Según un informe de la policía citado por LA Times, la joven habría compartido las galletas con por lo menos 9 de sus compañeros de colegio. De los 9 algunos quedaron horrorizados después de enterarse de lo que habían comido.

Las autoridades aún debaten qué tipo de pena o castigo le imponen a la joven y otra compañera que le ayudó en la horneada, pues comer restos humanos después de cremados no es algo que esté tipificado en la ley.

Uno de los jóvenes que comió de las galletas, y que no sabía de la travesura, dijo que la chica le ofreció una galleta y solo le dijo que tenía un ingrediente especial, que él pensó que era marihuana: “No lo creí hasta que ella me mostró la urna con los restos”, dijo el joven, asqueado.

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Ese mismo joven dijo que el sabor de la galleta era normal, solo que se sentía más arenosa de lo normal.

El plantel, por su parte, resintió que el asunto se hubiera filtrado a los medios y dijo que no se había reportado ningún enfermo ni riesgos para la salud de los estudiantes, y que se abstenía de revelar los nombres de las familias de los jóvenes involucrados, por respeto a que se usaron las cenizas de un difunto.