana Tahití, la tripulación lo localizó y lo salvó.

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Parecía tener 20 años más y estaba muy cansado, pero estaba vivo”, relató su hijo, Marat, al portal de noticias.

“Su voluntad de sobrevivir fue fuerte, pero me confesó que hasta que salió el sol solo intentaba mantenerse a flote”, agregó el hijo del marinero.

Por último, el hijo de Perevetilov reveló una confesión de su padre. Al momento de ser rescatado, pensó en llevarse la boya consigo como una especie de recuerdo pero después decidió no hacerlo. “Es gracioso. Dijo que quería dejarla allí para que pudiera salvar la vida de otra persona”, finalizó Marat, citado por el diario The Guardian.