La mujer que resultó afectada por la intervención había quedado embarazada por fecundación in vitro luego de 2 años de intentos, pero a las 12 semanas de gestación se vio que el feto tenía un pliegue nucal. Por eso, se sometió a un estudio para descartar un posible síndrome de Down u otras complicaciones, informa El País.

El 17 de diciembre de 2013, una doctora le dijo que el feto tenía un edema generalizado en la columna y el tórax, lo que podía ser signo de cardiopatía. Por eso, le aconsejaron hacerse una biopsia corial, pero una semana después, cuando le hicieron una ecografía, se vio que el feto no latía.

En esas condiciones, una ginecóloga en el hospital Nuevo Belén le recomendó un aborto medicalizado, que le ocasionó vómitos, sangrados y diarrea a la embarazada. Luego de eso le practicaron un legrado, pero con las pinzas le sacaron parte del intestino y le perforaron paredes del útero y del recto.

El artículo continúa abajo

Al ver lo que había pasado, la médico llamó a un cirujano para que le hiciera una reparación. Desde ese momento, la mujer ha pasado por 4 operaciones, sin que eso haya servido para curarla de los retorcijones y la diarrea, que le obliga a usar pañal y a estar en su casa, ya que suele necesitar baños con mucha urgencia. Por supuesto, no está en condiciones de trabajar.

La resolución judicial indica que unos daños de tal magnitud no se justifican en una intervención sencilla como un legrado, y dice que, más bien, eso se debe al “empleo de una técnica deficiente”, cita La Vanguardia.

Los acusados presentaron un recurso ante el juzgado, pero la asociación El Defensor del Paciente, que defiende a la afectada, dice que se trata de una maniobra dilatoria.